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jueves, 30 de julio de 2009

'Graffiti' por encargo en el Guinardó


Barrio del Guinardó de Barcelona. El pasado domingo a plena luz del día. Pau García, de 20 años, estudiante de diseño gráfico y grafitero desde los 14, se reúne con un grupo de amigos para pintar "de legal". Su hermano mayor, Marc, publicista y también vecino del barrio, se ha encargado de coordinar a un grupo de grafiteros y a los comerciantes de la zona para que les decoren las persianas con graffiti por encargo. Ellos los llaman "murales" y los consideran una forma más de expresión artística. Dicen, además, que hacen del paseo del fin de semana algo mucho más divertido: arte en las calles. Y añaden que tienen "enamoradas a todas las abuelas del barrio", que van a verles pintar.
El distrito no apoya a los 'grafiteros' del Guinardó por vulnerar la carta cromática
Desde que la ordenanza cívica del Ayuntamiento de Barcelona entró en vigor, en 2006, la degradación del espacio urbano con pintadas se persigue con multas de hasta 3.000 euros, para los casos considerados muy graves, como puede ser la realización de pintadas en un edificio protegido. La Guardia Urbana, que lleva a cabo sobre todo una labor de patrulla disuasoria, ha denunciado a 1.128 personas en los últimos tres años. Los graffiti por encargo pueden ser, según Marc García, una alternativa para encauzar a los grafiteros y limitar las pintadas incívicas.¿Graffiti por encargo como herramienta para conservar el paisaje urbano? "El grafito artístico no es como beber u orinar en la calle. No es incívico, es un medio de expresión", defiende Marc García, quien busca con esta iniciativa darle "un poco de color" a un barrio, el de Horta-Guinardó, que considera "gris y sin identidad". Trabajando sábados y domingos, ya han pintado 28 persianas de 10 locales en las tres últimas semanas, y tienen pendientes otros ocho encargos.
Rocío García, propietaria de una farmacia en la Ronda del Guinardó, presume de nueva decoración: "Estamos muy contentos porque han hecho una cosa divertida y a los clientes les gusta". Jorge Calvos, propietario del horno La Pomba, en la calle de la Renaixença, destaca que desde que lucen el nuevo mural nadie ha vuelto a ensuciar su persiana con firmas -tags en el argot- o garabatos. El pequeño de los García, Pau, explica que existe entre los grafiteros una norma no escrita que les obliga a respetar las obras de otros pintores, lo que implica que no pueden dibujar sobre otro grafito, según una jerarquía previamente establecida.
El Ayuntamiento también está decidido a acabar con las pintadas y, a través del Instituto del Paisaje Urbano, ha presentado esta semana la lista de las ocho empresas candidatas a limpiar las persianas de los comercios que deseen beneficiarse de la campaña La cara ben neta i polida. Mediante este plan, el Consistorio subvencionará la mitad de lo que cueste eliminar los grafitos y las pintadas no deseadas de las persianas durante dos años, para lo que invertirá 900.000 euros.
El objetivo es disuadir a los grafiteros de realizar nuevas pintadas mediante un tratamiento repelente que permitirá limpiarlas con más facilidad. Las tres entidades que agrupan a los comerciantes de Barcelona, el Consejo de Gremios, la Fundación Barcelona Comercio y PIMEC, se encargarán de gestionar las solicitudes, independientemente de si el comercio está agremiado o no.
Benet Boix, secretario adjunto del Consejo de Gremios, la organización que representa a un mayor número de comercios, indica que ya son bastantes los comerciantes interesados en esta iniciativa y acusa de falta de civismo a quienes realizan pintadas en persianas u otros elementos arquitectónicos. Boix señala que la solución al problema de los grafitos no está sólo en la limpieza, sino que "también es necesaria la vigilancia en las calles". Sobre la iniciativa nacida en el barrio del Guinardó, afirma que no le parece "ni buena ni mala", pero que el objetivo principal de las entidades es en principio animar a todos los comerciantes, de todos los sectores de Barcelona, a adherirse a la nueva campaña del Ayuntamiento.
Buscar el equilibrio entre creatividad y respeto al medio urbano no es fácil, admite Marc García. "Pero la verdad es que hemos convencido a comerciantes, a grafiteros y a la gente del barrio", insiste. Representantes del Distrito de Horta-Guinardó argumentan que, aunque no harán nada para impedir la iniciativa, en principio no la apoyarán por no seguir la "filosofía" de la Ordenanza de los Usos del Paisaje Urbano, de 1999. Esta norma establece que todo elemento arquitectónico que se encuentre en la calle forma parte del espacio público y debe seguir unos criterios de uniformidad. "Establecer los límites de lo que es arte y no es complejo, y hay que tener en cuenta ante todo el bien colectivo", explica Ricard Barrera, gerente del Instituto Municipal del Paisaje Urbano. De ahí que se busque que los edificios sigan una armonía cromática. "Consideramos que en este debate la persiana también forma parte del paisaje urbano, que es de todos", añade Barrera.
E M - E

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