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jueves, 30 de julio de 2009

Europa, a la cola mundial de la pesca sostenible


En el Golfo de Vizcaya no se pescan anchoas desde 2005. La drástica reducción del 'stock' impuso una moratoria que se prolonga año tras año. El suculento pez ha entrado en extinción comercial. No quiere decir que no queden anchoas en el mar, sino que ya no es rentable salir a pescarlas. La crisis no es sólo para esta especie, sino también para todo un sector económico que vive de ella.
Paradójicamente, las consecuencias socioeconómicas inmediatas son el principal obstáculo que impide a los gobiernos tomar medidas para prevenir este tipo de situaciones. Destruir empleo desguazando barcos es todo menos popular, aunque sea sólo a corto plazo. Encontrar un buen plan de gestión de las pesquerías sin hacer sacrificios políticos no resulta fácil en muchos casos. Ahora, los científicos han hecho todo el trabajo para los gestores: han evaluado el estado de las pesquerías mundiales y, sobre todo, las soluciones que han resultado más exitosas para evitar
el inminente colapso del mar.
En un exhaustivo estudio publicado hoy en la prestigiosa revista
Science, Boris Worm, de la Universidad de Dalhousie (Canadá), y 19 colegas han puesto a examen las distintas políticas de gestión aplicadas en los últimos siete años. Tras una revisión del estado de 10 ecosistemas marinos de todo el globo, los resultados son esperanzadores: la mitad de los ecosistemas estudiados presenta ya síntomas de recuperación. A pesar de que un 19% de los stocks mundiales están sobreexplotados y un 9%, colapsado, según datos de 2007, los índices medios de explotación se han rebajado en general y en siete de los 10 ecosistemas estudiados la intensidad de la pesca se ajusta a los límites sostenibles.
De modo que sí, la introducción de prácticas más sostenibles da resultados, afirma el estudio. Muchas pesquerías han cumplido la ley, basada en las recomendaciones científicas. Han reducido cuotas, han protegido áreas y las han cerrado a la pesca; han protegido especies concretas y han prohibido ciertas técnicas (como la destructiva pesca de arrastre, permitida en España) o las han limitado. Aquí, el mar más saneado ha sido el de Bering, seguido de las costas de Islandia, Labrador (Canadá), California y Alaska –muy explotadas hasta los años 90–, y, en menor medida, y de forma mucho más reciente, el Golfo de Vizcaya.
El problema de Europa
Otras pesquerías han cumplido la ley, pero sin escuchar a los expertos, y algunas no han cumplido siquiera la ley. Es el caso de algunas pesquerías de Europa. Las flotas europeas se encuentran entre las más sobredimensionadas (sobre todo Francia o Italia) y es en estas aguas donde se produce la mayor parte de las capturas ilícitas del mundo industrializado. Las cuotas pesqueras se han ido reduciendo progresivamente en los últimos años para las especies comerciales más explotadas, pero en muchos casos siguen por encima de las recomendaciones.
«Muchas pesquerías en Europa están gravemente colapsadas, y no se ha reducido lo suficiente la pesca como para ayudar a las especies y a los ecosistemas a recuperarse», explica a EL MUNDO Boris Worm, el principal autor de la investigación y científico veterano en esta materia. Hace tres años Worm publicó, en la misma revista, y junto con el español Enric Sala,
un alarmante estudio que dio la vuelta al mundo. En él se advertía de que, de mantenerse la intensidad de las prácticas pesqueras, el pescado desaparecería de nuestros platos antes de cinco décadas. No porque el mar se quedara sin peces, sino porque las especies con interés comercial dejarían de ser rentables. Como ha ocurrido ya con la anchoa, y como puede ocurrir muy próximamente con los túnidos, el bacalao o los escualos.
Atunes y tiburones
«El peor ejemplo de todos los stocks que miramos fue el del
atún rojo del Atlántico oriental y Mediterráneo», dice el científico. Esto concierne especialmente a España. «Según estimaciones de 2007, la explotación de esta especie es 10 veces superior a los niveles sostenibles». Pero, además del atún, un motivo de preocupación creciente entre los investigadores son los tiburones, cuya situación es especialmente desastrosa. El año pasado, Francesco Ferretti, también de la Universidad de Dalhousie, calculó en Conservation Biology que los escualos han desaparecido en un 99% en el Mediterráneo. La pérdida de grandes depredadores en el mar tiene, naturalmente, grandes consecuencias ecológicas.
No obstante, tal y como reconocen sus propios autores, el estudio tiene algunas limitaciones, entre ellas la dificultad de analizar las pesquerías de los países en vías de desarrollo, incluida la ilegal. A este respecto, Worm hace notar que los esfuerzos de las pesquerías europeas por relajar la explotación pueden quedar muy debilitados, si no anulados, por el traslado de las flotas a aguas africanas.
«El problema es que estas pesquerías están cada vez más reguladas en Europa, pero menos controladas en los países en desarrollo», añade Worm. Muchos barcos pesqueros españoles, franceses o italianos están actualmente en las costas de África. Según un reciente análisis de David Agnew (Imperial College de Londres) y colegas, publicado en
PLoS One, la pesca ilegal representa un 10% de las capturas en el Noreste Atlántico (es decir, Europa), y un 37% en el Atlántico Central y Oriental (África).
Con todo, no tomar medidas saldrá más caro que tomarlas, concluyen los expertos. «Sabemos que se pueden pescar más peces con menos esfuerzos y menos impacto si permitimos que las poblaciones sobreexplotadas se recuperen», dice Jeremy Collie, coautor del estudio. «A largo plazo, beneficia a los peces, a los pescadores y al océano», añade Trevor Branch, también coautor.
EM-E

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