El artículo 25.2 de la Constitución Española establece que "las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social". A este logro con el que debería terminar toda estancia en prisión se le puede dar un nombre propio: Manuel Estévez Molares.
Tras trabajar como maquinista de Renfe durante 21 años, en mayo de 2006 ingresó en la cárcel para cumplir dos delitos de tráfico de drogas.
En enero de 2012 salió con una licenciatura en Derecho, en julio se
colegió como abogado y en la actualidad, siete años después de que
aquella primera vez en que cruzó los muros de un penal, puede acreditar
que se ha reinsertado: ya ejerce su nueva profesión y ha empezado a
ganar sus primeros casos.
Antes de su paso por la cárcel había empezado a estudiar Ciencias Políticas y Ciencias Empresariales, pero entonces "tenía mi trabajo y era difícil hacerlo todo", así que no llegó a obtener ningún título.
Esa inquietud por formarse y licenciarse quedó ahí y afloró una vez
que se vio entre rejas. "Me decidí a estudiar Derecho cuando entré en
prisión y algo tenía que hacer, me desespera la sensación de perder el tiempo",
explica sentado en el despacho que comparte con otro abogado en la
avenida de A Coruña, a escasos metros de los juzgados de Vigo.

Panadero, lavandero o dependiente del economato fueron algunas de las tareas
que ejerció y que le permiten otras salidas laborales si su hasta ahora
exitosa carrera como abogado no le permite ingresar lo suficiente para
vivir. Tiene 54 años y sabe que él solo tiene que sacarse las castañas
del fuego.
Manuel Estévez Molares saliendo de los Juzgados. | Rosa González
Confiesa que en aquellos comienzos "nunca pensé acabar, estudiaba por
estar allí y hacer algo y tampoco sabía qué iba a suceder porque no
estaba sentenciado". Estaba en prisión provisional, pero acabó condenado
e inauguró una rutina que le hacía levantarse de madrugada para
estudiar cuatro horas antes de que se abriesen las puertas de su celda y
comenzase su día a día en prisión. Hasta tal punto cambiaron sus
prioridades que "en los últimos meses, ya no quería salir, solo quería acabar la carrera",
todo orientado a dejar la cárcel atrás con una nueva vida por delante
con la que devolver la confianza que habían depositado en él a su madre y
a su hija.
El asesor legal de los otros presos
Las largas horas de estudio y las dotes para el Derecho que demostró desde el primer momento le valieron el mote de 'El Abogado'
ya en prisión y sus compañeros empezaron a pedir su ayuda para redactar
escritos en los pedían permisos penitenciarios o cambios de grado.
Redactó hasta 400 antes de salir en libertad, ya con la carrera bajo el brazo, y sigue haciendo esos trabajos. Algunos de sus antiguos compañeros de la cárcel de A Lama se han convertido en sus clientes y cada semana acude puntualmente al penal en el que estuvo privado de libertad, pero ahora tan sólo por unas horas.
A algunos presos los asiste como letrado y a otros simplemente los
asesora. Conocedor de primera mano de la situación de muchos internos
que no reciben la ayuda legal correcta, se ha integrado en la Comisión Penitenciaria Juan Barcia del Colegio Provincial de Abogados de Pontevedra,
un grupo de letrados que acuden periódicamente a la cárcel "para
orientar a internos que no tienen defensores en cómo tienen que actuar,
asesorarlos en cuestiones jurídicas para que sepan qué derechos le
asisten".
Quiere devolver a la sociedad la gratitud por la segunda oportunidad que le ha ofrecido.
El término reinserción le genera ciertas dudas porque "tiene el prefijo
're', entonces, quiere decir que ya estabas insertado y no siempre es
así y, en todo caso, ¿de qué manera te reinsertas, como antes o de forma
diferente?", pero es consciente de las puertas a una nueva vida que le
ha abierto la posibilidad de estudiar una carrera que ofrece la
Secretaría General de Instituciones Penitenciarias y siempre que tiene
la oportunidad trasmite a los presos con los que se cruza que "se puede
conseguir".
Esta gratitud se le nota cada vez que visita a uno de sus clientes en
la cárcel. "Los otros abogados me dicen que cuando voy allí echo mucho
tiempo, pero es que ellos me cuentan y yo les escucho". "No sé si la empatía la tengo por haber estado allí o porque es parte de mi carácter,
se debe mezclar un poco todo", indica, pero lo cierto es que Manuel
sabe muy bien lo necesario que es, cuando estás entre rejas, tener a
alguien con quien desahogarte y también "sé lo que se puede ganar y lo
que se puede perder" cuando uno se enfrenta a un juicio en el que le
piden una pena privativa de libertad.
'Uno tiene que asumir su responsabilidad'
También se siente en la responsabilidad de trasmitir parte de sus vivencias con sus ahora clientes.
"Al interno le digo que tiene que asumir la responsabilidad de sus
actos. Cuando estás en prisión tienes que aprovechar la situación. Lo
que sucede es que uno lucha contra la situación, sufre pensando en que
quiere salir, no estar allí, lo que tienes que hacer es asumir tu
situación. Si estás en prisión tienes que cambiar tu mentalidad y asumir
la realidad. La libertad no es solo que uno haga lo que le da
la gana, es la capacidad de una persona de adaptarse a la situación en
la que se desenvuelve", les aconseja para hacer más llevadera su estancia entre rejas.
En su caso, "una de las cosas que aprendí allí es a relativizar" y
también que "el que más sufre es el que está fuera", la familia y las
personas que padecen las consecuencias de los actos que uno comete. Él
no está de acuerdo en la forma en la que se llevó su caso, pero no niega su delito
y cree que la estancia en prisión se hace menos dura cuando asumes que
"es un pena y se va a cumplir una pena" con la que uno tiene que pagar
su deuda con la sociedad.
Con toga en los pasillos de la Audiencia Nacional: "Mi obsesión era acabar. Me pilló el Plan Bolonia,
me quedaban dos asignaturas y en esos casos hay la opción de ir a una
convocatoria extraordinaria. Pedí un permiso penitenciario y me fui a
Madrid. Le dije a la orientadora: me voy como preso y vuelvo como
abogado", explica. Así fue. Pero salir de prisión y empezar a ejercer
como el letrado número 3.077 de Vigo no fue sencillo. En los primeros
meses no tenía fondos para colegiarse y se dedicó a acudir como público a
los juicios "para meterme en el ambiente".
Cuando salió de la cárcel se dio cuenta de que "la sensación de
libertad conlleva una cosa muy seria, que es la responsabilidad y las
obligaciones". Una vez colegiado, se percató, además, de que "el estudio y el título lo que te da es la legitimidad de ejercer,
pero luego se aprende ejerciendo" y hay una sensación que le obsesiona:
"No estar a la altura de lo que esperan de mi los que vienen al
despacho".
Hasta el momento, no tiene malas experiencias.
Aparte de llevar casos de derecho penitenciario ("lo conozco muy bien
por experiencia"), también han caído en sus manos "varios divorcios y en
todos llegamos a un acuerdo entre las partes" y casos que le han
llevado a ejercer en la Audiencia Provincial de Málaga, donde consiguió
un acuerdo ce conformidad con el fiscal que permitió a sus dos
defendidos reducir su pena a dos años y liberarse de entrar en prisión; o
la Audiencia Nacional, donde consiguió la revisión de la condena de un
cliente y que se redujese de nueve a seis años de prisión.
Tampoco ha tenido malas experiencias relacionadas con los prejuicios
que podrían ocasionar en los demás sus antecedentes penales y su paso
por prisión hayan dificultado su trabajo, pues "el que viene porque me
conocía, me sigue tratando igual y el que no me conocía no tiene por qué
verme diferente". La persona que más le juzga es él mismo y "cada día
que pasa, voy aprendiendo". De la vida y de la Abogacía.
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