La mayor matanza de músicos que se recuerda, la primera en el mandato del presidente Enrique Peña Nieto,
ocurrió un viernes de madrugada en medio de ninguna parte del noreste
de México. Los 14 músicos y tres ayudantes del grupo Kombo Kolombia,
especializado en vallenato, fueron secuestrados pasada la medianoche cuando actuaban en una fiesta privada en la cantina La Carreta, a unos 40 kilómetros de Monterrey, capital del Estado de Nuevo León. Días después, sus cadáveres fueron encontrados con un tiro de gracia en el fondo de un pozo donde habían sido arrojados uno a uno como en el más macabro cuento infantil.
Como tantos mexicanos en la llamada guerra del narco los
artistas también están sometidos a la ley de plata o plomo. Una canción
que no gusta al jefe de un grupo criminal o una llamada para actuar ante
un capo mafioso puede resultar fatal. El pianista es a veces el primero
al que disparan.
En la madrugada del pasado día 25, una docena de hombres armados
irrumpió en la fiesta y se llevó a la fuerza a los intérpretes, no sin
antes desvalijar a las 50 personas que se encontraban en el local. Los
trasladaron en varias camionetas hasta el rancho Las Estacas, en una
zona desértica a pocos kilómetros de la carretera Monterrey-Monclova
(Coahuila), una ruta estratégica para el trasiego de drogas actualmente
en disputa entre los Zetas y el cartel del Golfo. Allí fueron fusilados,
rematados con un disparo en la sien y arrojados a un pozo abandonado de
70 centímetros de diámetro y 15 metros de profundidad.

Las autoridades de Nuevo León investigan el móvil de la matanza y una
de sus líneas de trabajo es, según el portavoz de Seguridad del Estado,
Jorge Domene, la posibilidad de que se trate de un ajuste de cuentas
entre el cartel del Golfo y los Zetas. Domene ha afirmado que “fue un
ataque directo, no por azar” contra los intérpretes como prueba el que
las 50 personas del público no sufrieran daños físicos. Se especula que
el músico que huyó y ahora es un testigo protegido por el Gobierno
federal fuese en realidad liberado para que los asesinos pudieran
reivindicar el crimen.
Aunque aún no es más que una hipótesis, el cartel del Golfo pretendería con este ataque calentar
la plaza, es decir, causar tal conmoción en la opinión pública con un
acto de barbarie criminal que obligue al Gobierno federal a reforzar la
seguridad en la zona y así reequilibrar sus propias fuerzas frente a los
Zetas.
Kombo Kolombia había actuado en locales de Monterrey y de su área
metropolitana relacionados con los Zetas, que han sido atacados por
grupos rivales por considerarlos parte de su red de financiación. Uno de
ellos, el bar Sabino Gordo, fue el objeto de un ataque del cartel del
Golfo en julio de 2011 que causó 21 muertos. También se investigan sus
actuaciones en fiestas privadas de los Zetas e incluso en el penal Topo
Chico de la ciudad.
La mayoría de los integrantes del grupo, que iba a cumplir este mes
tres años y tenía gran éxito en la región, residían en la colonia
Independencia de Monterrey, cuna de la música colombiana y el vallenato
en México. Un barrio también donde el narcotráfico recluta sicarios,
sobre todo para los Zetas.
Kombo Kolombia estaba a punto de despegar musicalmente y se disponían
a grabar su primer disco. Ahora ya solo son parte de la lista de bajas
—otra docena de músicos han sido asesinados en los últimos años— de la
interminable violencia del crimen organizado en México.
La escalada en el asesinato de cantantes comienza en noviembre de 2006, cuando Valentín Elizalde, conocido como El Gallo de Oro,
fue asesinado a tiros al salir de una feria en Reynosa (Tamaulipas).
Desde entonces han sido asesinados ídolos nacionales como Sergio Gómez, vocalista del Grupo K-Paz de la Sierra, y otros conocidos solo regionalmente.
Como suele ocurrir en este país la identidad de los asesinos y sus
móviles se quedan sin aclarar y el caso se convierte en una especie de
leyenda popular en la que no pocas veces las víctimas quedan
injustamente bajo sospecha. Sergio Islas lleva más de 15 años
organizando eventos artísticos en distintas zonas de México: “Los
artistas viven un clima de zozobra. La inseguridad ha afectado a toda la
cadena, desde la producción de discos hasta las actuaciones. Se han
padecido ataques a bares, desaparición de grupos, como los Yerberos, por
ejemplo, y ya hay plazas donde por la violencia muchos artistas deciden
no ir”.
Islas explica que además los artistas y los organizadores de
conciertos no solo han tenido que gastar en seguridad privada en cada
una de sus visitas a un destino caliente, sino que definir hoteles,
rutas de escape y horarios de traslado para salvaguardar a los artistas
de posibles atentados o de solicitudes de “clientes raros”.
Francisco Guamea, reportero con 19 años de experiencia, advierte:
“Hay que diferenciar entre los músicos ya consolidados y el de la calle o
el de una banda que tiene que batallar para que lo contraten. Este es
el que más expuesto está. Muchos músicos tienen que sufrir la explotación de quien les contrata. La regla es: ‘Yo pago y tú tocas hasta que yo quiera”.
Aunque varios de los cantantes muertos violentamente incluían en su
repertorio los llamados narcocorridos, que ensalzan a los traficantes de
drogas, no hay un denominador común en los homicidios. En ocasiones
tocar una canción indebida puede costar la vida. Cuando el 26 de marzo
de 2008 se detuvo al presunto asesino de Valentín Elizalde, el Gobierno
dijo que el cantante había interpretado A mis enemigos, una canción considerada como un mensaje del líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán. El detenido era miembro de Los Zetas, enemigos del capo.
Un promotor musical, que pide no ser identificado, insiste en que
“muchas veces el artista ni siquiera sabe a dónde va. Te contratan para
algo y cuando llegas te llevan a otra parte, remota, donde hay pocas
personas. ¿Qué haces? Ellos se encaprichan. Y si te niegas a actuar te
presionan”.
La matanza de Kombo Kolombia ha horrorizado a México al arranque de
un nuevo sexenio, pero una semana después ya ha desaparecido de las
noticias. Tampoco hay un solo detenido. Quizá algo de la verdad sobre
sus muertes llegue en forma de un corrido que en estos momentos alguien
podría estar componiendo.
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