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jueves, 6 de diciembre de 2012

LESION MESSI

Parecía sencillo el quiebro al portero y el toque a la red. Para igualar a Gerd Müller, nada menos. Sin embargo, la gloria del más grande quedó truncada ahí, cuando la rodilla izquierda se doblaba hacia atrás. Enmudecía el Nou Camp porque el astro se retorcía sobre la hierba, agarrando la articulación primero, ahogando el dolor después, mientras le acarreaban en camilla. Algo así como 30.000 barcelonistas con el alma en vilo, pendientes del diagnóstico médico, ajenos por completo a ese empate ante el Benfica con el que se cerró la liguilla de la Champions. [Narración y estadísticas (0-0)]
Hasta pasada la medianoche ningún azulgrana encontró alivio. Hasta el comunicado oficial de los doctores, que hablaba de una "contusión ósea en la cara externa de la rodilla izquierda". Ni siquiera descartado para el domingo en el Villamarín. De la alarma, a la contusión media un abismo. El mismo que separa a Leo del resto de los mortales.
Corría el minuto 87 cuando Piqué picó ese balón al espacio y el '10' aceleró hacia Artur para el mano a mano. Pudo asistir a Deulofeu, que venía por la izquierda para empujarla. Ahí le pudo el ansia, la obsesión del récord. Era su primera oportunidad clara en media hora, desde que en el minuto 57 saltó al césped entre clamores. Antes, apenas había chutado dos veces, de libre directo, por encima del travesaño y a las manos del guardameta. Lo tenía tan a mano que parecía pan comido. Entonces, de repente, la rodilla quedó atrás.

Planas, Sergi Roberto, Rafinha

El dolor del genio y la inquietud del estadio, incrédulo ante una situación insólita. Porque ni memoria queda de esas lesiones musculares, hace casi un lustro. La gente se miraba entre sí, a la espera del primer diagnóstico. Puyol, aún sobre la hierba, intentaba levantar el ánimo. Poco después, Tito Vilanova templaba los ánimos en la zona mixta.
Mala manera de echar la persiana en el Nou Camp, un miércoles de invierno crudo, sin goles, por mucho que lo mereciera el Benfica. Sobre todo en el primer tiempo, donde acumuló ocasiones sinnúmero ante un Barça plagado de muchachos. Marc Planas en el lateral zurdo, Thiago y Sergi Roberto en la medular, más Rafinha y Tello como acompañantes de Villa. Demasiado endeble ante un buen rival, que se jugaba el pase a octavos de la Champions. El azar y la mala puntería evitaron un 0-3 antes del descanso.
Nadie lo lamentará tanto como Jorge Jesús, recordando la clamorosa ocasión de Rodrigo, los remates de Lima o los centros de John desde el perfil derecho. A casi todo replicó Pinto, un tipo ciclotímico, que hace una semana pegó el petardo ante el Alavés. Esta vez, con las mismas rastas y muchos más reflejos, salvó al equipo. Así de misterioso es esto del fútbol.

Ni Thiago, ni Song

A los guantes del gaditano se aferró un Barça sin fútbol, incapaz durante una hora de superar la presión alta lisboeta. Xavi, Iniesta y Fábregas observaban desde el palco. Busquets y Messi, desde el banquillo. No había fluidez, ni llegadas por los extremos, ni diagonales. Se veía superado Song, no agarraba el timón Thiago y el 66 por ciento de posesión se traducía en un triste disparo en 45 minutos.
Poco antes del descanso se escucharon los primeros ecos: '¡¡Messi, Messi!!' Reclamaba la gente al ídolo, para divertirse un rato, nada más. Ahí lo tenía poco después, sobre la hierba. En el primer balón, Luisao le hizo volar por los aires. Poco más tarde, Matic le marcó los tacos en un tobillo. Se le escapaba la Champions al Benfica, cada vez más fatigado, consciente del 2-1 en Glasgow. La orden era no dejar ni recibir a Leo. Hasta el fatídico minuto 87, cuando eludió a todos para enfrentar a Artur. El récord deberá esperar, pero parece que sigue al alcance.

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