Parecía sencillo el quiebro al portero y el toque a la red. Para
igualar a Gerd Müller, nada menos. Sin embargo, la gloria del más grande
quedó truncada ahí, cuando la rodilla izquierda se doblaba hacia atrás.
Enmudecía el Nou Camp porque el astro se retorcía sobre la hierba,
agarrando la articulación primero, ahogando el dolor después, mientras
le acarreaban en camilla. Algo así como 30.000 barcelonistas con el alma
en vilo, pendientes del diagnóstico médico, ajenos por completo a ese
empate ante el Benfica con el que se cerró la liguilla de la Champions. [Narración y estadísticas (0-0)]
Hasta pasada la medianoche ningún azulgrana encontró alivio. Hasta el
comunicado oficial de los doctores, que hablaba de una "contusión ósea
en la cara externa de la rodilla izquierda". Ni siquiera descartado para
el domingo en el Villamarín. De la alarma, a la contusión media un
abismo. El mismo que separa a Leo del resto de los mortales.
Corría el minuto 87 cuando Piqué picó ese balón al espacio y el '10'
aceleró hacia Artur para el mano a mano. Pudo asistir a Deulofeu, que
venía por la izquierda para empujarla. Ahí le pudo el ansia, la obsesión
del récord. Era su primera oportunidad clara en media hora, desde que
en el minuto 57 saltó al césped entre clamores. Antes, apenas había
chutado dos veces, de libre directo, por encima del travesaño y a las
manos del guardameta. Lo tenía tan a mano que parecía pan comido.
Entonces, de repente, la rodilla quedó atrás.
Planas, Sergi Roberto, Rafinha
El dolor del genio y la inquietud del estadio, incrédulo ante una
situación insólita. Porque ni memoria queda de esas lesiones musculares,
hace casi un lustro. La gente se miraba entre sí, a la espera del
primer diagnóstico. Puyol, aún sobre la hierba, intentaba levantar el
ánimo. Poco después, Tito Vilanova templaba los ánimos en la zona mixta.
Mala manera de echar la persiana en el Nou Camp, un miércoles de
invierno crudo, sin goles, por mucho que lo mereciera el Benfica. Sobre
todo en el primer tiempo, donde acumuló ocasiones sinnúmero ante un
Barça plagado de muchachos. Marc Planas en el lateral zurdo, Thiago y
Sergi Roberto en la medular, más Rafinha y Tello como acompañantes de
Villa. Demasiado endeble ante un buen rival, que se jugaba el pase a
octavos de la Champions. El azar y la mala puntería evitaron un 0-3
antes del descanso.
Nadie lo lamentará tanto como Jorge Jesús, recordando la clamorosa
ocasión de Rodrigo, los remates de Lima o los centros de John desde el
perfil derecho. A casi todo replicó Pinto, un tipo ciclotímico, que hace
una semana pegó el petardo ante el Alavés. Esta vez, con las mismas
rastas y muchos más reflejos, salvó al equipo. Así de misterioso es esto
del fútbol.
Ni Thiago, ni Song
A los guantes del gaditano se aferró un Barça sin fútbol, incapaz
durante una hora de superar la presión alta lisboeta. Xavi, Iniesta y
Fábregas observaban desde el palco. Busquets y Messi, desde el
banquillo. No había fluidez, ni llegadas por los extremos, ni
diagonales. Se veía superado Song, no agarraba el timón Thiago y el 66
por ciento de posesión se traducía en un triste disparo en 45 minutos.
Poco antes del descanso se escucharon los primeros ecos: '¡¡Messi,
Messi!!' Reclamaba la gente al ídolo, para divertirse un rato, nada más.
Ahí lo tenía poco después, sobre la hierba. En el primer balón, Luisao
le hizo volar por los aires. Poco más tarde, Matic le marcó los tacos en
un tobillo. Se le escapaba la Champions al Benfica, cada vez más
fatigado, consciente del 2-1 en Glasgow. La orden era no dejar ni
recibir a Leo. Hasta el fatídico minuto 87, cuando eludió a todos para
enfrentar a Artur. El récord deberá esperar, pero parece que sigue al
alcance.
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