Madeline y Rumaisa tenían mucha prisa por nacer. Tanta, que llegaron al mundo antes de que les tocara, con menos de 300 gramos de peso y un tamaño similar al de un teléfono móvil. Cuando las vieron, pocos apostaron por su futuro. Pero se equivocaron, porque no sólo han conseguido salir adelante, sino que hoy, años después de su alumbramiento, llevan una vida completamente normal.
Su historia la cuenta esta semana la revista 'Pediatrics' , que ha repasado la evolución de estos dos 'milagros' de la biología.
Con sólo 280 gramos de peso, Madeline se convirtió en 1989 en el bebé más pequeño de la historia que lograba sobrevivir. La preeclampsia que padecía su madre -una complicación del embarazo que provoca hipertensión arterial-, estaba provocando alteraciones en su desarrollo, por lo que, tras tomar algunas precauciones, los médicos decidieron interrumpir la gestación a las 26 semanas de embarazo y practicar una cesárea.
Tenía pocas posibilidades de sobrevivir, pero tras varios meses de cuidados, consiguió abandonar el hospital. Tenía 122 días de vida y pesaba poco menos de dos kilos cuando 'nació' de nuevo.
La historia de Rumaisa
Rumaisa batió todos los récords cuando llegó al mundo en 2004 con sólo 260 gramos de peso. Su madre también padecía una severa preeclampsia, entre otras complicaciones por un embarazo gemelar, así que su gestación no fue fácil. Nació con sólo 25 semanas y tuvo que pasar varios meses con ventilación mecánica y otras terapias para garantizar su desarrollo. A los 142 días de vida, y cuando había alcanzado los dos kilos y 300 gramos, los médicos le dieron el alta y pudo irse.
Tanto Madeline como Rumaisa fueron noticia en su día. Su nacimiento acaparó la atención de flashes y focos, pero nada se sabía sobre la evolución de su desarrollo.
"La supervivencia de los bebés que nacen con menos de 400 gramos de peso atrae la atención mediática, pero a menudo no hay un seguimiento de la atención médica y del crecimiento posterior", comentan en la revista médica los especialistas del Loyola University Medical Center (Illinois, EEUU) que han tratado a Madeline y a Rumaisa.
Movidos en parte por esta 'laguna', estos investigadores decidieron contar qué había pasado con las dos niñas prematuras años después de sus complicados nacimientos. Según sus datos, a los tres años de vida, ambas pequeñas presentaban unas capacidades motoras y lingüísticas adecuadas para su edad. De hecho, las dos fueron cumpliendo con todos los parámetros de desarrollo que habitualmente evalúan los pediatras.
Hasta el punto que hoy, 20 años después de su nacimiento, Madeline es una brillante estudiante de Psicología sin ningún tipo de trabas y , Rumaisa, que ahora tiene siete, asiste a clases con niños de su edad con un plan educativo individualizado. Eso sí, las dos tienen un peso y una altura menor que la media.
En sus conclusiones, los especialistas destacan la importancia de estos datos para la atención de los prematuros, si bien advierten que estos resultados "no son necesariamente los típicos".
Tanto en el caso de Madeline como en el de Rumaisa, explican, se dan varias circunstancias que generalmente se asocian con unos mejores resultados. En primer lugar, ambas tenían una edad gestacional muy superior a la que se correspondería con un peso tan bajo (a las 25 o 26 semanas un feto normalmente pesa mucho más, pero la preeclampsia de sus madres había hecho que apenas hubieran crecido).
Antes de nacer
Por otro lado, las dos recibieron un tratamiento antes de nacer para favorecer su maduración post parto y, además, las dos eran mujeres.
"Una comparación directa entre estos dos casos y otros premautres podría proporcionar falsas expectativas a las familias, a los profesionales y, en general, a toda la comunidad médico legal", señalan los investigadores.
Con todo, en su texto también subrayan que sus datos demuestran los avances conseguidos en los últimos años y hacen necesario abrir el debate sobre los parámetros a partir de los cuales debe considerarse la viabilidad de un feto.
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