Francisco Javier Flores estaba «amargado» de vivir recogido en casa de sus suegros, en una habitación con su mujer, Inmaculada Casado, embarazada de seis meses, y su hija de 3 años. No dormía en la casa de sus propios padres porque allí ya había overbooking al tener que hacer sitio para su hermana María, su hija, su marido y otros familiares. Cuenta Francisco que hace nueve meses él y su hermana comenzaron a hablar con otras tres parejas del pueblo sevillano de El Coronil, igualmente sin vivienda propia y en paro, acerca de un plan que cambiaría sus vidas.
Detectaron que en un conjunto de doce casas adosadas y cuatro pisos junto al recinto ferial, en la ronda de Cerro Palo, junto a algunas viviendas habitadas había otras que desde su construcción llevaban "seis años vacías y abandonadas". Poco a poco, averiguaron que no tenían dueño particular sino que estaban en el limbo desde que la empresa constructora o promotora quebró y cuatro casas y dos pisos sin vender pasaron a una junta de acreedores formada por no saben bien qué bancos.
Como ni del constructor ni de los bancos había noticia, se reunieron de nuevo y decidieron ocuparlas. El jueves 15 de septiembre se armaron de valor y saltaron por los patios traseros para meterse en las casas y estrenarlas. Hablaron con los vecinos para hacerles ver que son familias normales a las que no hay que temer. Calmaron a la dueña argentina de un piso vacío que vino asustada creyendo que se lo habían ocupado, explicándole que sólo entrarían en los que fueran de los bancos. Dicen que algunos vecinos se alegraron incluso de que las casas estén por fin habitadas. No ha habido incidentes, y la Guardia Civil los ha dejado tranquilos porque nadie los ha denunciado.
Francisco Javier se quedó con la casa del número 11, su hermana María con la del 9, Adrián y Encarnación con la del 5, y las otras dos familias con la casa del 12 y el piso 1º A. Metieron camas, sillas y mesas y comenzaron a limpiar y pintar con la ayuda de sus padres, como cualquier pareja joven que estrena su nido. Recuerdan que el día siguiente se formó un desfile de gente que preguntaba si había más casas libres que ocupar. Sí, saben que hay un piso más del banco, pero aseguran que aún no han podido identificar cuál. A los que querían imitarlos les aconsejaron que buscaran en el pueblo, porque "hay más casas vacías" esperando familia. Justifican esta acción porque "no se construyen viviendas sociales".
Por el derecho a una vivienda digna
Adrián Núñez, de 26 años, es hijo del anterior alcalde, José Antonio Núñez, miembro de IU y del Sindicato de Obreros del Campo (SOC). Pero el joven, después de que venga a visitarlos el líder jornalero Diego Cañamero, aclara que la ocupación es fruto de la necesidad pura y dura de estas cinco parejas y no una protesta política. Aunque añade, con satisfacción, que está convencido de que los van a imitar en toda España. "Cuando la gente vea que no pasa nada, se va a correr como la pólvora", vaticina Adrián. "Todo el mundo tiene derecho a una vivienda digna, según dice la Constitución. ¿Cuánta gente hay sin casa y cuántas hay vacías?".
Ya no se trata sólo de impedir que el banco te desahucie de tu piso por no poder pagarle la hipoteca, y de atrincherarte y llamar a vecinos y a activistas del 15-M para que te apoyen. Esta otra táctica, puesta en práctica con éxito por jornaleros en paro de El Coronil, consiste en pasar a la ofensiva y ocuparle al banco una vivienda que tenga vacía y abandonada, y esperar a ver quién te echa. Pueden pasar meses. O años.
Aseguran en una reunión en la casa de Mari que quieren pagar un alquiler y que cuando llegue alguien del banco negociarán y le harán una oferta, aunque avisan de que al vivir sólo de los pocos jornales que da el campo (estos días el verdeo de la aceituna) la cifra debe ser modesta.
Las casas tienen tres habitaciones, tres cuartos de baño, salón, cocina, patio interior y otro exterior para aparcar. Se pusieron a la venta por unos 162.000 euros. Ahora el dueño legal de una la ofrece en un cartel por 115.000. A las familias ocupas les salen gratis, si bien opinan que le hacen "un favor" al banco al habitarlas y cuidarlas. Dicen que al llegar encontraron preservativos de otras pobres parejas sin techo que, como están al lado de la feria, se colaban en las casas para hacer el amor.
Van a pedir a Aguas del Huéznar y a Sevillana Endesa que les conecten el agua y la luz. Quieren pagarla como cualquiera, pero al carecer de papeles no creen que se la den. Van a ducharse a casa de los padres, que les traen comida, y se alumbran por la noche con linternas. Compensa esa incomodidad el tener ahora todo el espacio del mundo: Adrián y Encarnación se han podido independizar de sus padres, y los hermanos Flores ya no tienen que dormir apretados con sus familias en una habitación. Francisco Javier ya ha echado raíces y dice a la puerta de su adosado: "Voy a luchar por esta casa hasta el final. La siento como si fuera mía. No voy a permitir que me claven un porrón de millones, cuando está abandonada. Esta casa ya es mía".
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