Día 1: 55 KILÓMETROS. DE SCHWEICH A BERNKASTEL-KUES
En Schweich comienza el recorrido, es una localidad situada a 10 kilómetros de Tréveris a la que usted y su bici llegarán cómodamente en tren: en Alemania las bicicletas son ciudadanos de primera clase que viajan gratis, en su propio vagón y con cinturón de seguridad. El primer tramo del carril no se aleja del río, que ondea al pie de laderas de viñedos cada vez más escarpadas. Está salpicado por animados bier garten, terrazas donde los radlers, apelativo coloquial para denominar a los ciclistas, degustan a su vez radlers, que en su segunda acepción significa cerveza con limón, mientras contemplan el paisaje o el variopinto estilismo del resto de cicloturistas que pasan por el carril. Tras cruzar Neumagen-Dhron, una de las muchas localidades que proclama ser la ciudad vitícola más antigua de Alemania, el carril se aparta del río para adentrarse entre hileras de vides durante unos kilómetros y brinda unas asombrosas perspectivas de sus empinadas riberas. Finalmente, volverá a la orilla y pasará por Piesport, un importante puerto en la época romana. La etapa termina en una de las localidades más hermosas del viaje: Bernkastel-Kues.
Día 2: 20 KILÓMETROS. DE BERNKASTEL-KUES A TRABEN-TRARBACH
La segunda jornada es la más relajada de las cuatro, ya que tanto Bernkastel-Kues como Traben- Trarbach merecen tiempo y sus doloridos gemelos, descansar en posición bípeda. Coronado por las ruinas del castillo de Landshut, Bernkastel-Kues es un precioso pueblecito con dos mil años de historia. Sus coloridas casas medievales de entramado de madera, como la peculiar spitzhäuschen, o casa puntiaguda, que se mantiene en asombroso equilibrio desde el siglo XV, son las más bellas de la región. El paisaje entre Bernkastel y Traben-Trarbach alterna vides y bosque, y durante unos kilómetros el carril bici discurre por umbríos parajes. Es recomendable pasar la noche en la romántica Traben-Trarbach. A ambos lados del Mosela, tanto Traben como Trarbach, dos municipios distintos hasta 1902, cuentan con hermosas casas modernistas edificadas por los ricos bodegueros del lugar durante la belle époque, cuando la ciudad era la segunda productora de vino de Europa después de Burdeos. Desde el singular hotel Bellevue, una de estas construcciones art déco que conserva el mobiliario de la época, podrá disfrutar del animado trasiego de gabarras, cruceros y piraguas que surcan el río y de las vistas de las peculiares ruinas del castillo de Grevenburg.
Día 3: 50 KILÓMETROS. DE TRABEN-TRARBACH A COCHEM
Tras una primera parada en Zell an der Mosel, el lugar perfecto para tomarse una bratwurst frente al Mosela, en esta etapa las vides vuelven a ganar terreno al bosque y a la ley de la gravedad: en Bremm se encuentra el viñedo más escarpado de Europa. Frente a esta misma localidad, las ruinas del monasterio de Stuben decoran el impresionante meandro que protagoniza la mayoría de las fotografías aéreas del Mosela. Unos kilómetros después, Belstein, un diminuto y coqueto pueblecito medieval que ha sido escenario de varias películas históricas alemanas, es el lugar idóneo para reponer fuerzas con un kaffe und kuche (café con tarta). La jornada culmina con la espectacular llegada a Cochem, dominada por un impresionante castillo restaurado en el siglo XIX. Sus numerosas terrazas, restaurantes con tanz (baile) y barcos amarrados con espectáculos en vivo de canción melódica alemana son la prueba de que es la localidad más turística del Mosela.
Día 4: 50 KILÓMETROS. DE COCHEM A COBLENZA
En esta última etapa se multiplican los pueblos pintorescos, como Klotten, Hatzenport, Alken o Kobern, junto con sus respectivos castillos defensivos situados en puntos elevados y estratégicos. Si desea visitarlos, no se preocupe, no tendrá que pedalear: hay autobuses municipales que llevan hasta dichos monumentos, que ofrecen espléndidas vistas de la zona. Por fin, llegamos a Coblenza, donde el ciclista y el Mosela terminan su camino y desembocan en el Rin. Tras la obligada visita del casco viejo de la ciudad, el satisfecho viajero y su bici emprenderán el asombrosamente breve camino de vuelta: un tren les devolverá a su punto de partida, Tréveris, en solo hora y media. Al fin y al cabo, lo que importa es el viaje.
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