Los experimentos con más de 5.500 enfermos, soldados, prisioneros, prostitutas y huérfanos guatemaltecos entre 1946 y 1948 no fueron sólo responsabilidad de un doctor inexperto. Médicos de Harvard o el Departamento de Sanidad los aprobaron. Expertos de la Universidad Johns Hopkins participaron directamente en las pruebas. Y el Estado se gastó centenares de miles de dólares.
"Los experimentos tenían una beca de más de 170.000 dólares, lo que era mucho dinero para la época", explica a ELMUNDO.es Val Bonham, directora ejecutiva de la comisión bioética de investigación encargada del caso en Washington.
Val Bonham
Cutler, el doctor de 28 años que lideró la infección premeditada de 1.300 personas con sífilis o gonorrea, consiguió una beca inusualmente cuantiosa e incluso logró que se la renovaran. En total, 171.950 dólares de 1946, que ajustados a la inflación de 2011 serían más de 1.992.168 dólares (más de 1,4 millones de euros), según el cálculo del Departamento de Estadística de EEUU.
Al menos 1.300 personas fueron infectadas y sólo cerca de la mitad recibieron tratamiento después. A los pocos meses, al menos 83 murieron, si bien se desconoce la relación exacta con los experimentos. Además, miles de personas fueron utilizadas para análisis de sangre y punzamientos lumbares en contra de su voluntad, entre ellas dos centenares de niños huérfanos. El más pequeño era un bebé de sólo un año.
Más de 125.000 documentos
La comisión ha estudiado más de 125.000 páginas de documentos, rescatados de los archivos de John Cutler en la Universidad de Pittsburgh y de bibliotecas públicas y privadas en EEUU y Guatemala. La directora reconoce que "es difícil recabar información de lo que pasó hace 65 años", pero el panel ha logrado identificar a una veintena de médicos, estadounidenses y guatemaltecos, directamente involucrados.
En algunos casos eran militares, muy interesados en ver los efectos de la penicilina para curar enfermedades venéreas de sus soldados. También había varios expertos de la Universidad Johns Hopkins, de Washington, una de las más prestigiosas en Medicina. La comisión tiene clara su responsabilidad moral. "Sabían lo que hacían y, de hecho, debieron recibir algún aviso porque la investigación terminó de forma prematura, según Cutler", explica Bonham. La responsabilidad legal será más difícil, sino imposible, de determinar.
"Puede que todos los médicos involucrados estén muertos", asegura, después de haber examinado las pruebas del estudio descubiertas por primera vez por una académica. La dificultad para llegar a los papeles se debe al secretismo de Cutler, que, como recuerda Bonham, fue alabado por sus resultados hasta su muerte.
El doctor presidía una comisión de colaboración con países latinoamericanos, si bien la elección de Guatemala fue casual, por el interés de un médico guatemalteco que estudió en EEUU y que quería conseguir ayuda para construir un laboratorio, Juan Funes. "Él lo propuso", cuenta la directora de la investigación, que asegura que no hay ningún rastro de que hubiera más experimentos en otros países vecinos. "No tenemos ninguna prueba de que el proceso de infección intencionada sucediera en ningún otro lugar", asegura la experta.
La comisión trabaja ahora en recomendaciones sobre los límites de las pruebas con personas. "Lo importante es que nunca vuelva a pasar. El uso de humanos en experimentos médicos es necesario, pero con el debido consentimiento", dice.
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