El adolescente de este vídeo vendió en abril un riñón para comprar un iPad y un iPhone. Sólo tuvo que ir a Internet y poner un anuncio. Le pagaron 2.000 euros, una cifra, encima, un 58% por debajo del precio del mercado.
Más allá de la locura adolescente (en este caso, en sentido literal), la brutal anécdota es un reflejo de una realidad ignorada: el tráfico de órganos. La Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo dependiente de Naciones Unidas, estima que el 10% de los 63.000 riñones que se trasplantan cada año son obtenidos ilegalmente.
De hecho, el tráfico de órganos es la décima actividad criminal más lucrativa del mundo, con una cifra de negocio de unos 820 millones de euros anuales. Con 200.000 personas esperando un trasplante de riñón cada año, no es de extrañar que ese comercio ilícito esté, además, creciendo exponencialmente (España es uno de los países considerados como modélicos por la OMS en materia de trasplantes de órganos).
Algunos expertos, como el Premio Nobel de Economía, Gary Becker, han propuesto eliminar el problema creando un mercado regulado de tráfico de órganos. La idea ha sido controvertida, aunque al menos Becker agradecía en una entrada en el blog que comparte con el jurista Richard Posner el hecho de que “los comentarios [que la propuesta generó] han llevado a una discusión muy sofisticada, con un mínimo de ataques personales”. Aunque nos pueda sonar aberrante, la venta de órganos, estuvo, al menos en Estados Unidos autorizada hasta 1984.
Pero hoy, con la globalización, acaso sea el momento de resucitar esa idea. O al menos de abrir un debate similar al de la legalización de las drogas. De lo contrario, el mercado negro de órganos va a seguir creciendo.
Eso es lo que indican los hechos. El Gobierno chino, por ejemplo, ha sido acusado de extraer órganos de presos miembros de la organización religiosa Falun Gong. Y los incentivos para vender partes del cuerpo humano son notables. En muchos países en vías de desarrollo, un intermediario puede comprar un órgano por 2.000 euros y venderlo por más de 30.000. Eso es, posiblemente, lo que ha pasado con el riñón del adolescente que quería su iPad y su iPhone. Con lo que ha pagado el intermediario, da para toda una sección de una tienda de Apple.
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