La noticia es un revés para el lobby nuclear internacional, pues Alemania es un país importante cuyo ejemplo arrastra, pero para Alemania es un mero un regreso al punto de partida nacional: una ley del año 2000 del gobierno roji-verde (socialdemócratas y verdes) ya establecía la desnuclearización total para 2021. Merkel la anuló, lo que sacó a más de medio millón de alemanes a la calle y resucitó al movimiento antinuclear, pero el tsunami japonés ha vuelto a poner las cosas en su sitio.
La comisión de expertos creada por Merkel para apoyar su forzada marcha atrás después de Fukushima, dice cuatro cosas. Que no hay problema para el suministro eléctrico si se cierran todas las centrales en 2021. Que los ocho reactores más antiguos e inseguros, que fueron temporalmente desconectados tras el accidente japonés, deben ser cerrados definitivamente de manera inmediata. Que los restantes nueve reactores que se consideran más fiables deben ser desactivados escalonadamente lo antes posible, de acuerdo a su nivel de riesgo y a la importancia que tengan para la red eléctrica. Y que todo ello no afectará a los objetivos nacionales de reducción de emisión de CO2, reducción del 40% para el 2020 y del 80% en 2050.
“La desconexión de las siete centrales nucleares” (en reacción a Fukushima) ha demostrado que las demás centrales pueden compensar sin problemas la pérdida de 8,5 gigavatios”, señala la comisión, cuyo nombre es “comisión de ética”. Pero la frase central de su informe, adelantado ayer por la prensa, dice así: “La comisión de ética recomienda el abandono total de la energía nuclear”. Y añade: “hay muchas alternativas a la energía nuclear, y todas ellas tienen menos riesgos”.
La pregunta es si para este viaje hacían falta las alforjas de la “comisión de ética”. Veinticinco años después de Chernobyl y con los reactores de Fukushima lanzando sin cesar radiación (lo que ha cesado es la información al respecto), las conclusiones de esta comisión, que bien podría haberse llamado “comisión hoja de parra para tapar la marcha atrás del gobierno” son una banalidad para la mayoría de alemanes que se opone a la energía nuclear. El asunto, sin embargo no lo es.
Lo que está ocurriendo en Alemania con el apagón nuclear es algo verdaderamente insólito y se llama democracia: un gobierno aceptando la opinión, mayoritaria y generada a lo largo de tres generaciones de movimiento civil, de su población. No ocurre con la guerra de Afganistán, no ocurre con los recortes sociales, no ocurre con la política hacia los mercados financieros, temas todos ellos que cuentan con amplias mayorías sociales apuntando claramente a políticas distintas de las que se practican, pero ocurre con la política nuclear. El asunto no se acaba aquí. La conclusión de la comisión no es vinculante y organizaciones civiles, grupos cristianos y sindicatos han convocado marchas en 21 ciudades alemanas para el 28 de mayo. Se quiere un apagón aun más rápido.
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