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martes, 5 de abril de 2011

Fútbol y nacionalismo : La falacia de la furia española



Las celebraciones del Mundial y de la Eurocopa supusieron un boom del patriotismo español. Sin embargo, aquellas masas ignoraban que esa presunta furia, esa leyenda, se la deben a un militante de
ANV. Y es que, ¿quién iba a decirle a Belauste que un gol tan valioso a la larga iba a ser tan contraproducente para sus ideas? Quien tuvo que exiliarse temporalmente en 1922 por gritar en un mitin del PNV “¡Muera España!”, y definitivamente tras la Guerra Civil, fue el involuntario protagonista del mito fundacional de “la furia española”.

Juegos Olímpicos de Amberes, 1920, un joven vasco de más de 1,90 grita a su amigo y compañero: “¡A mí, Sabino, que los arrollo!”. Y efectivamente, Sabino hizo caso y centró el balón hacia su compañero Belauste que no quedó por mentiroso y, tras formar un gran tumulto en el área, acabó dentro de la portería con los defensas suecos y por supuesto el balón. Al día siguiente un periodista holandés tituló su crónica “La furia española”.

Las consecuencias de una acción histórica no se conocen hasta pasados los años y, seguramente, si el delantero del Athletic y capitán de la selección española hubiera sabido que aquella frase y su posterior gol iban a dar pie a todo esto, se lo hubiera pensado.

Aquel equipo de Belauste, la primera selección española de la historia, encarnaba perfectamente la imagen de esos héroes que con una gran hazaña protagonizan el mito fundacional de algo, en este caso de la selección española y su presunta belicosidad: gente humilde, del entonces tercer mundo de Europa, bajitos y morenos, que comandados por un hombre de casi dos metros y encorajados por su patriotismo desafían a unos jóvenes nórdicos, robustos y pretenciosos, para finalmente vencerlos con sus propias armas. La historia era perfecta. Salvo por el hecho de no ser cierta. Sin embargo, en plena Guerra del Rif, desastre de Annual incluido, no podía desaprovecharse la ocasión de utilizarla para reforzar la unidad nacional ante los desmanes del Rey Alfonso XIII.

Con la llegada de la II República, y con Belauste ya militando en la recién creada ANV, el mito siguió aunque con otras características. Curiosamente el capitán del equipo en el mayor logro de la selección en esos años, la consecución de la clasificación para cuartos de final en el Mundial de Italia de 1934, era otro destacado militante abertzale de izquierdas: Luis Regueiro. Por si fuera poco el seleccionador, García de Salazar, era fundador y también activo militante del partido.

Tras la Guerra Civil y con el inicio del Franquismo se produce la verdadera explosión política e identitaria de “la furia española”. Decía César Luis Menotti, el entrenador argentino, que existe un fútbol de izquierdas y un fútbol de derechas. El fútbol de izquierdas lo identificaba con el juego combinativo, de grandes pases y regates, siempre buscando el espectáculo. El de derechas, según su visión, sería el fútbol físico, defensivo, basado en atributos como la disciplina, la fuerza y la garra.

Pese a la distancia ideológica entre él y Franco, parece que el dictador español estuvo de acuerdo con eso y el régimen se empeñó en presentar cada partido de España como una batalla. Daba lo mismo que el fútbol de la selección fuese vistoso y preciosista, el régimen quería identificarlo con valores belicosos. El entrenador argentino Ángel Cappa lo explica: “La furia es un invento del Franquismo. España ganó la Copa de Europa de 1964 con un equipo de jugadores tocadores. Muy parecido al concepto actual: Lapetra, Luis Suárez, Del Sol, Perera, Amancio... Lo que es falso es la furia. No existió”.

Tapar miserias

¿Puede ser que un estilo de juego influencie la conciencia nacional? Por extraño que parezca no hay más que ver el empeño que han puesto durante la historia en intentar identificar el juego español con la furia. Una furia que emana de la fuente del ser español, un sentimiento que prácticamente da poderes sobrenaturales a los jugadores para enfrentarse a cualquiera.

Hoy ese concepto de “furia española” sigue vivo y es sacado a relucir por los periodistas cuando las cosas van mal, con ese cariz patriótico que perdura, y más en un país que debido a su historia no tiene símbolos nacionales a los que agarrarse acríticamente para tapar sus miserias. ¡Qué diría Belauste si viese la que lió con su remate!

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