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domingo, 13 de febrero de 2011

México desde dentro (V) Los vagoneros del D.F

Jota Izquierdo es artista visual. Hace un año que este valenciano, reside de forma permanente en el Distrito Federal.

La primera vez que subió al metro de la capital mexicana, se asombró al ver la cantidad de vendedores que con gracia y creatividad canturreaban "verbos" para vender cualquier producto, de moda o descatalogado.

"Le traigo a la venta la bandera luminosa, bandera tricolor, para estas fiestas patrias, para sobresalir del montón, para bonito regalo o para uso personal". Rimas y entonaciones que arrastraban tras sus palabras, un estudio previo. "Se notaba que detrás de cada vendedor había un estudio de mercado y una estructura de venta muy desarrollada".

Películas actuales, antiguas, libros descatalogados que vuelven a poner en funcionamiento. Dulces, maquillaje, bolígrafos. Cualquier cosa porque aquí todo se vende. Los vendedores ambulantes que operan en el metro, se les conoce como vagoneros. Los dueños del mundo subterráneo de la Ciudad de México.

La venta ambulante es una pieza más del puzzle de la economía informal, que en México representa el 40% de su economía. "Se manifiesta de diferentes formas: Blanquear dinero, venta de drogas, trata de mujeres o venta ambulante".

"La economía informal es una necesidad de absoluta supervivencia y aquí es evidente", dice el artista para quién de la observación de esta realidad, realizó una investigación, que ahora se puede ver reflejada en la exposición, "Capitalismo amarillo", en el MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo, de la UNAM).

"El capitalismo nos prometió una vida mejor y el capitalismo amarillo muestra que en realidad estamos viviendo en una copia de esa promesa", concluye J. Izquierdo.

La mafia del metro

En una ciudad de unos 22 millones de habitantes, la venta ambulante se cuela en cada calle. Este reportaje solo habla de los que operan en el metro, pero si se sumara la mercancía que se ofrece en todos los semáforos de la ciudad, en los autobuses, en los improvisados mercados y hasta en los restaurantes, las cifras podrían parecer irreales por excesivas.

Según el censo de la Gerencia de Seguridad Institucional del Sistema de Transporte Colectivo (STC-Metro), en la Ciudad de México hay 2.868 vagoneros liderados por 15 organizaciones distintas.

Una auténtica mafia que funciona a través de Asociaciones Civiles quienes se encargan de marcar su territorio en las vías.

Cómo en todos los grupos, las reglas y códigos de comportamiento tienen que ser escrupulosamente respetadas, como la antigüedad a la hora de elegir a sus líderes, encargados de distribuir los equipos de venta, como las mochilas-bocina, los discos y demás materiales a los vendedores.

Según esta misma fuente, durante el año 2010 se realizaron 78.645 remisiones. Cada vagonero es llevado a los juzgados unas 27 veces al año. Ellos con la mercancía cubierta de bolsas de plástico negras, sortean entre los vagones a la policía que les sigue muy de cerca.

Legalmente está prohibida la venta y aunque tratan de desmantelar esta fuerte red habilitando improvisados pupitres de venta en las paradas, siguen saltando al tren, pues el negocio se encuentra en las vías.

Si el inexperto ojo observa a estas personas, pensaría que la venta de chicles en el metro es su única salida laboral. La realidad siempre promete sorpresas. Todos los vendedores entrevistados disfrutan y son felices con su modo de vida.

Entre los vagoneros, licenciados y familias enteras que trabajan hasta doce horas al día, para sacar a sus hijos adelante. Cada semana se acercan a alguno de los grandes mercados de la ciudad, para abastecerse de los productos.

Música, documental, dvd, material educativo y "chinaderas", esos productos básicamente inútiles que se hacen en China como si su única función fuese servir de empleo a mucha gente. Ellos saben de las horas pico, por las tardes lo más vendido son los dulces y los productos escolares, cuando los niños salen de la escuela y viajan en metro con las abuelas.

Mónica dice que tiene diecinueve años, aunque su aspecto delata quince. Sonríe mientras cuenta tímidamente que le gusta vender en el metro y que es mejor que estudiar, "porque se gana mucha lana", dice.

Una buena jornada laboral para ella equivale a un sueldo de 500 pesos (30 €) por día. Si se multiplica esta cantidad por los días restantes del mes, el salario conseguido no se podría equiparar a lo que ganaría en un modesto trabajo por cuenta ajena. Aunque ella es una excepción, el salario habitual de los vagoneros, es de 250 pesos (15 €) al día.

Reacios a hablar si ven una cámara, algunos de ellos cuentan tras muchas insistencias y discreción que viven bien pero que trabajan mucho. "Esto te tiene que gustar, pero como te guste, te gusta mucho", cuenta Guadalupe, una joven vagonera con dos décadas de trabajo a sus espaldas.

"Vendo en el metro desde los diez años. No tengo horario, ni patrón y me permite trabajar cuando quiero". Un arma de doble filo, pues aunque tienen un férreo control sobre su economía, no pueden ahorrar o tener ingresos en el banco. Por supuesto si se ponen enfermos, la crisis es inmediata. Aunque, el resto de los vagoneros tratan de ayudar si alguien está en apuros.

También se encuentran con multitud de problemas, desde caerse a las vías, a peleas, robos o traiciones. En los vagones del metro se encuentra el México más subalterno, más crispado y más dolido. Ese que se busca la vida todos los días. Es el México no oficial.

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