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domingo, 6 de febrero de 2011

La detención de un espía israelí en Egipto sugiere todo lo que Washington y Tel Aviv se juegan en este país

Un video amateur en el que se muestra la detención en Egipto de un supuesto espía perteneciente a la Unidad de Reconocimiento del Estado Mayor Israelí, el Sayeret Matkal, indica lo preocupado que está Tel Aviv por el torbellino en el que está inmerso el régimen de Mubarak y sugiere que hay ya en marcha intentos de desestabilizar la revolución popular egipcia por parte de fuerzas externas.

Mientras tanto, el sabotaje del principal gasoducto egipcio-israelí, llevado a cabo en la madrugada de hoy (sábado) por atacantes desconocidos en la ciudad de El Arish, situada al norte del Sinaí, podría ser el comienzo de una campaña para desestabilizar Egipto y legitimar otra intervención extranjera en ese país, intervención que favorecería los esfuerzos israelíes y estadounidenses para salvar al régimen que tan lealmente ha servido sus intereses y que ahora está escapando a su control.

El video (1), que se ha transmitido por el canal iraní Press TV (2), muestra cómo el ejército egipcio se lleva a un hombre no identificado en medio de los gritos de los manifestantes contra el gobierno. Hay informaciones que advierten que fueron los manifestantes quienes inicialmente apresaron a dos israelíes cuando viajaban en un coche en medio de un escenario de violentos enfrenamientos en la capital del país, El Cairo.

Esos incidentes se producen tras los recientes comunicados del gobierno israelí en los que afirma que “sigue muy de cerca” el levantamiento popular en Egipto, levantamiento que, tras once días de manifestaciones en la calle desafiando el toque de queda por todo el país, amenaza con derrocar al régimen de treinta años de duración de Mubarak, que ha contado con tanto apoyo de EEUU. A pesar de los intentos del régimen para sacar a la gente de la calle a golpes, con piedras, cuchillos, armas y bombas de gasolian, el movimiento de protesta sigue firmemente adelante negándose a claudicar, de hecho es cada día más fuerte.

Sólo hace unos días se informaba de que Israel había enviado equipamiento para dispersar a las multitudes a la asediada dictadura de Mubarak, con la que Tel Aviv y Washington cuentan como “importante aliado”.

Según el Middle East Monitor, fuentes del gobierno israelí dicen que el estado de Israel ha puesto “todas sus capacidades” a disposición del General Omar Suleiman, el recién designado vicepresidente por Mubarak y desde hace mucho tiempo colaborador del Mossad, para “proteger al régimen de Egipto” (3). Los medios occidentales están vendiendo a Suleiman como el aparente heredero designado por Washington para un régimen post-Mubarak.

Desde una perspectiva más amplia, queda claro que Tel Aviv, y sobre todo su patrocinador de Washington, están petrificados por la amenaza que el levantamiento egipcio representa para todos sus intereses vitales en Oriente Medio, África del Norte y más allá. Esto explica las febriles comunicaciones militares y diplomáticas de la pasada semana entre esas dos capitales y El Cairo. Si piensan en ello, las vehementes comunicaciones del presidente estadounidense Obama y todos los altos funcionarios de su gobierno, las seguridades de ayuda militar desde Washington y Tel Aviv, la descarada intromisión en los asuntos de un estado supuestamente soberano, y ahora, al parecer, la implicación de agentes secretos, todo ello nos habla de una cosa: pánico.

Israel está viendo cómo pierde a un aliado y colaborador clave –el Egipto del aparato militar de Mubarak- para la ejecución de una guerra criminal contra el pueblo palestino y sus agresiones contra el Líbano, Siria e Irán. Sin su cómplice egipcio, la capacidad de Israel para emprender guerras en la región se ve significativamente debilitada.

Para Washington, las apuestas son incluso más altas. Tanto Egipto como Israel son piedras angulares de las ambiciones imperiales. Para el redil estadounidense, la pérdida de Egipto –con una población de más de 80 millones de habitantes, la mayor del mundo árabe- supondría la misma clase de trauma del que Washington está aún recuperándose desde que perdió al Shah de Irán a causa de la revolución iraní de hace 32 años. Con la inminente pérdida añadida de Egipto –un líder natural para el mundo árabe cuyo papel positivo ha sido distorsionado y suprimido por EEUU mediante su títere Mubarak-, el trauma que se apoderará de los diseños geopolíticos de EEUU será aún mayor.

Un Egipto verdaderamente independiente y democrático asestaría un golpe fatal a la injerencia y el belicismo imperialista. Sin el régimen de Mubarak o de cualquier otro que Washington pueda manejar, el efecto dominó de un Egipto liberado de la dominación estadounidense enviaría otro golpe fatal, menos formidable, que ayudaría a que se vinieran abajo los regímenes de la zona apoyados por EEUU.

Esto, desde luego, serían buenas nuevas para la región y más allá en aras al establecimiento de gobiernos que sirvan a los intereses económicos de sus pueblos en oposición a las pequeñas elites corruptas y a sus amos de Washington. Podría también ser positivo para una nueva era de relaciones pacíficas en una región asolada por el conflicto donde hay especialmente un pueblo, el palestino, que tanto tiempo lleva luchando y esperando justicia.

Serviría de intensa lección para todos aquellos que puedan pensar ingenuamente de otra manera. Washington, con sus maquinaciones y prevaricaciones, está demostrando que se opone firmemente a todas las posibles virtudes y resultados que una revolución democrática en Egipto podría acarrear. El enmascarado que tanto tiempo lleva atormentando a esta región está siendo descubierto.

El pueblo de Egipto no sólo está derrocando a un tirano y su régimen despótico. Está, por mor de la fuerza de su lucha por la democracia, revelando la brutal realidad de la implicación del gobierno de Estados Unidos en su país y en el mundo.

Por todas estas razones, tenemos que asegurarnos de que el imperio no devuelva arteramente el golpe. Además de la edulcorada diplomacia de ida y vuelta para ayudar a Egipto en una “transición ordenada” (lo que significa restaurar el orden en función de los intereses estadounidenses), podemos también esperar más operaciones secretas en ese país por parte de las fuerzas de contrainsurgencia israelíes y estadounidenses que tratarán de hacer cuanto esté en su mano para frustrar que el pueblo egipcio consiga sus derechos democráticos. Si miramos hacia atrás, podemos ver por qué los iraníes tuvieron, por necesidad, que adoptar una posición hostil hacia EEUU tras su revolución. El eje israelo-estadounidense es la fuerza más desestabilizadora y amenazante para la paz en Oriente Medio y en todo el mundo.

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