Nadie disimulaba su euforia. En la noche del 21 de diciembre, los internautas que se habían movilizado contra la ley Sinde inundaban los foros con sus comentarios. Pocas veces la movilización en la red había tenido tanta repercusión mediática.
Atrás quedaban los ataques a las webs de quienes apoyaban inicialmente la medida: cayeron las de PP, CiU y PNV, cayó incluso la web de IU, que se oponía al proyecto y, paradójicamente, un buen cortafuegos, un buen sistema operativo y un buen servidor salvaron la web del PSOE, el grupo que promovía la Ley; también quedaban atrás los fundidos a negro de algunas de las principales webs de descargas; las recogidas de firmas; la elevación a los altares de Twitter de los hashtags [etiquetas] que hilaban el debate sobre la ley...
“Lo más importante de esta experiencia es la evolución a acciones descabezadas, la creación de virus informativos que han promovido la participación de la ciudadanía, las herramientas proporcionadas para que cada cual participara con sus propios mensajes”, explica Isaac Hacksimov, portavoz anónimo de la red de Hacktivistas. Según la periodista y bloguera cubana Maite López Pino, “la sedimentación del nuevo proceso comunicativo multidireccional en el que emisores y receptores intercambian y mezclan sus roles es el protagonista de la madurez de los internautas”.
En internet, la sociedad estaba movilizada desde hacía semanas en defensa de Wikileaks. ¿Puede haber algo más jugoso para un internauta que tener a su disposición 251.287 cables diplomáticos secretos? La filtración satisfacía una reivindicación histórica de la comunidad cibernética: la transparencia. Que semejante filtración, además, ponga en entredicho las artes del periodismo corporativo era otro caramelo que no se podía despreciar. De nuevo la red tuvo que movilizarse para defenderse de los ataques del poder ortodoxo. Las zancadillas llegaron pronto: Paypal, Visa, Mastercard, Amazon o Swiss Postal pusieron, cada una, su palo en la rueda de Wikileaks.
Una vez más, una acción obtuvo su reacción. Los internautas se movilizaron y volvieron a actuar de manera coordinada bajo la etiqueta Anonymous para vengar a Wikileaks durante la Operación Payback, que saturó hasta inutilizarlas las webs de Amazon o Mastercard. Después se intentó llevar a cabo la Operación Paperstorm, inundar las principales ciudades con folletos en defensa de la libertad de expresión.
La ley Sinde y Wikileaks
En una rocambolesca jugarreta del destino, el cabreo contra la ley Sinde y el enfado contra los ataques a Wikileaks se fundieron al saberse, gracias a varios cables, que EE UU ejecutó un detallado plan de reuniones y presiones para forzar al Gobierno de Zapatero a aprobar una ley antidescargas.
Para colmo, la propia ministra González-Sinde pidió ayuda a la Embajada estadounidense para que coaccionase a otros grupos políticos, sin los cuales la norma no podía salir adelante (PP, CiU y PNV). Y la euforia se enfrió al conocer la intención del Gobierno de volver a aprobar una ley similar a su paso por el Senado. Este es uno de los retos que aguardan a los internautas para 2011. Para Víctor Domingo, presidente de la Asociación de Internautas, “2011 empieza con la misma preocupación con la que ha terminado 2010: existe un déficit democrático que sólo se subsana cuando se moviliza la sociedad civil”. De momento, parece que la nueva ley albergará algunas de las reivindicaciones de la red, como un mayor respeto a las garantías procesales y la no creación de organismos extrajudiciales con capacidad punitiva.
Tras tres meses de funcionamiento de la Ley Hadopi en Francia, cien mil personas ya han recibido el primer correo electrónico de “recomendación” para que dejen de descargar contenidos con copyright. Con el nuevo año, se prevén las primeras notificaciones a los reincidentes, que podrían llegar a suponer la desconexión de los supuestos infractores.
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