Hasta ahora, Corea del Sur y Eslovaquia habían decidido restringir la entrada de productos cárnicos alemanes en su territorio, debido al escándalo de la contaminación por dioxinas, por el que 558 granjas permanecen cerradas en Alemania, y que según ha reconocido el Gobierno de Berlín ha afectado al menos a 3.000 toneladas de piensos de alimentación animal.
La decisión de China es mucho más tajante y de mayor trascendencia comercial. Esta madrugada, Pekín ha decidido suspenden de forma indefinida todas la importaciones de cerdos, productos cárnicos y huevos alemanes, es decir, paralizar todo el comercio del sector con este país con efectos inmediatos.
Los productos alemanes de esta categoría que hayan llegado a China con anterioridad a la entrada en vigor de esta decisión serán sometidos a controles sanitarios específicos para descartar que estén contaminados, según indicó la Administración General de Supervisión de la Calidad, Inspección y Cuarentena en un comunicado.
A pesar de que el Ministerio alemán de Consumo ha reiterado que los niveles de contaminación no suponen un problema para la salud humana, las autoridades chinas temen que las dioxinas puedan acabar llegando a la cadena alimentaria y están decididas a evitarlo a toda costa.
La Comisión Europea ha confirmado que Alemania ha exportado recientemente dos lotes de huevos a Países Bajos, uno de los cuales fue a su vez vuelto a exportar a Reino Unido, y otros de piensos contaminados a Francia y Dinamarca. Por ahora no consta ningún lote de productos exportado a España, pero la investigación sigue en curso y hay que recordar que, en un primer momento, el Gobierno alemán negó que ningún producto contaminado hubiese cruzado sus fronteras.
El origen de la alerta sanitaria se sitúa en una empresa holandesa que proporcionó a la fábrica alemana de piensos Harles & Jentzsch grasas contaminadas con dioxina y aptas solamente para la fabricación de carburantes y pesticidas, pero en absoluto indicados para la producción de productos alimenticios.
Las partidas afectadas fueron distribuidas en varias granjas de Renania del Norte-Westfalia (oeste), Baja Sajonia (noroeste), Sajonia (este), Sajonia-Anhalt y Turinga (centro) y Brandeburgo (noreste).
Hasta ahora se han sacrificado miles de gallina y cientos de cerdos. La Fiscalía se plantea pedir penas de hasta 10 años de prisión para los responsables.
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