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sábado, 22 de enero de 2011

El polvorín de Salt, más allá de la inmigración


Este sábado a mediodía, comerciantes, vecinos, el ayuntamiento al completo y todas las asociaciones de inmigrantes de Salt marchan bajo un mismo lema: 'Queremos vivir en Salt en paz y bien'. Sin florituras ni bandos enfrentados. Todos a una. Esa es la imagen que toca transmitir. Los recurrentes problemas de convivencia que han agitado las calles de este municipio de Girona de unos 30.000 habitantes durante los últimos años son culpa, según su alcaldesa, Iolanda Pineda (PSC), de la pobreza y la falta de formación.

"Criminalizar a los inmigrantes es lo peor que podemos hacer", añade, aunque admite que la llegada masiva y apresurada de habitantes de medio mundo a esta pequeña población no se digiere en dos días. "Este municipio pasó de tener 1.300 inmigrantes en el 2000 a 14.000 en 2007. Que me diga algún teórico que esto no puede traer problemas de convivencia. Es inevitable", admite con cierta resignación.

El pasado fin de semana, la tensión volvió a asomar la nariz a la superficie. Un grupo de jóvenes, algunos niños, protestaba con la quema de coches, motos y contenedores. Culpaban a la policía local de las heridas del joven Mohamed Reda, de 16 años, que cayóuna juventud que "ha perdido sus expectativas de futuro". de un quinto piso cuando huía de los agentes acusado de robar un ciclomotor. La alcaldesa enmarca estos incidentes en el ámbito de la delincuencia y

'Es inevitable que haya problemas de convivencia en un municipio que pasa de 1.300 a 14.000 inmigrantes en siete años', dice Pineda

Muchos quieren, en cambio, apuntar con el dedo índice a la inmigración. Así, en genérico. ¿Qué hacía el martes por la noche un hombre de 33 años, nacionalidad española y relacionado con grupos de ultraderecha quemando contenedores? Horas después, Mohamed Reda fallecía en el Hospital Josep Trueta de Girona y el ayuntamiento intensificaba la presión policial por si el trágico desenlace del joven de 16 años desembocaba en nuevas protestas.

El pleno que alertó a la xenófoba Plataforma per Catalunya

A finales de febrero de 2010, el pleno en el que se debían aprobar los presupuestos acabó con el enfrentamiento (a gritos, dentro del Ayuntamiento; y a empujones, ya en la calle) entre algunos vecinos, que pedían más seguridad, y un grupo de inmigrantes, que se sentían acusados. La policía acabó interviniendo y las imágenes recorrieron los medios de comunicación traducidas en símbolo de una tensión rebosante. En un rápido golpe de oportunismo, la xenófoba Plataforma Per Catalunya no tardó en anunciar que se presentarían en Salt en las próximas elecciones municipales.

Tras una reunión, representantes de las asociaciones de inmigrantes y la alcaldesa cerraban el feo asunto con un apretón de manos y ponían en marcha una mesa de la convivencia. Casi un año después, Pineda asegura que las asociaciones están trabajando y se están "corresponsabilizando" de los problemas de la ciudad.

Inmigrantes y la alcaldesa pasan página tras el tenso pleno de febrero. | Eddy Kelele

Inmigrantes y la alcaldesa pasan página tras el tenso pleno de febrero. | Eddy Kelele

En junio de ese mismo año, durante la misma semana, dos mujeres fallecían apuñaladas a manos de sus parejas. Una de ellas era de origen magrebí. La otra, no. El 43% de los vecinos de Salt son recién llegados, con lo que la estadística poblacional del 50% se cumple en estos dos trágicos sucesos. No se pueden limitar los actos violentos a la población inmigrante.

Este alto porcentaje de inmigrantes atrae tanto a listillos -allí se instaló una agencia de viajes que vendía billetes falsos a Marruecos- como proyectos pioneros para consolidar la integración, como un programa piloto de mediador virtual entre médico y paciente.

Las soluciones: vivienda, educación, trabajo y seguridad

Iolanda Pineda lleva meses repitiendo que Salt necesita ayuda. Y, aunque asegura que necesitan "más policía, pero sin convertir el pueblo en un estado policial", no se trata sólo de furgonetas de Mossos d'Esquadra. Para el pleno al completo, mejorar Salt pasa por tirar abajo el 10% de las viviendas del centro histórico, herencia del "desarrollismo del franquismo" y formado por un paisaje de edificios hacinados, sin zonas verdes, sobreocupados y degradados. La densidad de población, advierte, es alarmante. El proyecto, que plantea el derribo de 600 pisos y la rehabilitación de otros 1.200 en doce años, está en fase de estudio.

Otro de los caminos para reforzar la convivencia en Salt es la mejora de la educación y, con ella, la esperanza en el futuro de los jóvenes del municipio, inmigrantes o no. Además, la crisis ha descubierto que "algunos de los nuevos parados son analfabetos", así que hay que reforzar también las enseñanzas para adultos.

Y, como la crisis golpea sobre todo a los más necesitados, Salt también necesita puestos de trabajo. En mayo, la cola para pedir la Renta Mínima de Reinserción en Salt era de más de dos meses, un tiempo de espera mucho mayor que en el resto de Cataluña.

En un municipio con muchísima movilidad, en el que pocos vienen para quedarse, Iolanda Pineda apela a una solución mucho más romántica, pero quizás igual de efectiva: "Tenemos que fomentar el arraigo, que quienes vivan aquí se sientan de Salt y no quieran marcharse".

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