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martes, 16 de noviembre de 2010

Símbolo de Cataluña Los 'castells', ¿tesoro de la Humanidad?


A lo largo de doscientos años de historia, los "castells", las torres humanas que se levantan en las plazas de Cataluña, han ido adquiriendo altura hasta llegar a los diez pisos a finales del siglo XX, una proeza que sólo se ha logrado completar en dos ocasiones.

El Comité del Patrimonio Inmaterial de la Unesco se reúne desde hoy y hasta el próximo día 19 en Nairobi para decidir las nuevas inscripciones en la lista de los tesoros de la Humanidad. Entre las candidaturas figura la de los "castells".

La tradición sugiere que el origen de las actuales atalayas data de las construcciones humanas más modestas que al finalizar ciertas procesiones religiosas se levantaban en las poblaciones valencianas al sur del Delta del Ebro en los comienzos del siglo XVIII.

Con el paso de los años, estas torres fueron creciendo en altura y en importancia hasta independizarse de las procesiones y los bailes y cobrar la entidad propia que conservan hoy en día.

Antropólogos como Julio Caro Baroja, sobrino del escritor Pío Baroja, sugieren también un origen pagano de los "castells", que estarían íntimamente ligados a los ciclos de las cosechas y a los ritos agrícolas.

Adentrado el siglo XVIII, la tradición ascendió desde el Camp de Tarragona hacia el norte, y se extendió por la zona del Penedés (Barcelona y Tarragona), durante el siglo XIX.

En el XIX, la primera actuación documentada data de febrero de 1801 y corresponde a un "castell" levantado con motivo de la Fiesta Mayor de Valls.

Sin embargo, no fue hasta hace treinta años, con la llegada de la democracia, cuando las torres humanas adquirieron su altura actual y se convirtieron en un símbolo de Cataluña.

Desde entonces, han abundado las jornadas épicas de "castells", como la del 16 de noviembre de 1998, cuando los "castellers" de Vilafranca alzaron en su propia plaza la primera estructura humana de diez pisos de la que se tiene constancia.

Al cuarto intento, después de tres fallidos, el "anxaneta" -niño o la niña que corona cada "castell"- pudo levantar la mano a unos quince metros del suelo y se dio así por batido el nuevo récord.

De la misma forma que el mundo taurino tiene su propio lenguaje y giros lingüísticos, el vocabulario "casteller" es extenso, y su dominio es un requisito imprescindible para entender qué ocurre en la plaza cuando se levanta una torre humana.

En los cimientos de la edificación, su base, es la "pinya" (piña), se pueden congregar decenas de personas, en su mayoría miembros del grupo, aunque algunas veces parte del público que se agrupa en la plaza se une para servir de base al castillo.

Sobre este primer piso pueden construirse unos nuevos cimientos, con otras decenas de personas prestando su fuerza a la estabilidad de la construcción, y en ese caso se dirá que el "castell" tiene "folre" (forro).

Aún más, si la dificultad de la torre es extrema, el arquitecto del "castell" o "cap de colla" (jefe del grupo), puede recurrir a las "manilles", un nuevo aro o cordón de "castellers" en el tercer piso de la edificación que añaden solidez al conjunto.

Más allá de su valor cultural y simbólico, los "castells" son también una modalidad casi deportiva, y cada dos años, siempre en Tarragona, se celebra una competición para determinar qué agrupación "castellera" es la mejor.

Hace poco más de un mes, los castellers de Vilafranca se coronaron por quinta edición consecutiva como la mejor "colla" de Cataluña, y pocos días después lograron la gesta de cargar y descargar, por vez primera, un "dos de ocho" -una construcción de ocho plantas con dos personas por piso-, una torre que, hasta el momento, era conocida en el mundo "casteller" como "la bestia indomable".

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