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martes, 16 de noviembre de 2010

Peregrinación a la Meca: del Blanco y Negro al estilo VIP

Christiaan Snouck Hurgronje fue un políglota consumado capaz de dominar no sólo el árabe sino idiomas tan extravagantes como el malayo o los dialectos de las islas de Java y Aceh. Pero también consiguió ser uno de los primeros occidentales que pudo peregrinar a la Meca en 1885.

Las fotos en blanco y negro que tomó el profesor holandés durante aquellos 5 meses constituyen un documento casi inédito e histórico de una villa sagrada que en aquel entonces se mantenía anclada en el espíritu más auténtico de la Arabia desconocida sobre la que escribieron otros aventureros orientalistas como Wilfred Thesiger o la inefable Freya Stark.

(Una de las fotos que se exhiben en la galería de Dubai)

Las instantáneas de Snouck –que plasmaron un “haj” (así se denomina en árabe la concentración en la Meca) donde primaban los camellos, las jaimas (tiendas de campaña) y las edificaciones erigidas en adobe- se pueden ver desde el pasado día 9 en la gallería “The Empty Quarter” de Dubai, en Emiratos Arabes Unidos.

La propia denominación del recinto de exhibiciones (La región vacía) constituye una alegoría de la misma época que retrató Snouck. Ese fue el nombre que recibió el inacabable desierto que se extiende en el extremo de la actual Arabia Saudí y se adentra en los confines de Yemen, Oman y Emiratos Arabes Unidos, y que sólo se abrió a los europeos en la primera mitad del siglo XX, cuando fue explorado por Bertram Thomas, Harry St. John Philby y sobre todo el citado Thesiger.

Hace un año, durante mi visita a Seyun, al sudeste de Yemen, me encontré con otra muestra parecida, en este caso dedicada a Freya Stark, en una espectacular fortaleza del siglo XIX que antaño fue residencia del sultán Al-Katheri.

La escritora nacida en Francia recorrió los territorios de Yemen en varias ocasiones –la primera en 1935- y a partir de esa experiencia escribió libros como “Las puertas del Sur de Arabia” o “Invierno en Arabia”.

Aquellas fotos recreaban también la aureola de una sociedad aferrada a sus ancestros pero donde una visitante femenina recibía el agasajo de la clase dirigente dominada en exclusiva por los hombres.

Entre en la sala y estreché la mano de todo el mundo. Cuando habíamos discutido sobre la educación de los hombres, un joven se levantó y me dedicó un discurso en un árabe precioso para darme la bienvenida en tanto que primera mujer que había llegado aquí (a Seyun) con el sólo propósito de aprender”, se leía bajo una de las instantáneas donde aparecía Freya portando un enorme sombrero, rodeada de los jeques tribales del lugar.

De la era que describieron Snouck o Stark sólo queda la memoria que recrean estas fotos.

La peregrinación a la Meca –que alcanza hoy su clímax con la ascensión al monte Arafat- ya no se realiza en camello o burro y los visitantes no se alojan en la plétora de “jaimas” que inmortalizó el profesor holandés. La ciudad santa ha sufrido tal metamorfosis que hasta muchas voces saudíes se han elevado criticando una remodelación que se está realizando bajo el espíritu del estilo Dubai y el gusto por los hoteles ciclópeos. Destinos dotados de todo lujo -desde piscinas a spas- como el Hotel Makkah Clock Royal Tower donde las habitaciones se cotizan en estos días entre los 525 y los 2.800 euros.

Según Banque Saudi Fransi, actualmente se están acometiendo proyectos en la Meca por valor de 20.000 millones de dólares y otros 100.000 serán ejecutados durante la próxima década. El desarrollo inmobiliario ha desatado tal inflación que el metro cuadrado en esa población cuesta ya más de 10.000 euros.

La misma ruta entre los tres destinos sagrados de Mina, Mouzdalifa y el Monte Arafat se podrá realizar este año en un cómodo metro elevado que ha requerido un desembolso de 1.800 millones de dólares y que sólo funcionará durante los 5 días del peregrinaje.

(Foto del nuevo metro de la Meca)

Uno no puede dejar de sentirse triste viendo a la Kaaba (el cubículo sagrado en torno al que giran los musulmanes en la Meca) como un pequeño punto entre todos esos gigantes de vidrio y hierro. Incluso antes del Islam los árabes no se atrevieron a vivir en el círculo de lo que llamamos ‘al-haram’, que significar la zona sagrada (que se extiende en torno a la mezquita que acoge la Kaaba). Solían vivir durante el día en la ciudad sagrada pero salían de ella al caer la noche. Pensaban que sus actividades humanas deshonraban la casa de Dios”, declaró a Reuters la novelista saudí, Raja Alem, cuya obra más reciente -El Collar de las Palomas- denuncia precisamente la destrucción de zonas históricas bajo la corrupción y los abusos amparados por el poder.

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