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jueves, 14 de octubre de 2010

Un superviviente del accidente aéreo de los Andes de 1972 asegura que la fama perturbará a los 33 mineros


Todo el aluvión de entrevistas, regalos, ofertas, petición de autógrafos, viajes, presentaciones ante los políticos más poderosos del país y parte del extranjero... Todo eso lo vivieron hace 38 años los supervivientes del avión Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea uruguaya que se estrelló en la cordillera de los Andes tal día como hoy: un miércoles 13 de octubre. De aquellos 40 pasajeros y 5 tripulantes, al cabo de 72 días incomunicados en la montaña, solo sobrevivieron 16. Y para hacerlo tuvieron que alimentarse con la carne de sus propios amigos. Esta semana, varios de ellos volvieron a cruzar la cordillera para disputar, como cada año, el partido que no pudieron jugar entonces . Gustavo Zerbino, quien entonces estudiaba Medicina y ahora imparte conferencias sobre motivación personal, quiso vestir el dorsal número 33 en honor a los mineros. En conversación telefónica desde Santiago de Chile se mostraba convencido de que, en las primeras horas, los mineros sentirían "gran felicidad y euforia". Pero advirtió: "Estos chicos van a ser distintos a los que quedaron atrapados. Cuando entraron en la mina eran personas humildes. Hoy todo el mundo está pendiente de ellos. No van a entender nada".

Zerbino cree que tampoco les resultará fácil evadir la posible presión de los medios . "A nosotros nos acosó mucho la prensa. Pero disponíamos de espacio, andábamos con moto y con cascos. Nuestras familias nos protegieron enviándonos a otros lugares distintos de donde vivíamos. Además, éramos muy jóvenes, muy fuertes y el mundo nos había abandonado. Por eso, a nosotros nos importaba tres carajos el mundo. Pero ellos se han salvado gracias al mundo".

Los mineros han intentado crear una asociación, de modo semejante a la que fundaron los supervivientes de los Andes, para gestionar sus apariciones en público. Algunos canales les han ofrecido más de 4.000 euros por la exclusiva de sus primeras declaraciones, cuando algunos de ellos apenas cobraban 500 euros al mes. Ante esa situación, los mineros debatieron un acuerdo: que cada uno hable lo que quiera de sí mismo, pero no de los demás.

El caso de los supervivientes uruguayos fue distinto. "A nosotros nunca nos ofreció nadie dinero por una entrevista. Pero hoy el mundo es muy materialista; aunque a mí me parece perfecto que hagan lo que deseen". Tampoco temió Zerbino nunca lo que sus amigos pudieran contar de él. "Nos conocíamos desde pequeños, nos daba todo igual. Y estoy seguro de que ninguno de ellos se va a arrepentir de nada de lo que haya hecho allí abajo".

Zerbino y sus amigos han recorrido medio mundo ofreciendo conferencias. Salieron de aquella experiencia más fuertes y mejor preparados para superar cualquier problema. Pero contaban con una formación académica y un entorno cultural con el que nunca contaron la gran parte de los mineros. A pesar de ese detalle, Zerbino se muestra optimista sobre la vida que les espera a los 33: "Todos los seres humanos tienen una gran capacidad de adaptación. Estoy seguro de que ellos van a saber convertir este problema en una oportunidad, lo mismo que hicimos nosotros".


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