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jueves, 14 de octubre de 2010

El show del minero chileno Mario Sepúlveda


El minero Mario Sepúlveda, que ya se destacó como el animador de los vídeos que enviaban los mineros desde su encierro, se ha convertido en el protagonista de las primeras horas del rescate de los 33 mineros que han pasado 69 días atrapados en mina San José. Sepúlveda, 39 años y muy reivindicativo en sus mensajes, ha sido el segundo en llegar a la superficie después de Florencio Ávalos y se ha comido a besos no sólo a su mujer, a los ingenieros y al presidente Sebastián Piñera. A continuación ha corrido hacia el resto de sus colegas, trabajadores de la mina, y se ha abalanzado sobre ellos por encima de las vallas de seguridad. Llegó entre risas y aplausos y así se ha ido, entre las risas y aplausos del presidente, de los ministros y todos los técnicos. Sepúlveda, ha reconocido que se ha "enfrentado a muchas situaciones" y "ésta ha sido la más dura"."Estuve con Dios y estuve con el diablo. Me pelearon y ganó Dios, me agarré de la mejor mano", ha agregado.

Después ha regalado a todos los presentes piedras que ha sacado de una bolsa que llevaba especialmente preparada. El rescatado, con una trayectoria de dirigente sindical, tomó la iniciativa en los abrazos, que repartió entre todos los presentes, dejando casi para el final, inadvertidamente, al presidente Piñera, a quien finalmente aprisionó tres veces entre sus brazos. En la superficie, Sepúlveda fue recibido por su esposa, Elvira Valdivia y sus dos hijos. A su mujer le dio sólo un abrazo, por lo que alguien le dijo, "oiga, abrace también a su esposa", a lo que el minero ha respondido: "Con la vieja tenemos para toda la vida".

En una rueda de prensa posterior rodeado con su familia, Sepúlveda, metido en su personaje, ha pedido que no les "traten como artistas, como periodistas, yo quiero que me sigan trabajando como Mario Sepúlveda, como el minero trabajador". En su papel de animador de vídeos desde el fondo de la mina, Sepúlveda había pedido en más de una ocasión que lo recibieran con un asado cuando saliera. Ahora, mientras era instalado en la camilla en que sería trasladado al primer chequeo médico, dijo a los encargados: "Oigan, el asado no se me ha olvidado".


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