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viernes, 28 de mayo de 2010

Un año sin "San" Benedetti


Sacerdote de la sencillez, militante de izquierdas y sufrido exiliado en los años de plomo, intelectual siempre comprometido con la cuestión social y la libertad y, sobre todo, tierno, muy tierno. Las estampas de Mario Benedetti a un año de su muerte se cristalizan con música de Serrat o Viglietti, en sus textos o a través de infinidad de anécdotas y recuerdos consolidando el tópico del 'hombre bueno machadiano'. Sin duda fue el poeta latinoamericano que mejor supo dar voz a la sensibilidad popular en sus versos. ¿Que lo beatifiquen? Todavía no, por favor.

Pocos se han atrevido a poner en duda las virtudes de Benedetti antes y después de su muerte, bien por miedo a despertar las iras de sus amados lectores que han sido y son legión, bien para evitar los dardos de la izquierda más monolítica, que defiende a capa y espada a Benedetti como el símbolo del escritor revolucionario.

Mario Vargas Llosa, en su momento, metió a Benedetti junto a García Márquez y Cortázar en el mismo saco y los tildó de "manipulados, subordinados y corruptos". "Corruptos por el reflejo del miedo a afrontar el mecanismo de satanización que posee la extrema izquierda". Cosa que los llevaba a tragar "las mentiras más infames". Antonio Gamoneda también cuestionó "la modalidad lingüística de su poesía" con el cuerpo del uruguayo aún caliente. Ubicó a su obra "fuera del pensamiento poético" y agitó el avispero al afirmar que "en eso era un poeta menor".

Lo cierto es que el luminoso Benedetti presentó al menos tres caras sombrías que pocos quieren recordar y, mucho menos, aceptar. La primera tiene que ver con su defensa a ultranza del castrismo , impermeable a la más mínima duda. El papel que jugó Benedetti en el caso Padilla - una suerte de caso Dreyphus a la cubana que dividió las aguas de la intelectualidad latinoamericana - fue bastante poco honroso. Pero él nunca se retractó.

En 1968 el Gobierno cubano encarceló a Herberto Padilla por criticar en un poemario ('Fuera de juego', Premio nacional de Poesía) el rumbo que estaba tomando el régimen. La medida pretendía ser ejemplarizante pero la furia de Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Vargas Llosa, Cortázar e incluso García Márquez, entre otros, fue inmediata. Entonces, el castrismo lanzó una contracampaña acusando a Padilla de agente de la CIA - cosa que luego se comprobó completamente falsa - en la que Benedetti jugó un papel central recogiendo firmas y adhesiones intelectuales de todo el globo a favor de la Revolución. El humillado Padilla se retractó y autoinculpó públicamente y el escándalo se resolvió en contra del supuesto espía, gracias, entre otras cosas, a la legión de escritores e intelectuales reclutados por el uruguayo.

Benedetti consiguió incluso lastrar las filas contestatarias. Carlos Barral se dio de baja de la lista que pedía la excarcelación de Padilla y Cortázar intentó amigarse con el régimen con un dudoso poema: 'Buenos días, Fidel / déjame defenderte' porque creyó en su colega uruguayo. Engaño que jamás le perdonaría, aunque se guardara muy bien de decirlo en público.

Ese mismo apoyo incondicional y sin fisuras de Benedetti al castrismo lo llevó a entablar un agrio debate en 1984 en la prensa española con Juan Goytisolo y José Ángel Valente, en el que el uruguayo como vocero y defensor del régimen pasó sin mediaciones al insulto y la descalificación.

Un macho

La otra imagen oscura del poeta es perfil homofobo - incluso misógino - muy a tono con la consigna cubana de la época de que "la revolución no entra por el culo", compartida por buena parte de la intelectualidad de izquierda latinoamericana. En una entrevista de Ana Basualdo en los 70, Benedetti tildó al último contingente masivo de exiliados cubanos de "homosexuales y delincuentes". Y ante la pregunta de la periodista por los primeros dijo que eran "gente de la que no se puede confiar".

Todo indica el machismo recalcitrante del protagonista de su novela 'La tregua' tiene poco de ficción literaria. Muchos testigos de la época recuerdan el horror que provocaba al uruguayo la presencia de cualquier homosexual. Hay quien recuerda que le dijo airado a la poeta Claribel Alegría "Si este maricón entra en la casa yo me voy" al recibir en Teià (Mallorca) al peruano Antonio Cisneros.

En cuanto a su misoginia, Cristina Peri Rossi recuerda una conferencia suya en Barcelona en 1974 sobre poesía latinoamericana en la que no nombró ni una sola mujer. Y cuando una persona del público le afeó el gesto, Benedetti mentó contrariado y muy a su pesar después de meditarlo largamente a su paisana Idea Vilariño.

La tercera sombra que opaca al uruguayo es motivo oculto que lo llevaron a refugiarse cada vez más en el sentimentalismo poético que criticó indirectamente Gamoneda. El autor de 'si te quiero es porque sos / mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos múcho más que dos' apostó por el facilismo complaciente en detrimento de la ambigüedad literaria en muchas de sus obras. Pero es difícil discernir si se negó a ensayar una búsqueda poética más arriesgada por simple cobardía o por afán demagógico. Una tierna máscara para envasar un mensaje poético sin medios tonos.

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