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sábado, 6 de marzo de 2010

Vuelven los pistoleros a EEUU

Ya no quedan salteadores de diligencias o pieles rojas amenazadores, pero algunos estadounidenses se han vuelto a ceñir a la cintura revólveres cargados, que llevan a la vista cuando van a hacer la compra o comen en un restaurante.

opencarry.org

opencarry.org

Uno de ellos es Mike Stollenwerk, un ex teniente coronel del ejército que ahora estudia derecho en la Universidad de Georgetown, en Washington.

"Llevo armas en público desde 2003 y sólo una vez en un restaurante me pidieron que saliera. Crucé la calle y entré en otro sin ningún problema", dijo Stollenwerk, quien vive en el norte de Virginia.

El conflicto legal y político sobre el derecho a llevar armas en Estados Unidos se ha centrado durante décadas en las restricciones para su compra y en el porte de pistolas escondidas, pero hasta ahora había pasado desapercibido que para llevarlas abiertamente existen menos cortapisas.

Los ciudadanos de 29 estados de Estados Unidos pueden portar pistolas cargadas a la vista sin ningún tipo de autorización y en otros 13 es también legal, pero con un permiso, según "opencarry.org", una página de internet cofundada por Stollenwerk.

Recientemente, grupos de individuos que están a favor de las armas han comenzado a entrar en establecimientos públicos con sus cartucheras bien visibles para afirmar ese derecho.

Las tiendas tienen la prerrogativa de negar la entrada a cualquier persona que esté armada, excepto a la policía, y así lo han hecho las cadenas Peet's Coffee, Buckhorn Grill y California Pizza Kitchen.

Con armas en las cafeterías

Sin embargo la cadena Starbucks, que cuenta con 16.700 cafeterías en todo el mundo, ha dicho que permitirá la entrada a sus locales de personas con armas en los estados que lo autoricen, porque forzar a sus empleados a que pidan a alguien armado que salga podría poner en riesgo su seguridad.

Pese a la referencia a la posible peligrosidad de los que llevan armas, la decisión de Starbucks le ha ganado el elogio de Opencarry.org, que ha pedido a sus seguidores que se gasten el dinero en sus "doppio machiattos" y "frappuchinos" de caramelo.

Por su declaración el gigante del café está ahora en la mira de las asociaciones que defienden el control de las armas.

Hoy habrá una manifestación en uno de sus establecimientos en Arlington (Virginia), un lugar cercano al municipio donde Stollenwerk se pasea con su pistola al cinto.

"Todo el mundo tiene el derecho de sentarse en un restaurante o una cafetería sin estar bajo la intimidación o el temor de las armas, tanto si están escondidas como si no", según la Campaña Brady para Prevenir la Violencia con Armas, que ha recogido más de 28.000 firmas contra la política de Starbucks.

La organización lleva el nombre de Jim Brady, el asesor de prensa de Ronald Reagan que quedó paralítico tras ser herido durante un intento de asesinato del entonces presidente de Estados Unidos, en 1981.

Desde entonces Brady ha dedicado su vida a promover la restricción del acceso a las armas, pero en el último año su causa ha cosechado importantes reveses. En Indiana las empresas no pueden prohibir a los empleados tener armas en su lugar de trabajo, según estipula una nueva ley.

Armas ocultas

Arizona y Wyoming sopesan propuestas legislativas para abolir los permisos para llevar armas escondidas y en Tennessee se permiten pistolas en campos de deporte y en los parques infantil.

Hace unas semanas la Legislatura estatal de Virginia aprobó una ley que autoriza las armas ocultas en bares y restaurantes que sirven alcohol. Si se llevan a la vista no es necesario ningún permiso.

La medida llega menos de tres años después del tiroteo de la Universidad Politécnica de Virginia, que con 33 muertos fue la peor matanza en una institución educativa en Estados Unidos.

Sin embargo, el horror que ese ataque causó no ha movido al país hacia un control más estricto del armamento.

Opencarry.org incita a las más de 26.000 personas registradas en su página de internet a ponerse la cartuchera, con el objetivo de "normalizar" el porte de pistolas en público.

Las organizaciones que se oponen a las armas lo ven como una vuelta al Oeste Americano.

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