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viernes, 14 de agosto de 2009

LACALLE SIN MAQUILLAJE


La misma noche de las elecciones internas se inició la campaña electoral hacia el 25 de octubre, en la que, hasta ahora, al menos de parte de la oposición, se ha mostrado más preocupación por las formas que por los contenidos.
Entre las encuestas, las agencias publicitarias, los asesores de imagen, los analistas políticos, los "opinólogos" y algún medio de prensa, se ha pretendido instalar en la opinión pública la creencia de que esta campaña electoral se gana o se pierde según el grado de "profesionalización" que se logre en la virtualidad del gesto, la estética de la imagen, y la intensidad de la forma y los colores. Tan es así que durante este primer mes de campaña, como si se tratase de una justa deportiva, se ha especulado respecto a cuantos votos gana o pierde Mujica si se pone traje y corbata, o cuantos casilleros avanza Lacalle si abraza y besa a Larrañaga todo el tiempo. De tal modo, al igual que los comentaristas de fútbol, muchos observadores políticos pronostican con énfasis que ganará las elecciones aquel candidato que cometa menos "errores de campaña".
En esa línea de acción ya no interesa comparar modelos o propuestas, ni decir la verdad de lo que cada uno piensa sobre el futuro del país. Por el contrario, se tilda de "profesional" y políticamente correcto por tener a mano varios discursos con diversos matices que construyan una vasta red, lo suficientemente amplia como para capturar a cuanto "centrista" e indeciso ande caminando por ahí.
Si a esta farsa se le llama profesionalizar la política, prefiero seguir en la antigüedad del cara a cara, barrio a barrio y puerta a puerta.
Fue en esa lógica de análisis que varios observadores políticos coincidieron en señalar los "errores" cometidos por Lacalle en el mes de julio. En pocas palabras trataremos de demostrar cómo esos supuestos errores no son tales, sino que manifiestan al desnudo el pensamiento restaurador neoliberal que representa Lacalle.
Lo haremos no sólo en el afán de compararlo con la propuesta del Frente Amplio, sino también porque consideramos que el futuro del país requiere acordar políticas de Estado y, para ello, además de la voluntad de negociar, se necesita que cada actor político asuma su identidad ideológica sin ambigüedades.
1. Lacalle recomienda a los inversores no invertir en Uruguay hasta no saber quién gana en octubre. Ningún error. Lacalle se refiere a ese tipo de capital e inversionista golondrina que sólo busca oportunidades rápidas de maximizar ganancias sin importarle más nada que su propia rentabilidad. Y, para ello, el Estado sólo cumple el papel de socio minoritario y se encarga de proporcionarles la legalidad necesaria para que puedan entrar y salir del país cuando se les dé la gana sin asumir ninguna responsabilidad social.
El Frente cree en el desarrollo del Uruguay productivo, y por ello genera confianza y crea las condiciones necesarias para que lleguen al país inversionistas serios que no especulan, sino que invierten en proyectos a largo plazo que aseguran la creación de fuentes laborales y muy buenas condiciones de trabajo.
2. Lacalle dice que aplicará la motosierra al gasto público. Ningún error. Es la concepción neoliberal del Estado en la cual el que manda es el mercado.
Con Lacalle tendremos un Estado testimonial, varios ajustes fiscales y una nueva embestida privatizadora como la que inició en su mandato.
El Frente Amplio está convencido de que es necesario un Estado fuerte, flexible y eficiente que participe activamente en la orientación del desarrollo socioeconómico del país y garantice mínimas condiciones de bienestar para todos sus habitantes.
3. En el mismo sentido, Lacalle dice que prohibirá el ingreso y también reducirá la cantidad de funcionarios públicos. Sabe bien que en el pasado la prohibición se eludió de diversas maneras: con becarios, pasantes y otras modalidades contractuales supuestamente a término, pero que permanecieron en la función excediendo todos los plazos. En cierto sentido, para este tema, aplicó una concepción que sintetizó en aquella famosa frase referida a las remuneraciones de los trabajadores del Estado: "Ustedes hacen como que trabajan y yo hago como que les pago".
El Frente Amplio no discute el Estado por su tamaño, sino por las funciones que entiende que éste necesita cumplir y para ello destina los recursos humanos en forma coherente con los objetivos, aumentándolos en algunos sectores y reduciéndolos en otros.
Por tal razón, el número de funcionarios públicos se mantiene más o menos igual al pasado con una diferencia: preferimos el orden, la regularización y la racionalidad al caos en el que encontramos las distintas situaciones funcionales. Caos que no es ajeno a una manera de entender el Estado y a generar, de hecho, situaciones que proporcionen los argumentos para atacar al Estado frente a los ciudadanos.
El Frente Amplio en el gobierno redistribuyó los recursos humanos, disminuyéndolos en Defensa y Transporte y Obras Públicas y los aumentó en Educación (mayoritariamente docentes), Salud, Seguridad Pública e INAU.
Más que los funcionarios del Estado, lo que hemos aumentado fue la prioridad social del gasto público. Gasto que bajó en proporción al Producto Bruto Interno y que a todas luces mejoró notoriamente su calidad.
Esta concepción no es compartida por un Lacalle que prefiere un Estado desertor respecto de las políticas sociales y desempeñando funciones mínimas, para que el mercado sea el orientador principal de las relaciones de la sociedad.
4. Lacalle se opone a la sindicalización policial. Ningún error. En su ejercicio fue durísimo con la primer huelga policial, nunca creyó en los Consejos de Salarios y siempre apoyó la flexibilización de las leyes laborales para que la negociación se realice en cada empresa entre el patrón y los trabajadores, desprotegiendo a la parte más débil.
El Frente Amplio apuesta al equilibrio y promueve acuerdos tripartitos (Estado, empresarios y trabajadores) a largo plazo, que habiliten el desarrollo productivo del país y también la responsabilidad social compartida entre empresarios y trabajadores.
5. Lacalle compara la Tarjeta Joven con el Plan Ceibal. Ningún error. Lacalle apuesta a la sociedad de consumo, al individualismo y a la realización personal y social encerrada en el mundo imaginario del acceso a los bienes que puede ofrecer la posesión de una tarjeta de crédito.
El Frente Amplio apuesta a la sociedad del conocimiento, a la democratización de las oportunidades de desarrollo personal y familiar y a la solidaridad.
6. Lacalle propone instalar ducheros y peluquería en los asentamientos. Ningún error. En el paradigma del hombre exitoso que auspicia el neoliberalismo, los pobres son necesarios como señal de peligro de contagio respecto a dónde y cómo terminan los que pierden la batalla del mercado. Aceptan que sigan existiendo pobres, pero pretenden que no se les note demasiado. Mejor si están bien peinaditos a la gomina como los aristócratas venidos a menos que ya no tienen para pagar la luz, pero siguen yendo de punta en blanco a la confitería de moda.
Para el Frente Amplio, la erradicación de los asentamientos y la eliminación de la pobreza sigue siendo un desafío prioritario a profundizar en nuestro próximo período de gobierno.
Pero seamos justos, destaquemos la valentía de Lacalle al decidir mostrarse públicamente sin maquillaje.
Reconozcamos también que no solo el Frente Amplio se opone a este modelo de sociedad y de país, ya que por suerte existen miles de batllistas, wilsonistas e independientes que no quieren que sus hijos crezcan en ese modelo de país fragmentado y poco solidario.


* Diputado. Asamblea Uruguay, Frente Amplio.

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