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domingo, 23 de agosto de 2009

ANULAR LA LEY DE CADUCIDAD - Por Rafael Michelini |*|

Una de las experiencias más fuertes y profundas de mi vida, además de haber presenciado el nacimiento de mis hijos, fue haber participado directamente en la búsqueda y el hallazgo de Simón Riquelo, el hijo de Sara Méndez. Es una historia muy especial que, algún día, se debería contar en detalles. Junto a la extensa conversación que mantuvimos con el padre adoptivo, hoy ya fallecido, allá por febrero de 2002, que abrió el camino para el reencuentro entre la madre y su hijo.
La historia deberá incluir un capítulo insoslayable, impactante, que fue la primera conversación telefónica entre Sara y Simón, que tuvieron el 8 de marzo de 2002, si mal no recuerdo, cuando Sara salía de una entrevista en Canal 5 y Simón salía del lugar donde se hacía el análisis de sangre para poder cotejar los ADN. Sin saber los resultados aún, Simón le dijo en voz alta, "...soy yo Sara, soy yo, el que dicen que arrancaron de tus brazos, hace 25 años".
Y habrá que referirse también a algunos ingredientes lamentables del relato, como la incompresible actitud desarrollada por el gobierno del Dr. Jorge Batlle, cuando al filtrarse la noticia, trató de adjudicarse políticamente el hallazgo de Simón, en el cual, sencillamente, no tuvo arte ni parte. Fue algo bochornoso. Pero quedó de costado, pues lo más importante era el reencuentro de la madre con su hijo. Los protagonistas de ese momento, no eran los que durante los 25 años de búsqueda, habían colaborado de una forma u otra, para hallar a aquel pequeño secuestrado por la patota terrorista de Gavazzo y compañía, en julio de 1976. Mucho menos, quienes desde el poder, pretendían la ruindad de anotarse un tanto político para el gobierno. Los verdaderos protagonistas eran Sara y Simón.
Pero la historia de la búsqueda y del hallazgo, tiene como punto de partida la infamia y el terror, el secuestro y la desaparición. Tiene como punto de inicio, la salvaje impunidad con que actuaban los militares uruguayos en la represión ilegal, el asesinato, el rapto, la tortura y la desaparición de niños perpetrada en Uruguay, en Chile y, fundamentalmente, en la Argentina, en el marco del Plan Cóndor.
En ese capítulo de represión, de ultraje y barbarie, cuando todo se derrumbaba en dolor e impotencia, igualmente aparecieron muchas manos solidarias, voces de aliento, ayuda, respaldo humano y material, que permitió salvar vidas, sobrellevar la tragedia, reconstruir hogares y aliviar, en algo, el profundo sufrimiento. Se repitieron, aquí y allá, ejemplos espontáneos de humanidad y nobleza.
Abuelas que se hacían cargo de niños que no eran sus nietos, porque sus padres estaban desaparecidos. Parientes, amigos, vecinos, que dijeron presente en el apoyo, en la colaboración directa con las víctimas, sea para posibilitar el escape, el viaje salvador, para ayudar a mantener hogares o para abrir las puertas del propio acogiendo a los que habían quedado solos.
Las madres y abuelas que apoyaron sin restricciones a los hijos y nietos que caían presos y que además, ayudaban a otros presos que no tenían familia. O los abogados que defendían a las víctimas, convirtiéndose por ello, en nuevos blancos de la persecución y el acoso. Y hubo muchos, muchos que enfrentaron a la represión de diversas maneras, en actos de resistencia de todo tipo, intentando salvaguardar la dignidad ante el atropello y la tiranía.
La resistencia contra el autoritarismo y la represión, tuvo mucho más que mil valientes, muchísimos héroes, que pagaron con su seguridad personal, con su trabajo, con su salud y, en muchos casos, con su vida, el compromiso y la decisión de enfrentar a la dictadura. Hoy, anular la Ley de Caducidad es una causa que tiene muchos fundamentos, argumentos sólidos, justos, irrebatibles, pero también representa un verdadero homenaje democrático, a todos aquellos que resistieron, que entregaron lo mejor de sí, enfrentando a la represión y al autoritarismo.
Cuando el próximo 25 de octubre, los uruguayos votemos para anular la Ley de Caducidad, en cada voto, en la decisión favorable de cada ciudadano, se van a sintetizar varias razones. La primera, naturalmente, será la voluntad de eliminar del marco de nuestro ordenamiento jurídico, una ley vergonzosa, que rebaja a nuestro propio sistema democrático. Estará presente la voluntad de recuperar nuestro principio constitucional de justicia, vulnerado por una norma que promueve la impunidad. Y también el principio de separación y equilibrio entre los poderes del Estado, claramente atacado por una norma de manifiesta inconstitucionalidad.
Vamos a votar por nuestra propia dignidad democrática y ciudadana, para liberar a la Justicia, de una ley que le impidió actuar y que obstruye el desarrollo de los procesos judiciales, impidiendo la aclaración de los casos denunciados y el juzgamiento de los responsables de las peores violaciones a los DDHH ocurridas durante la dictadura. Pero hay muchas más razones para anular esta ley al servicio de la impunidad. Así lo exigen las observaciones y los reclamos que ha recibido nuestro país, por la flagrante violación de pactos y tratados internacionales, que supone la existencia de la Ley de Caducidad. Hay razones que atienden al reconocimiento de la verdad, el rescate de nuestros valores y la reparación del sufrimiento de las víctimas. Porque no hay mejor homenaje a los desaparecidos y asesinados por la dictadura, que establecer la verdad y la justicia.
Anular la Ley de Caducidad, la ley de la vergüenza, es también un imperativo ético de compromiso con nuestro presente y con las nuevas generaciones, que no tienen por qué asumir la carga de un símbolo autoritario que devalúa nuestro sistema de convivencia y nuestro ordenamiento legal. Es nuestra tarea, la de las mujeres y los hombres de este tiempo, dar un paso sustancial hacia la recuperación de valores y de la dignidad en nuestro país, alineado con el desarrollo de una sociedad moderna, sin miedos, cada día más libre.
Pero, como ya lo dijimos antes, anular la Ley de Caducidad es un homenaje a todos los uruguayos que resistieron. Un homenaje no sólo a las víctimas, sino a los cientos de miles de uruguayas y uruguayos, que lucharon en su pequeño y cotidiano contexto y que pelearon por la libertad, en cada actitud ciudadana, en cada gesto de rebeldía democrática que se le oponía a la oscuridad autoritaria. Anular la Ley de Caducidad es un gran homenaje al valor de la solidaridad, a todos aquellos que sin haber sido militantes ni compañeros, igualmente se rebelaron frente a tanto atropello y tanta injusticia, y a pura humanidad, tendieron su mano y su apoyo a los perseguidos.
Votar en octubre por el SI para anular la Ley de Caducidad, es un homenaje a todos los que votaron por el NO en el plebiscito del 80 y abrieron el camino para la recuperación de nuestra democracia. Es rendir homenaje y renovar ese espíritu de esperanza y de la lucha por la libertad que, a pesar del miedo, de los presos, del exilio, los muertos y desaparecidos, igualmente tuvo el valor uruguayo de decirle que NO al poder de la dictadura.
Votar por SI para anular la Ley de Caducidad es elevar, una vez más, la auténtica rebeldía de los uruguayos frente a la injusticia y la opresión, frente a las violaciones de los derechos humanos y el terrorismo. Anular la Ley de Caducidad es y será nuestra reafirmación de la justicia y la democracia, y de ello, ningún uruguayo puede apearse.
* Senador, Nuevo Espacio FA

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