Todos los cánceres se deben a mutaciones somáticas: alteraciones
genéticas que por lo general no han sido heredadas, sino que han
ocurrido en las células del individuo a lo largo de su vida. Una
cuestión crucial es entender qué provoca esas mutaciones, y un consorcio
científico internacional da hoy un gran paso al identificar 20 firmas mutacionales
distintas en los cánceres humanos. Cada una de ellas representa un tipo
de mecanismo responsable de generar las alteraciones genéticas, y su
conocimiento “revela la diversidad de los procesos mutacionales que
subyacen al desarrollo del cáncer”, según los científicos, y tiene
implicaciones para la prevención y el tratamiento de este azote
sanitario.
Algunas de esas firmas, o procesos mutacionales, están
presentes en muchos tipos de cáncer, y otras son específicas de una
clase u otra de tumor. Además, algunos de estos mecanismos de alteración
genética se deben a la edad, otros a defectos en los sistemas de
reparación y mantenimiento genómico, y otros a mutágenos ambientales
como el tabaco (en el cáncer de pulmón) o la luz ultravioleta (en el
cáncer de piel). Los datos también han revelado en muchos tipos de
cáncer pequeñas regiones de ADN que sufren hipermutación, un grado de
alteración muy superior al del resto del genoma.
El consorcio implica a investigadores de 14 países y ha sido
coordinado por Michael Stratton y sus colegas del Instituto Sanger, en
Hinxton, Reino Unido. La contribución española está liderada por Elías
Campo, del Hospital Clínic-IDIBAPS y la Universidad de Barcelona, y
Carlos López-Otín, del Instituto de Oncología de la Universidad de
Oviedo. Se trata de un trabajo exhaustivo en que los científicos han
analizado el genoma de 7.042 tumores de todo tipo, que en total
contienen nada menos que 5 millones de mutaciones.
Los más frecuentes
Total. La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) indica que cada año se diagnostican en España casi 200.000 cánceres (en concreto, sus estimaciones son de 196.902 casos), y se recogen algo más de 100.000 fallecimientos (104.156). En las cifras no se incluyen los de piel no melanomas.Colorrectal. Es el más frecuente: 28.551 al año, con una mortalidad de aproximadamente la mitad.
Próstata. Es el segundo en incidencia: 25.231 casos al año, con 6.000 muertes anuales.
Pulmón. Afecta a unas 23.000 personas al año, en su mayoría (aproximadamente el 85% del total), hombres.
Mama. Se diagnostican unos 22.000 al año, y mueren por esta causa unas 6.000 personas.
Vejiga. Es, en términos absolutos, el quinto en incidencia: 13.008 casos al año, con una mortalidad de 4.820 personas al año.
Por sexos. Del total, el 60% se da en hombres y el 40% en mujeres, aunque la diferencia entre los sexos se reduce poco a poco cada año.
Con esos números, resulta verdaderamente notable que hayan podido reducir los mecanismos responsables a solo esas 20 firmas mutacionales
distintas. De hecho, algunos tipos de cáncer solo presentan dos firmas,
lo que implica que solo hay dos mecanismos mutacionales implicados en
su génesis. Otros tumores más complejos llegan a mostrar hasta seis
firmas. En total, los científicos han examinado los 30 tipos de cáncer
más comunes.
Un buen ejemplo de cómo se ha distribuido el trabajo entre el
consorcio es la contribución española, que se ha centrado en un centenar
de genomas de un tipo concreto de cáncer, la leucemia linfática
crónica. Los resultados han revelado que este tumor de las células de la
sangre se genera mediante dos procesos fundamentales, uno debido a la
edad y otro a deficiencias en los mecanismos de reparación del ADN. Como
los daños en el material genético son constantes durante la vida,
nuestra supervivencia depende en realidad de la acción continua de esos
procesos de reparación y mantenimiento del genoma; cuando fallan, las
mutaciones espontáneas se acumulan con resultados fatales.
“Sin la estrecha colaboración internacional de todos los grupos de
trabajo implicados en el proyecto”, dice López-Otín, “habría sido
imposible obtener estos importantes resultados”. Campo añade: “Estamos
ante uno de los primeros ejemplos de la nueva visión que puede ofrecer
la secuenciación masiva y coordinada de genomas a través del Consorcio
Internacional del Genoma del Cáncer”. En estos tiempos de cicatería
presupuestaria, es justo añadir que la parte española del proyecto ha
sido financiada por el Ministerio de Economía.
Uno de los fenómenos más peculiares que ha revelado el trabajo
internacional son las pequeñas zonas del genoma que sufren unas tasas de
mutación anormalmente altas (hipermutación). Los científicos las han
denominado kataegis, por la palabra griega que significa
tormenta. No se trata de que los cromosomas se rompan o se barajen: las
mutaciones que ocurren allí son tan puntuales (cambios de una letra del
ADN por otra) como las que ocurren en el resto del genoma, solo que
ocurren a una tasa tormentosa: hasta varios miles de mutaciones en un pequeño espacio.
Aunque las kataegis, o tormentas de mutaciones, no consistan
por sí mismas en roturas cromosómicas, sí que suelen ocurrir en la
vecindad de una de ellas. Las zonas concretas donde ocurren —tanto la
reorganización cromosómica como la tormenta de mutaciones puntuales— son
bastante reproducibles en cada tipo de cáncer, pero varían entre tipos.
Las kataegis son comunes en el cáncer de mama (donde de hecho
se descubrieron), páncreas, pulmón, hígado, meduloblastoma, linfoma de
células B y leucemia linfoblástica aguda.
Un fenómeno vagamente similar a estas tormentas de mutaciones ocurre
durante la maduración normal de los linfocitos, las células blancas de
la sangre que producen los anticuerpos y otras proteínas especializadas
en reconocer agentes extraños al cuerpo. Puesto que estos agentes
patógenos son potencialmente infinitos, los genes de los anticuerpos
utilizan una variedad de mecanismos para generar una variedad igualmente
indefinida de especificidades, y la hipermutación —controlada y
restringida a ciertas zonas muy concretas del gen— es uno de sus
principales recursos. De hecho, las kataegis en los cánceres de
los linfocitos, como los linfomas, tienden a ocurrir en los genes de
las inmunoglobulinas, los componentes de los anticuerpos. En otros
cánceres no es así, sin embargo.
“Es probable que se descubran más firmas mutacionales”, reconocen
Stratton y sus colegas en el artículo principal sobre el asunto en Nature,
“junto a una definición más precisa de sus características, a medida
que el número que cánceres con el genoma secuenciado se incremente y los
métodos analíticos se vayan refinando”. Los científicos no pretenden
haber hallado todos los procesos responsables de las mutaciones del
cáncer, aunque sí creen haber dado con la mayoría de ellos.
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