Luis Bárcenas ha pasado su primera noche en la cárcel algo más de cuatro años después de que el juez Garzón destapara los vínculos del extesorero del PP con la trama Gürtel.
Entonces, cuando saltó la noticia, Mariano Rajoy salió ante los medios
de comunicación arropado por otros diridentes del PP —una estrategia a
la que entonces recurría mucho el partido para dar sensación de unidad y
respaldo al líder— para decir una de esas frases lapidarias que le perseguirán toda su vida, como ya le ocurrió con Camps: aquello de "nadie podra probar que [Bárcenas y Gerardo Galeote, eurodiputado del PP también imputado] no son inocentes".
En
una rueda de prensa celebrada en el Parlamento vasco y preguntado si
creía que Bárcenas debía dimitir hasta que se aclarara su situación o
si Galeote debería ir en las listas del PP para las elecciones europeas,
el entonces presidente del PP y actual jefe del Gobierno subrayó que
"estas dos personas no están imputadas por ningún tribunal y no están
acusados por nadie. La propia Fiscalía le ha dicho a Garzón que no mande el asunto al Tribunal Supremo porque cree que no hay indicios
suficientes contra estas dos personas. Ellos afirman su inocencia y
yo estoy convencido de que nadie podrá probar que no son inocentes",
aseguró Rajoy.
Cuatro años después el juez, el fiscal, gran parte
de los medios de comunicacion y buena parte de la ciudadanía han
llegado a la conclusión de que quizá Bárcenas no era tan inocente como
Rajoy decía. Pero ahora que Bárcenas está en la cárcel, Rajoy, lejos de rectificar, da —por ahora— la callada por respuesta.
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