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sábado, 23 de marzo de 2013

Chipre también debe salir del euro

Diario 16

Con Chipre se pone una vez más en evidencia que el euro es insostenible. Carece de moral y de sensatez que un país soberano haya quedado maniatado sin poder llevar a cabo, para el bienestar de sus ciudadanos, políticas monetarias y fiscales expansivas, cuando son estas las que se necesitan desesperadamente durante una recesión.
Es ilógico que en Europa se estén cambiando crisis financieras por crisis humanas que dejan numerosas familias hambrientas y millones de desempleados cayendo bajo el umbral de la pobreza día a día. Se supone que los cargos políticos –a través de los que se debe gestionar políticas para influir positivamente en la vida de las personas– han de haber sido electos democráticamente.
Tal vez uno de los problemas sea precisamente ese, la vacua democracia en las instituciones que ahora mismo deciden cómo engancharle a Chipre esa garrapata que ya ha pasado por la espalda de España, Portugal, Grecia, entre otros. Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), no fue votado por la población europea; sin embargo, dirige la institución que maneja la política monetaria de los 17 países de la eurozona. La llamada Troika (Comisión Europea, BCE y el Fondo Monetario Internacional) se reúne para determinar los ajustes estructurales a los que someterán a los débiles países de la zona euro. Para los estudiosos que llevan décadas teorizando acerca de la denominada “participación ciudadana”, los mecanismos adoptados por la Unión Europea resultan insultantes, pues constituyen espacios de decisión que afectan a millones de personas, pero que carecen de legitimidad y transparencia.
Así, la eurozona se ha ido complejizando, a la vez que mostraba su opacidad y carácter inhumano. Los partidos presentan promesas electorales porque su objetivo es ser votados; y los partidos se esforzarán –más o menos– en cumplir sus ofrecimientos para ser reelectos. Por ejemplo, el Sr. Draghi, al no pertenecer a ningún partido, tampoco tiene que rendirle cuentas, y menos aún ha presentado promesas ante los ciudadanos. Si el Sr. Draghi tiene un partido en la intimidad, sería algo similar a la banca de inversiones Goldman Sachs –mundialmente conocida al iniciar la crisis de 2008 en EEUU–, en la que ocupó el cargo de vicepresidente por Europa hace algunos años. Quizá son grupos como estos bajo los que están sometidos cargos de decisión en la zona euro, pues resulta absurdo pensar que las medidas de ajuste adoptadas busquen el bienestar ciudadano y el apoyo de la población.
Si los países masacrados por la Troika –con exigencias de austeridad a cambio de liquidez– dejasen el euro y recobrasen la autonomía de sus monedas, podrían llevar a cabo una política fiscal expansiva, es decir, ampliar el gasto público reduciendo el desempleo y moviendo la economía. Si tuviesen autonomía en su política monetaria, podría pedir prestado a su propio banco central sin tener que pagar interés alguno.
Chipre es un síntoma más de que la zona euro es indefendible, y es una señal más de que las condiciones impuestas para inyectar liquidez son despiadadas, ciegas ante el sufrimiento humano. El gobierno chipriota se opone al “robo a mano armada” del 6.75% de los ahorros de todos los que tengan más de 20 mil euros y menos de 100 mil en el banco, un ataque a la propiedad privada, dicen unos, una injusta socialización de la estafa, decimos otros.

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