Diario 16
Con Chipre se pone
una vez más en evidencia que el euro es insostenible. Carece de moral y
de sensatez que un país soberano haya quedado maniatado sin poder
llevar a cabo, para el bienestar de sus ciudadanos, políticas monetarias
y fiscales expansivas, cuando son estas las que se necesitan
desesperadamente durante una recesión.
Es ilógico que en Europa
se estén cambiando crisis financieras por crisis humanas que dejan
numerosas familias hambrientas y millones de desempleados cayendo bajo
el umbral de la pobreza día a día. Se supone que los cargos políticos –a
través de los que se debe gestionar políticas para influir
positivamente en la vida de las personas– han de haber sido electos
democráticamente.
Tal vez uno de los problemas sea precisamente
ese, la vacua democracia en las instituciones que ahora mismo deciden
cómo engancharle a Chipre esa garrapata que ya ha pasado por la espalda
de España, Portugal, Grecia, entre otros. Mario Draghi, presidente del
Banco Central Europeo (BCE), no fue votado por la población europea; sin
embargo, dirige la institución que maneja la política monetaria de los
17 países de la eurozona. La llamada Troika (Comisión Europea, BCE y el
Fondo Monetario Internacional) se reúne para determinar los ajustes
estructurales a los que someterán a los débiles países de la zona euro.
Para los estudiosos que llevan décadas teorizando acerca de la
denominada “participación ciudadana”, los mecanismos adoptados por la
Unión Europea resultan insultantes, pues constituyen espacios de
decisión que afectan a millones de personas, pero que carecen de
legitimidad y transparencia.
Así, la eurozona se ha ido
complejizando, a la vez que mostraba su opacidad y carácter inhumano.
Los partidos presentan promesas electorales porque su objetivo es ser
votados; y los partidos se esforzarán –más o menos– en cumplir sus
ofrecimientos para ser reelectos. Por ejemplo, el Sr. Draghi, al no
pertenecer a ningún partido, tampoco tiene que rendirle cuentas, y menos
aún ha presentado promesas ante los ciudadanos. Si el Sr. Draghi tiene
un partido en la intimidad, sería algo similar a la banca de inversiones
Goldman Sachs –mundialmente conocida al iniciar la crisis de 2008 en
EEUU–, en la que ocupó el cargo de vicepresidente por Europa hace
algunos años. Quizá son grupos como estos bajo los que están sometidos
cargos de decisión en la zona euro, pues resulta absurdo pensar que las
medidas de ajuste adoptadas busquen el bienestar ciudadano y el apoyo de
la población.
Si los países masacrados por la Troika –con
exigencias de austeridad a cambio de liquidez– dejasen el euro y
recobrasen la autonomía de sus monedas, podrían llevar a cabo una
política fiscal expansiva, es decir, ampliar el gasto público reduciendo
el desempleo y moviendo la economía. Si tuviesen autonomía en su
política monetaria, podría pedir prestado a su propio banco central sin
tener que pagar interés alguno.
Chipre es un síntoma más de que
la zona euro es indefendible, y es una señal más de que las condiciones
impuestas para inyectar liquidez son despiadadas, ciegas ante el
sufrimiento humano. El gobierno chipriota se opone al “robo a mano
armada” del 6.75% de los ahorros de todos los que tengan más de 20 mil
euros y menos de 100 mil en el banco, un ataque a la propiedad privada,
dicen unos, una injusta socialización de la estafa, decimos otros.
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