¿Diabético? ¿Con crisis epilépticas? ¿Desórdenes del sueño? Si ha
sido diagnosticado con alguna de estas enfermedades, lo más normal es
que esté acostumbrado a utilizar el transporte público antes que un
coche o moto particular.
Pero a veces, las prisas o el 'hoy me siento bien' hacen que se sobreestimen las habilidades, por ejemplo, con el volante. Investigadores canadienses de la Universidad de Toronto explican en las páginas del 'New England Journal of Medicine'
que para evitar probables y futuras visitas a urgencias producto de
accidentes de tráfico, las advertencias de los médicos sobre la
enfermedad y los tratamientos juegan un papel crucial.
Accidentes vs. traumas
En su investigación, los autores identificaron 100.075 pacientes, con
una media de edad de 60 años, los cuales sufrían alguna o varias de las
20 patologías más típicas que pueden afectar a la atención y al sistema
de alerta humano: desde diabetes mal tratada, hasta episodios
epilépticos, mareos, depresión, o desórdenes del sueño. "Observamos que
en un periodo de tres años antes de recibir esta llamada de atención por
sus médicos, estos pacientes tuvieron 1.430 accidentes de tráfico con
el denominador común de que en todos, eran ellos los conductores y
tuvieron que ir a urgencias", señala.
Analizando el año después de estas advertencias, los accidentes habían bajado a 273, "lo que representa una reducción de aproximadamente el 45% en la tasa anual por cada 1.000 pacientes", asegura el doctor Donald A. Redelmeier, principal autor del estudio.
"Constatamos que las advertencias de los médicos a los
conductores no aptos se asocia con una reducción potencial en el riesgo
de sufrir accidentes de tráfico que requieran visitas a
emergencias", indican. "Tal disminución fue inmediata, sustancial y
sostenida como para tener en cuenta la importancia del médico en evitar
estos hechos", señala Redelmeier.
El consejo del médico
¿Y qué tienen que hacer ellos? "A la vez hemos comprobado que hay un riesgo para estos pacientes de que aumenten los trastornos en su estado de ánimo,
sobre todo depresión, cuando se incide especialmente en que su
enfermedad les imposibilita más que a una persona sana para hacer
ciertas tareas. Aquí se plantea un conflicto ético para los médicos que
tratan de optimizar la salud de los pacientes respetando sus formas de
vida lo máximo posible y evitando que la relación médico-paciente se vea
excesivamente comprometida por demasiados miedos exagerados", afirman.
"Además, las alertas excesivas pueden llevar a un estado de alarma sobredimensionado para los pacientes que les perjudiquen", explica.
Sin embargo, para Julio Zarco, médico de familia y secretario del Observatorio de la Adherencia al Tratamiento, "en España esta disyuntiva no existe
entre los médicos de familia, que son los que atienden más directamente
a este tipo de pacientes con patologías crónicas como la diabetes u
otras", asegura a ELMUNDO.es.
Para el doctor Zarco, "la diferencia que plantea este estudio entre España y Canadá es evidente. Aquí intentamos concienciar a los pacientes
de los peligros ya no sólo asociados a su enfermedad, sino también de
los efectos secundarios de los tratamientos, y más si son varios, por lo
que no existe ese pudor para llamar a las cosas por su nombre",
remarca.
"Todas estas enfermedades están protocolizadas en
cuanto a los consejos que debemos dar a los que las sufren. Quizá el
mayor contratiempo es que en los protocolos no se recogen todos los
casos, como la de conducir para estos pacientes. Pero también es cierto
que en estos casos las organizaciones médicas se preocupan en hacer que los médicos sepan de la importancia que ciertos medicamentos o las patologías tienen para sus habilidades,
por lo que así podemos dar un toque de atención a todos ellos cuando
van a consulta. Así, podemos explicar a un epiléptico que tiene un
problema neurológico que le afecta a sus reacciones o que un diabético
mal tratado puede sufrir hipoglucemia que le lleve a padecer desde
mareos a pérdida de memoria o desorientación. En todos ellos las
facultades se ven mermadas", explica.
Así, para este especialista, "el posible shock que sufra el paciente
es algo que no anteponemos a algo tan serio como un accidente de
tráfico. Lo hacemos con delicadeza y la mayor información posible, pero los riesgos existen y los tienen que saber, creemos que es parte de la buena atención y el respeto", asegura.
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