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lunes, 20 de agosto de 2012

Un tribunal chino libra de la pena de muerte a la esposa de Bo Xilai


Era la crónica de un veredicto anunciado. Gu Kailai, esposa de Bo Xilai, uno de los máximos líderes del Partido Comunista Chino (PCCh) hasta hace unos meses, ha sido declarada culpable del asesinato de un ciudadano británico, Neil Heywood, a quien envenenó en noviembre, debido a una disputa económica. El tribunal de Hefei (capital de la provincia de Anhui) en el que fue juzgada el pasado 9 de agosto en una vista que duró apenas siete horas ha condenado a Gu a pena de muerte con suspensión de sentencia por dos años. Este tipo de sentencias son conmutadas normalmente al cabo de este periodo a cadena perpetua. Zhang Xiaojun, un empleado de la familia que ayudó supuestamente a Gu a matar al Heywood, ha sido condenado a nueve años de cárcel.

El veredicto cierra una etapa en el mayor escándalo político que ha vivido China desde las manifestaciones de la plaza de Tiananmen en 1989, pero profundiza en el interrogante sobre el papel que jugó Bo Xilai en el crimen y el futuro de quien hasta hace unos meses era un claro candidato a entrar en el Comité Permanente del PCCh —el máximo órgano de poder del país— en el próximo congreso del partido, que tendrá lugar en otoño.

La embajada del Reino Unido en China ha mostrado su satisfacción por el hecho de que “las autoridades chinas hayan investigado la muerte de Neil Heywood y juzgado a aquellos identificados como responsables”. El comunicado emitido por la legación señala también que Londres había dejado claro a las autoridades chinas que quería “ver juicios en este caso conformes con los estándares internacionales de derechos humanos y que no fuera aplicada la pena de muerte”.

Bo, de 63 años, fue destituido como secretario del PCCh en la municipalidad de Chongqing a mediados de marzo, y el mes siguiente fue expulsado del Politburó del PCCh, órgano integrado entonces por 25 miembros, coincidiendo con la acusación a su esposa por el “homicidio intencionado” de Heywood.

Gu confesó durante su detención, y luego también durante el juicio, que mató al británico, un viejo amigo de la familia, con quien, según la prensa china, tenía una disputa económica. Los medios oficiales también aseguraron que Gu había dicho que Heywood amenazó y puso en peligro la seguridad de su hijo, Bo Guagua, aunque no explicó de qué forma; un factor que —cierto o no— ha servido como atenuante y ha ayudado a esta abogada de 53 años, hija de la aristocracia comunista china, a escapar a la ejecución.

La agencia oficial Xinhua ha presentado a Gu como una mujer con depresión, que tomaba medicamentos y recurrió al asesinato como consecuencia de las supuestas amenazas por parte de Heywood, a quien engañó para que acudiera a un hotel de Chongqing, donde, tras emborracharle le vertió cianuro en la boca. Cuatro policías de Chongqing fueron juzgados un día después de haberlo sido Gu y admitieron que habían intentado ocultar el asesinato del hombre de negocios británico y evitar que la esposa del entonces líder de Chongqing fuera objeto de una investigación sobre su muerte. Este lunes, el tribunal los ha condenado a penas de cinco a 11 años por haberla protegido.

El cuerpo de Heywood apareció en la habitación de un hotel en Chongqing el 15 de noviembre. Falleció el día anterior. La policía dijo entonces que había muerto de un ataque al corazón por un consumo excesivo de alcohol. El cadáver fue incinerado sin autopsia previa.

El veredicto de culpabilidad de Gu Kailai parecía haber sido decidido ya antes del juicio. “Los hechos del crimen de los dos acusados están claros y las evidencias son irrefutables y sólidas”, dijo a finales de julio la agencia oficial Xinhua. Pero la pena impuesta —que podía haber ido de 10 años de cárcel a la sentencia capital— era una cuestión delicada. Una condena demasiado dura podría ser percibida como la utilización de Gu Kailai como chivo expiatorio de las potenciales irregularidades cometidas por su marido, mientras que una demasiado suave podría provocar el sentimiento de que los altos dirigentes están por encima de la ley, todo lo contrario de lo que han repetido numerosas veces durante el proceso las autoridades y los medios oficiales. Según algunos analistas, Gu probablemente llegó a un acuerdo con los fiscales para evitar la sentencia máxima.

Los expertos daban por sentado que Gu no sería ejecutada, por miedo a la reacción que pudieran tener los simpatizantes de Bo dentro del partido, algunos de los cuales piensan que el exdirigente y su esposa son víctimas de una conspiración como consecuencia de las luchas de poder entre las diferentes facciones del PCCh. También creen que los líderes chinos temían las simpatías que pudiera despertar Gu entre la población.

En China, existe el sentimiento de que la corrupción es un fenómeno que no solo afecta a la familia Bo sino también a muchos otros dirigentes, y Pekín no quiere abrir la caja de los truenos cuando el país se dispone a celebrar un importante congreso en el que se producirá el relevo en la dirección del partido.

Ningún alto dirigente chino ha sido condenado a muerte y ejecutado desde el final de la Revolución Cultural (1966-1976), el movimiento lanzado por Mao Zedong para reavivar el espíritu revolucionario y deshacerse de sus enemigos, que sembró el caos en el país.

En 1998, Chen Xitong, exalcalde de Pekín y miembro del Politburó, fue sentenciado a 16 años de cárcel por corrupción, mientras que en otros casos de corrupción dirigentes de menor rango han sido ejecutados.

Tras la condena a Gu Kailai, los ojos se volverán ahora hacia su marido, que no ha sido visto en público desde que fue defenestrado. De momento, Bo Xilai solo ha sido acusado de “graves violaciones de disciplina”, término asociado normalmente a delitos económicos y de corrupción.

Según la prensa británica, Gu Kailai pidió a Heywood que le ayudara a sacar de China una gran suma de dinero ilegalmente y, cuando ella se negó a pagarle la elevada comisión que él pedía, el británico amenazó con desvelar el plan. Una operación que, de ser cierta, es difícil que se pudiera producir sin el conocimiento de su marido.

Los analistas políticos creen que el juicio a Gu es el prólogo del castigo a Bo y su expulsión del PCCh. La clave reside en si el ambicioso político, que cuenta con el apoyo de un sector del partido, tuvo algo que ver en el asesinato de Heywood, si cometió algún delito y si será perseguido criminalmente. Si no es juzgado, Gu será percibida como la cabeza de turco en la caída de Bo Xilai.

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