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martes, 19 de junio de 2012

Pescadores furtivos reducen un 90% las carpas de la Casa de Campo

"Hace tres años, veías a las carpas saltar por todos los lados; en una mañana pescaba 30; ahora nada". Quien habla es Alejandro, jubilado, uno de los habituales pescadores del lago de la Casa de Campo. Pescadores, por decir algo. Son las 14.30 horas y Alejandro lleva apostado en uno de los embarcaderos del lago, frente a los chiringuitos, desde las nueve. "No han picado ni una vez", asegura con cara de circunstancias. Desde hace dos años es lo habitual.

"Es preocupante, venimos observando que cada vez hay menor cantidad de peces; antes venías, echabas un trozo de pan y los veías pelearse por él; ahora es que ni los ves", afirma Fernando, pescador en la Casa de Campo desde hace seis años.

Varios pescadores en la Casa de Campo. | Sergio González

Varios pescadores en la Casa de Campo. | Sergio González

Para los pescadores hay dos motivos principales para esta carestía. "Creemos que como ahora se celebra aquí la prueba de triatlón podrían estar echando algún producto químico para hacer el agua más clara", asegura Fernando mientras lanza el anzuelo con el cebo habitual: maíz. Según los pescadores, estos líquidos en grandes cantidades podrían estar evitando la cría.

El segundo motivo, en el que coinciden pescadores y habituales del parque, son los pescadores furtivos, principalmente "rumanos", que aprovechan la noche para campar a sus anchas. "Incluso la Policía nos lo dice, que les han pillado pescando, pero cada vez se ven menos", afirma otro de los pescadores.

Tal vez ya no les sea rentable. El número de peces, según aseguran los jubilados, ha bajado "cerca de un 90%". "Cuando les pilla la policía no les puede multar, como mucho les requisa las cañas, pero valen cinco euros en el chino, así que se compran más", asegura Fernando, que incide en que su pesca es irregular.

Cuando llega la noche, "colocan hasta 15 cañas con cebos de pan". Y se llevan las piezas para comérselas, ya que para ellos es una carne muy preciada. Incluso comienza a ser un producto que se comercializa, como en el Mercado de los Mostenses, donde el kilo se vende a cinco euros. "¡A precio de trucha!", exclama Fernando.

"Al llegar aquí algún día muy pronto por la mañana nos encontrábamos los sedales de los rumanos enganchados a las vallas; usan un anzuelo enorme, cogen los clavos de serradura de los caballos", afirma Alejandro. "Son como anclas de barco", exagera otro de ellos. "Hace tiempo que no veo a ninguno, pero antes les he visto cómo cargaban hasta mochilas con las carpas", dice una trabajadora de la zona.

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