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domingo, 21 de agosto de 2011

Grupos ultraconservadores y sectas, parte de la «oferta vocacional» en Madrid


Puestos propagandísticos de grupos ultraconservadores como los Legionarios de Cristo, vigilias organizadas por Apóstoles de la Vida, autodefinidos como «un frente unido de toda la Iglesia por el fin del aborto y la conversión de los abortistas» o una sede abierta 12 horas por el lobby extremista HazteOir.org son algunos de los ejemplos de cómo el ala más derechista se ha hecho fuerte durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebra estos días en Madrid. Al margen del programa principal, centralizado en los actos religiosos encabezados por Benedicto XVI, los grupos ultras y organizaciones de funcionamiento sectario mantienen su propia agenda durante las horas que dejan libre la agenda del Pontífice. Teniendo en cuenta que símbolos como las banderas franquistas se han guardado en el cajón (apenas se pudo ver una enseña española con el águila durante la contramanifestación que trató de boicotear la marcha laica), la presencia de estas formaciones y su mensaje ultraconservador ha constituido el elemento más derechista de la visita de Ratzinger al Estado español.

La feria vocacional, ubicada en el parque de El Retiro, constituye una fórmula perfecta para tomar la temperatura a la Iglesia de Benedicto XVI. Está formada por 68 casetas en las que las diferentes organizaciones exhiben su material propagandístico y tratan de captar nuevos fieles. Entre los grupos que participan en estos puestos se encuentran: las Cruzadas de Santa María (organización de mujeres basada en los principios de castidad, pobreza y obediencia), los Legionarios de Cristo, que mantienen su estatus a pesar de los antecedentes como pederasta de su fundador, Marcial Maciel, o la Legión de María, un grupo que, entre sus objetivos, destaca el de la promoción del «método Billings» (calcular los días fértiles de la mujer atendiendo a la mucosa vaginal) como alternativa al preservativo. También están representadas otras organizaciones como los Heraldos del Evangelio, un grupo que fue calificado de «secta fundamentalista» por el presidente ecuatoriano, Rafael Correa.

Todos estos grupos comparten algo: un funcionamiento opaco, un ideario ultraconservador y las aspiraciones a colocar a alguno de sus fieles en los puestos de responsabilidad de la Iglesia. Un extremo reconocido ayer incluso por uno de los responsables del puesto de los Legionarios, que, sin querer identificarse, aseguraba «comprender las dudas» de parte de la sociedad hacia su organización. Aunque, finalmente, echaba balones fuera afirmando que «quien verdaderamente quiere hacerse con el poder es el Opus Dei». Paradójicamente, la prelatura fundada por José María Escrivá de Balaguer no está representada entre los 68 puestos. Tampoco Camino Neocatecumenal, más conocidos como «los kikos», y que constituye la segunda gran ausencia.

«Los grupos que han colocado stand en la feria vocacional son los que lo han solicitado. No se ha dejado a ninguno fuera», se excusaban ayer desde el gabinete de comunicación de la JMJ (que el jueves estuvo inutilizado durante varias horas tras un ataque informático de Anonymous). Sin embargo, la visión que mantienen otros sectores eclesiásticos es otra. «El Papa se apoya en gente integrista y conservadora», denunció el sacerdote Evaristo Villar, de Redes Cristianas, una organización de base que no tiene sitio en El Retiro y que, sin embargo, sí que ha tomado parte en las marchas contra la visita de Benedicto XVI.

En este sentido, las manifestaciones continúan marcando la agenda en Madrid. El jueves, otras cuatro personas resultaron heridas en nuevas cargas policiales en el centro de la capital del Estado español y la tensión es creciente entre laicos y jóvenes participantes en las Jornadas. Además, los vídeos difundidos en las últimas horas han permitido denunciar los abusos cometidos por agentes de la Policía española, que ayer cargó, por tercera noche consecutiva, contra los manifestantes laicistas.

«Nos llamaron terroristas por llevar la ikurriña» «Nos dijeron que si llevábamos la ikurriña éramos unos terroristas». Alison Montorier, de 17 años y miembro de una parroquia de Baiona, se encontraba con Jean Marie Drapé, de 19 años y Florentin Desplantes, de 18, también de la capital labortana. Los tres estaban el miércoles en la plaza de España, donde la JMJ celebra diariamente conciertos hasta las dos de la madrugada, cuando fueron increpados por enarbolar la enseña vasca. Por suerte, no pasó a mayores. Aunque ellos no son los únicos que han sufrido presiones por mostrar banderas de naciones sin Estado. Oriol Roger, perteneciente al obispado de Girona, también lamentaba haber sido víctima de insultos por llevar atada al cuello la senyera. «Ésta es más constitucional y no nos da problemas», bromeaba uno de sus acompañantes, mostrando la actual enseña del Principat de Catalunya. Sin embargo, los jóvenes se tomaban su demanda casi como una obligación. «Si vienes a demostrar tu fe, también tendrás que defender lo que es tuyo», asegura. Mientras se aleja, con sus cuatro amigos, tocando «Els segadors» con una gralla, se escucha un «Viva España» entre dientes. No será el único que le echen a la cara.

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