Traducido para Rebelión por LB |
Brian Haw se dio a conocer ante la opinión pública con motivo de su protesta contra la guerra en 2001. Durante casi diez años vivió en una carpa instalada frente al Palacio de Westminster y llevó a cabo una vigilia que solamente la enfermedad y la muerte han interrumpido.
Fumador empedernido, murió de cáncer de pulmón, enfermedad de la que estaba siendo tratado en Berlín. Sus partidarios culpan de su muerte al sistema, arguyendo que fue "perseguido implacablemente por las autoridades, lo que con el tiempo acabó haciendo mella en su salud".
Algunos veían su campaña como una expresión de la conciencia pública. Otros lo consideraron una molestia pública cuya colección de banderas, pancartas, carteles, osos de peluche y otros elementos menoscababan la dignidad de la Plaza del Parlamento.
Sin embargo, todo el mundo –tanto partidarios, como críticos y observadores en general- se maravillaban de su tenacidad, tanto si la juzgaban espléndida como excesiva.
A pesar de su extraordinario compromiso nunca se convirtió en un héroe popular; de hecho, nunca aspiró a serlo, concentrándose en la protesta individual en lugar de en buscar ampliar su campaña.
Su retórica, a menudo expresada por medio de un megáfono, era emotiva y sin concesiones, y hacía especial hincapié en el hecho de que [en las guerras patrocinadas por los gobiernos británicos] se mataba y hería a niños. Declaró: "He dado testimonio contra el genocidio que nuestro codicioso país ha estado perpetrando contra los más indefensos. Nos estamos matando los unos a los otros, estamos arrojando bombas sobre nuestros hijos".
Nacido en Redbridge, Londres, Brian Haw William creció en Worcestershire pero durante la mayor parte de su vida vivió en Londres y en sus alrededores, trabajando como carpintero, constructor de barcos y marino mercante. Su padre entró de soldado en el campo de concentración de Belsen y se suicidó 20 años después. "Mi papá se gaseó", le contó en cierta ocasión Haw a un periodista.
La primera vez que acampó frente al Parlamento fue en 2001, inicialmente para protestar contra el apoyo británico a las sanciones de la ONU contra Irak y antes de que Gran Bretaña interviniera en Irak y Afganistán.
Muchas protestas iniciadas por similares motivos acabaron agotándose al cabo de semanas o de meses, pero Haw nunca dio la impresión de estar dispuesto a abandonar su campaña. Se mantuvo firme en ella durante años y no desalojaba ni siquiera el día de Navidad, demostrando tener una resistencia por la que su familia tuvo que pagar un alto precio.
Su esposa solicitó el divorcio cuando cumplió su primer año de acampada en la Plaza del Parlamento, y al cabo de algún tiempo raramente veía a ninguno de sus siete hijos. La pérdida de su vida familiar añadió una capa adicional de amargura a sus opiniones.
EN 2009 le dijo a Jerome Taylor, del diario The Independent: "He perdido a mi familia porque nuestro país no se preocupa lo suficiente.
"Amo mucho a mi esposa y a mis hijos, pero la culpa de que los haya perdido es del Gobierno, pues yo no debería haber estado aquí ocho años. Nunca tuve maldita la gana de pasarme aquí ocho años, pero mientras continúen las matanzas y los asesinatos aquí seguiré".
Una obra de teatro basada en la historia de Haw y titulada El Estado en el que estamos, analizaba el impacto sobre su familia.Su autor, Zia Trench, dijo: "Hay en él algo de ilusión mesiánica, una cosa como muy de Jesucristo”.
"Se ha echado nuestra lucha sobre sus espaldas, pero ¿a qué precio? La obra indaga en el hombre que hay detrás de la protesta y en cómo una lucha por la libertad puede costar a un hombre su esposa, su hogar y su cordura".
En 2007 Haw se alegró de saber que había sido elegido ganador del premio de la cadena de noticias Channel 4 al personaje político más inspirador. Recogió el 54% de los votos emitidos por los espectadores, frente al 8% conseguido por Tony Blair y el 6% de David Cameron.
"Sí, aquello fue jodidamende agradable”, dijo con satisfacción. "Un tío corriente de la calle que recibe más votos que Blair y Cameron: fue cojonudo".
Otra distinción se produjo cuando un artista, Mark Wallinger, recreó su campamento en una exposición que ganó el Premio Turner. Wallinger lo describió como "la última voz disidente del Reino Unido, comprometida en una campaña incansable contra la locura y la arrogancia de la política exterior de nuestro gobierno".
Un portavoz de la Tate Gallery, donde se expuso la obra, dijo que Wallinger "plantea preguntas difíciles sobre la libertad de expresión y la erosión de las libertades civiles en la Gran Bretaña actual".
Del mismo modo que Haw acosó a la autoridad, ésta lo acosó a él. Sus años de acampada en la plaza estuvieron marcados por continuas maniobras legales para desalojarlo del lugar y por numerosas detenciones bajo cargos tales como "sospecha de obstrucción a la policía".
A raíz de un asalto policial realizado a primeras horas del alba, el grupo de derechos civiles Liberty acusó al gobierno de mostrar una "intolerancia que alcanzado sin duda cotas febriles”.
En una sesión de los tribunales el abogado de la Policía Metropolitana dijo que no se sugirió que Haw supusiera una amenaza terrorista, pero que a la policía le preocupaba que "su ubicación única en la Plaza del Parlamento pudiera ser aprovechada por terroristas decididos a asestar un golpe devastador en el corazón de la democracia".
El abogado añadió: "Un artilugio terrorista que estallara en la Plaza del Parlamento tendría un impacto en todo el mundo".
Más tarde, un oficial de policía, al explicar al tribunal por qué no había llegado a un acuerdo con el manifestante, dijo lastimeramente: "El problema es que cada vez que le dirijo la palabra a Brian Haw se levanta y me grita".
Una ley específicamente diseñada para expulsarlo de la Plaza resultó estar mal redactada y no consiguió desalojarlo, aunque la policía le achicó el espacio que ocupaba.
Aunque tenía muchos adversarios, The Independent pidió tres hurras por sus actividades y recriminó a David Cameron por haber dicho: "Estoy a favor de las manifestaciones, pero mi argumento es que esto es la gota que rebosa el vaso".
El periódico declaró: "El derecho a la protesta y las cuestiones relativas a la paz y a la guerra son demasiado importantes como para ser ventiladas con una remilgada apelación al orden. Ese no es el espíritu británico. Y tampoco debería serlo el de alguien que aspira al poder en un país que valora la libertad".
Haw declaró que tenía partidarios en los lugares más inesperados, y dijo: "Hay jueces buenos que están horrorizados e indignados y hay maderos buenos que están horrorizados e indignados".
Con los años su salud se deterioró, nada extraño seguramente tratándose de un hombre que vivía en una pequeña tienda con una cocina primitiva, higiene rudimentaria y en medio del estrépito y el humo del tráfico. Sus roces con la ley fueron interminables, su enojo palpable.
Su rostro se agostó, padecía una fuerte tos bronquial, fumaba cigarrillos baratos y fue descrito como una persona visiblemente esquelética. Lo trataron de su cáncer de pulmón en Alemania, lo que significó que tuvo que abandonar su campamento y que el Parlamento ya no lo tuvo más como un enemigo a sus puertas.
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