Tlaxcala
Desde mediados de enero de 2011 éramos muchos los que ansiábamos que en el “primer mundo” –Europa, USA-Canadá, Australia, Japón– surgiesen movimientos similares a los de Túnez y Egipto, que barrieron y están barriendo dictadores en todo el entorno árabe. El movimiento que estalló en Wisconsin (USA) fue la primera tentativa, que por desgracia se limitó a la ciudad de Madison y a su región, debido a que los dirigentes sindicales, controlados por el Partido Demócrata, impidieron la propagación en el país. En Japón, la catástrofe de Fukushima no ha suscitado aún revueltas populares, pero tengamos paciencia: todo llega en la vida si uno sabe esperar.
Lo que estos señores olvidan es que España es el único país de Europa que vive bajo un régimen heredado de la dictadura franquista y que el derrocamiento de la Segunda República –que había nacido constitucionalmente de las urnas en 1931– fue un acto de guerra, ilegítimo e ilegal. España es también el único país del mundo en el que la monarquía de los Borbones ha sido restaurada tres veces por golpes de Estado: en 1814, en 1874 y en 1951. Uno de los comentaristas bienpensantes citados más arriba se indignó hace unos días de la siguiente manera: “¡Incluso quieren instaurar la Tercera República!”
Por fin, la chispa que ha encendido la llama saltó en España: el 15 de mayo los jóvenes que ocuparon la emblemática plaza madrileña Puerta del Sol –tomando explícitamente a la Plaza Tahrir como referente– desencadenaron la “#spanish revolution”. Seis días más tarde el movimiento se ha extendido a toda España y al mundo entero, con cientos de ejemplos similares. El movimiento se llama “Democracia real ya” y su slogan principal es “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Se inició el 15 de mayo y por eso todo el mundo se refiere a él como “el 15-M”. Este movimiento, en el que multitudes anónimas ocupan las plazas principales de las ciudades, pilló por sorpresa a la clase política, que estaba ensimismada en la campaña electoral de las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo. La referencia explícita a las revoluciones árabes ha suscitado la indignación de los bienpensantes que pululan en todos los medios convencionales. ¿Cómo se atreven a comparar nuestra democracia española con las dictaduras árabes?
La abolición de la monarquía no es para mañana. Por el momento asistimos sólo a una gigantesca explosión de hartazgo contra el sistema dominante, caracterizado por la dictadura de un bipartidismo (que monopolizan el derechista Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, que dice ser la izquierda) mantenido por un inicuo sistema electoral; por la impunidad de los banksters y por un desempleo que alcanza oficialmente al 44% de los españoles de menos de 25 años.
Hace unas semanas el Instituto Cervantes organizó en Túnez un coloquio pomposamente titulado “Pacto y consolidación de la sociedad civil: desafíos de la transición democrática”, financiado por la multinacional INDRA, de origen español. El modelo español de “transición democrática” que allí se les propuso a los tunecinos acaba de sufrir su primera crisis grave el 15 mayo 2011. Las generaciones nacidas después de la muerte de Franco están reinventando la democracia lejos de los palacios del poder, en los únicos lugares donde puede echar raíces una auténtica democracia: en las plazas públicas. Esta democracia se inscribe en el movimiento general de las revueltas lógicas que se iniciaron en octubre de 2010, cuando los habitantes del Sáhara Occidental ocupado montaron un campamento de 8000 tiendas en Gdem Izik, cerca de El Aiún, el cual fue desmantelado un mes más tarde a sangre y fuego por las fuerzas de represión marroquíes con la aprobación tácita del gobierno “socialista” de Madrid. De hecho, la ocupación marroquí del Sáhara Occidental es la mancha indeleble más vergonzosa de esta cacareada “transición democrática” española.
Los europeos y los habitantes del “primer mundo” ya conocen el camino: hay que seguir el ejemplo español. ¡Creemos 1000 Plazas Tahrir!
Lo que estos señores olvidan es que España es el único país de Europa que vive bajo un régimen heredado de la dictadura franquista y que el derrocamiento de la Segunda República –que había nacido constitucionalmente de las urnas en 1931– fue un acto de guerra, ilegítimo e ilegal. España es también el único país del mundo en el que la monarquía de los Borbones ha sido restaurada tres veces por golpes de Estado: en 1814, en 1874 y en 1951. Uno de los comentaristas bienpensantes citados más arriba se indignó hace unos días de la siguiente manera: “¡Incluso quieren instaurar la Tercera República!”
Por fin, la chispa que ha encendido la llama saltó en España: el 15 de mayo los jóvenes que ocuparon la emblemática plaza madrileña Puerta del Sol –tomando explícitamente a la Plaza Tahrir como referente– desencadenaron la “#spanish revolution”. Seis días más tarde el movimiento se ha extendido a toda España y al mundo entero, con cientos de ejemplos similares. El movimiento se llama “Democracia real ya” y su slogan principal es “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Se inició el 15 de mayo y por eso todo el mundo se refiere a él como “el 15-M”. Este movimiento, en el que multitudes anónimas ocupan las plazas principales de las ciudades, pilló por sorpresa a la clase política, que estaba ensimismada en la campaña electoral de las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo. La referencia explícita a las revoluciones árabes ha suscitado la indignación de los bienpensantes que pululan en todos los medios convencionales. ¿Cómo se atreven a comparar nuestra democracia española con las dictaduras árabes?
La abolición de la monarquía no es para mañana. Por el momento asistimos sólo a una gigantesca explosión de hartazgo contra el sistema dominante, caracterizado por la dictadura de un bipartidismo (que monopolizan el derechista Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, que dice ser la izquierda) mantenido por un inicuo sistema electoral; por la impunidad de los banksters y por un desempleo que alcanza oficialmente al 44% de los españoles de menos de 25 años.
Hace unas semanas el Instituto Cervantes organizó en Túnez un coloquio pomposamente titulado “Pacto y consolidación de la sociedad civil: desafíos de la transición democrática”, financiado por la multinacional INDRA, de origen español. El modelo español de “transición democrática” que allí se les propuso a los tunecinos acaba de sufrir su primera crisis grave el 15 mayo 2011. Las generaciones nacidas después de la muerte de Franco están reinventando la democracia lejos de los palacios del poder, en los únicos lugares donde puede echar raíces una auténtica democracia: en las plazas públicas. Esta democracia se inscribe en el movimiento general de las revueltas lógicas que se iniciaron en octubre de 2010, cuando los habitantes del Sáhara Occidental ocupado montaron un campamento de 8000 tiendas en Gdem Izik, cerca de El Aiún, el cual fue desmantelado un mes más tarde a sangre y fuego por las fuerzas de represión marroquíes con la aprobación tácita del gobierno “socialista” de Madrid. De hecho, la ocupación marroquí del Sáhara Occidental es la mancha indeleble más vergonzosa de esta cacareada “transición democrática” española.
Los europeos y los habitantes del “primer mundo” ya conocen el camino: hay que seguir el ejemplo español. ¡Creemos 1000 Plazas Tahrir!
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