Viento Sur / Médiapart
El mismo día en que arrancaron las primeras manifestaciones contra Gadafi en Libia, el 15 de febrero de 2011, representantes de la Unión Europea recibían en Bruselas a oficiales del régimen libio para discutir sobre la “puesta en práctica” de un acuerdo sobre inmigración, según informaciones confirmadas en la sede de la Comisión. Esta coincidencia es la viva imagen de la única respuesta concreta que ha dado hasta ahora la UE a los levantamientos populares del Magreb y de Oriente Próximo: reforzar la vigilancia de sus fronteras exteriores para impedir que los migrantes procedentes del continente africano arriben a sus costas.
A partir del domingo, 20 de febrero, la agencia europea Frontex viene facilitando a Italia equipos aéreos y marítimos y “policías” europeos. “Me complace anunciar (el despliegue) de la misión Hermes de Frontex (…) para ayudar a las autoridades italianas a gestionar los flujos migratorios procedentes del norte de África”, declaró satisfecha la comisaria de Asuntos de Interior, Cecilia Malmström.
Esta “clara señal de solidaridad europea”, por citar sus palabras, se produce a raíz de la llegada, estos últimos días, de varios miles de tunecinos (unos 5.000) a la isla de Lampedusa. Aprovechando la relajación de la vigilancia policial en su país, estas personas llegaron a Italia en barco con ánimo de reunirse, en muchos casos, con sus familias en Francia.
Si las mismas causas producen los mismos efectos, los Estados miembros de la UE temen que el hundimiento del Estado libio, si finalmente se produce, provoque la salida masiva de migrantes de Libia, que constituye la principal zona de tránsito de muchos africanos subsaharianos. Blandiendo la amenaza de invasión, el ministro de Asuntos Exteriores de Italia, Franco Frattini, anunció la posible llegada de “cientos de miles” de refugiados y predijo incluso un “éxodo bíblico”, “diez veces mayor que la llegada de albaneses en la década de 1990”.
En una entrevista publicada en la revista alemana Spiegel Online, el director de Frontex, Ilkka Laitinen, anticipa lo que sucederá. Al tiempo que pide más medios humanos y materiales, considera, fatalista, que “si quieren venir, encontrarán la manera de llegar”. “No podemos matarlos”, añade.
5.000 millones de euros, una cantidad “exagerada”
Los países europeos se inquietan, o hacen ver que se inquietan, cuando son ellos mismos los que han contribuido a convertir la inmigración en moneda de cambio en sus relaciones con Muammar el Gadafi. Este último lo demostró el 17 de febrero, cuando amenazó con “dejar de cooperar en la lucha contra la inmigración ilegal” si la UE seguía “alentando” a los manifestantes. Desde hace algunos meses, la ruta libia estaba siendo menos frecuentada y los migrantes preferían tomar otras vías, más largas y peligrosas, rodeando el Mediterráneo por la parte oriental. Sin embargo, un debilitamiento del Estado policiaco y las órdenes del dirigente libio podrían reactivar esa ruta.
A golpe de millones de euros, Bruselas asignó progresivamente la función de guardafronteras a Libia, país que no ha suscrito la Convención de Ginebra sobre los refugiados. El último acuerdo de cooperación data de octubre de 2010. Pocas semanas después de la firma, a finales de noviembre, los dirigentes europeos acudieron a Trípoli para escuchar cómo el dirigente libio les reclamaba, una vez más, 5.000 millones de euros (anuales) para frenar la inmigración “clandestina”.
Si bien tacharon esta petición de “exagerada”, los responsables de la UE acababan de concederle una “ayuda” de 50 millones en dos años (2011-2013). Italia se había adelantado en mayo de 2009 organizando patrullas italo-libias a lo largo de las costas.
Presas de su propia trampa, los ministros europeos de Asuntos Exteriores, reunidos en Bruselas el domingo 20 y el lunes 21 de febrero, expresaron su indignación, desde luego, pero midiendo mucho sus palabras. Cuando ya habían muerto centenares de manifestantes libios en Bengasi y Trípoli, la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, llamó a las autoridades a “hacer gala de contención y calma” y abogó por “un diálogo abierto y con contenido”.
Las circunstancias dramáticas no impidieron a los representantes de la UE expresar su preocupación por una eventual avalancha de inmigrantes. “Se produce un fenómeno de succión cuando caen un régimen y sus controles”, insistió el ministro francés de Asuntos Europeos, Laurent Wauquiez. “Estamos alarmados por la evolución de la situación en África del Norte”, añadió Michele Cercone, portavoz de la comisaria de Asuntos de Interior.
Un “emirato islámico árabe junto a la frontera europea”
Yendo todavía más lejos, el ministro de Asuntos Exteriores checo, Karel Schwaerzenberg, estimó que la UE “no debería implicarse demasiado” en los acontecimientos libios, poniendo en guardia a la opinión sobre las “catástrofes” que provocaría la caída del dictador.
“Italia, como ustedes saben, es el vecino más cercano tanto de Túnez como de Libia y estamos extremadamente preocupados por las repercusiones en el fenómeno migratorio en el sur del Mediterráneo” de los acontecimientos actuales, declaró a su vez su colega italiano, Frattini. “Europa no debería tratar de exportar su modelo a África del Norte (…). No deberíamos causar la mala impresión de que exportamos nuestra democracia. Debemos ayudar y apoyar la reconciliación pacífica”, remachó, expresando su temor por la instauración de un “emirato islámico árabe junto a la frontera europea”, que supondría una “grave amenaza”.
Como atestigua el tono dramático de estas palabras, el fantasma de la invasión responde a cierto interés por parte de los países que lo agitan. En la escena política italiana, podría servir para desviar la atención de la opinión pública de los escándalos del jefe de gobierno, Silvio Berlusconi, pendiente de juicio por abuso de poder y relaciones sexuales con una menor.
En Francia, el ministro del Interior, Brice Hortefeux, aprovechó la ocasión para insistir en relacionar inmigración y delincuencia. “Las autoridades italianas nos han informado de que entre los inmigrantes recién llegados hay antiguos presos comunes, ya que unos 10.000 de ellos se han evadido durante la revolución tunecina. De momento, el problema no se plantea en Francia, pero puede llegar a plantearse. Es realmente preocupante para los países europeos que esa gente venga aquí”, declaró, según Le Canard enchaîné, durante un desayuno con los dirigentes de la mayoría parlamentaria, el 15 de febrero en el Elíseo.
En el plano de la UE, este tipo de discurso pretende legitimar el continuo endurecimiento de la política migratoria europea, cuando en realidad los desplazamientos entre las dos riberas del Mediterráneo son muy minoritarios dentro de los flujos migratorios.
Coreadas por el grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo, varias redes militantes y asociaciones, como Migreurop o France terre d’asile, han llamado a los Estados miembros a romper toda relación con Libia y a “reorientar radicalmente” sus política con el fin de “abrir una nueva era, marcada por menos injusticias, menos desigualdad y menos atentados a los derechos en las relaciones entre la Unión Europea y sus vecinos mediterráneos”.
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