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jueves, 13 de enero de 2011

Túnez, dictadura mafiosa

Le Monde

Desde hace tres semanas, soplan aires de revuelta política y social en Túnez. La dureza de la represión, que ha causado veintitrés muertos, muestra que el régimen de Ben Alí se siente amenazado por primera vez. Pero la fuerza y la perseverancia de la movilización del pueblo tunecino ofrecen a la opinión pública y a los representantes políticos europeos y franceses la oportunidad de descubrir la realidad de Túnez. Una visión sesgada desde hace más de veinte años por tópicos alimentados por el poder y muchos de sus simpatizantes franceses.

Tópico 1: “Es cierto que el régimen de Túnez no es una democracia, pero tampoco es una dictadura, solo un régimen autoritario”. No, los actuales sucesos son la prueba para aquellos que no veían o no querían verlo: el régimen de Túnez es una dictadura policial y mafiosa de la peor calaña. Ben Alí en Cartago, es Al Capone en la Casa Blanca.

Tópico 2: “El país debe a Ben Alí un milagro económico”. En realidad, el Túnez de los años noventa debía su relativa prosperidad a las tres décadas de presidencia de Burguiba, marcadas por una gran inversión en educación, en planificación familiar y la implantación de una economía de mercado sana, capaz de generar un crecimiento anual del 7%. Ben Alí heredó esta situación. Veinte años después, ha transformado Túnez en una economía de corrupción en donde ya no hace falta demostrar las derivas mafiosas. Tras el “milagro”, vino el desaliento social.

Tópico 3: “Ben Alí ha erradicado el peligro islamista”. De no apoyarlo, existiría un gran riesgo de que se formara un régimen talibán en el sur del Mediterráneo, como señaló Nicolas Sarkozy en 2008. En realidad, Ben Alí ha acabado, a costa de grandes violaciones de los derechos humanos, con un partido islamista conservador burgués, Ennadha, que estaba a mil leguas de la violencia yihadista. En cuanto a los disturbios políticos, los “barbudos” no han participado en ellos, como prueban las consignas laicas coreadas por los manifestantes.

Tópico 4: “No hay oposición creíble. La oposición tunecina es débil, está dividida y es inoperante”. Los que han vivido y viven bajo una dictadura saben que la oposición solo puede existir en una democracia, que en una dictadura solo puede haber resistencia, civil o armada. Ben Alí, “elegido” y “reelegido” alcanzando en tres ocasiones más del 90 % de los votos, organizó su propia oposición para confundir, mientras amordazaba, encarcelaba y torturaba a centenares de hombres y mujeres valientes y dignos que lucharon contra una de las maquinas más represivas y perversas que hayan existido.

Tópico 5, en forma de pregunta falsamente ingenua: “¿Cuál es la alternativa a Ben Alí?”. Si un tunecino le planteara esa pregunta a un francés: “¿Cuál es la alternativa a Sarkozy?”, la respuesta sería lógica y evidente: la persona que los franceses designen en las próximas presidenciales. Para un tunecino que respondiera a un amigo francés es exactamente lo mismo: A Ben Alí le sucederá la persona que el pueblo tunecino designe en unas elecciones libres y transparentes. ¿Quién ha dicho que estamos condenados a perpetuidad a una dictadura?

Durante mucho tiempo Ben Alí ha aparecido como el garante de la estabilidad en Túnez. Desde que se inició la revuelta que golpea el país, Ben Alí se ha convertido en el principal factor de inestabilidad y solo cuando se vaya, se podrá recuperar la calma. La opinión publica y los responsables políticos franceses deben abrir los ojos a la realidad del pueblo tunecino. Sino es muy probable que Francia pierda el capital de simpatía con el que cuenta en Túnez. Perdería la oportunidad de contribuir a una transición pacífica hacia un Estado de derecho y de participar en la creación de un espacio euromediterráneo estable, próspero, en donde se compartan los mismos valores democráticos.


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