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jueves, 13 de enero de 2011

El fraude de las vacunas y el autismo se organizó por dinero

El fraude en la investigación científica y médica, desde los plagios a los resultados no contrastables pasando por las estadísticas retocadas, es más frecuente de lo que cabría desear, pero pocas veces se produce un engaño total y premeditado, y menos si se juega con la salud de niños con el único propósito de hacerse rico.

Sin embargo, esto es lo que ocurrió, según la revista 'British Medical Journal' (BMJ), con el polémico estudio que vinculaba la vacuna triple vírica con el autismo. Aquella investigación, publicada en febrero de 1998 en la revista 'The Lancet' y posteriormente retirada tras descubrirse el fraude, relacionaba dicha vacuna -que se usa contra las paperas, el sarampión y la rubeola- con el desarrollo de esta enfermedad en 12 casos. Ahora, se acaban de poner de manifiesto los intereses económicos concretos que tenían los investigadores.

Cuando se descubrió que los datos publicados eran falsos, su principal autor, el doctor Andrew Wakefield, perdió la licencia para ejercer en el Reino Unido, pero él aún mantiene -ahora desde EEUU- que su estudio era válido, y algunos padres de pacientes de autismo todavía le apoyan, según puso de manifiesto la CNN la semana pasada, tras la aparición de nuevos datos que profundizaban en el fraude.

Sin embargo, 'British Medical Journal' insiste esta semana es que se trató de un fraude deliberado en el que se engañó a los padres, se hicieron pruebas inconvenientes a los niños, se fabricaron resultados y se ocultaron deliberadamente intereses económicos, según el pormenorizado relato que hace en esta publicación el periodista Brian Deer.

Pero, además, la revista sostiene que tras estas malas prácticas se escondía una trama destinada a hacer dinero, la cual arrancaba de un claro conflicto de intereses que Wakefield no declaró en su momento: había sido contratado -y pagado- por Richard Barr, un abogado que reclutaba a padres de niños autistas para demandar a los fabricantes de la vacuna. El investigador recibía 180 euros a la hora, gastos aparte, por sus servicios de asesoría científica al abogado.

Además, se barajó la idea de montar una empresa para explotar los supuestos resultados de la investigación, con previsiones de ganancias millonarias. En concreto, se llegaron a estimar retribuciones por un valor superior a los 33 millones de euros al año por un kit de diagnóstico que se quiso comercializar.

En un documento privado al que ha tenido acceso el mencionado periodista, se exponía la necesidad de recabar más de 590 millones de euros de inversores para poner en marcha el negocio. Pero no sólo se trataba de ganar dinero, sino también fama. De hecho, un ex colega del investigador ha declarado que oía hablar a Wakefield y su equipo de "ganar el Nobel" con este estudio.

Descenso de las vacunas

Deer recuerda ahora que las vacunaciones de la triple vírica, tras ser desacreditadas sin pruebas reales, descendieron en el Reino Unido en 2003 por debajo del umbral recomendado por las autoridades para mantener inmunidad comunitaria. Pocos meses después, el diario 'Sunday Times', en el que trabajaba el propio Deer, reveló que varios de los padres cuyos niños habían participado en el estudio estaban presentes a su vez en el litigio contra los creadores de la vacuna.

Sería sólo el primero de una serie de escándalos que culminaría con la desacreditación pública del estudio por parte de la propia revista que lo difundió en febrero del año pasado. También los tribunales de EEUU han desestimado las demandas que se apoyaban en las tesis de Wakefield.

BMJ ha anunciado, además, que la próxima semana publicará la tercera y última entrega sobre el fraude. Entretanto, y a raíz del eco que generó la primera entrega, el ex investigador Wakefield y el periodista Deer han mantenido un cruce de declaraciones a través de la cadena CNN. Para el médico, los intereses económicos de la industria farmacéutica están detrás del "golpeador" que está propiciando su ruina. El reportero, por su parte, ha contestado a esta acusación alegando que, en su opinión, Wakefield debería enfrentarse a una acusación penal por su conducta como investigador médico.

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