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lunes, 29 de noviembre de 2010

El cenit del fútbol

El clásico se supera a cada edición, siempre superlativo, muy dado a los adjetivos grandilocuentes, incluso cuando se juega en una fecha inhabitual como ahora, un lunes a las nueve de la noche. Acostumbrados los aficionados a que la Liga se viva el fin de semana, puede que esta vez al duelo Barcelona-Madrid le haya sobrado un día, el de ayer, más que nada porque ya estaba todo dicho y los entrenadores de ambos equipos mantuvieron una actitud muy diplomática y guardaron mucho las formas a pesar de que se les acusaba de contraprogramar sus comparecencias ante la prensa, como si se marcaran en la distancia.

Pep Guardiola se guardó la última palabra, quizá por el factor campo o por si acaso José Mourinho se iba de la lengua, lo que no ocurrió, consciente este de que esta vez no le convenía inflamar la contienda.

El técnico del Madrid estuvo muy comedido, nada provocador, aburrido para aquellos a los que les gusta chinchar. La mayoría de sus argumentos fueron hasta cierto punto convencionales: "Importantes son todos los partidos y el que viene no es decisivo", "me motivan más los encuentros de la Copa de Europa que los de la Liga", "no somos favoritos", "Guardiola tiene su estilo; si está contento con él, fantástico" o "espero que mi equipo tenga la mentalidad suficiente para perder y continuar confiando en sí mismo o ganar y seguir teniendo los pies en la tierra". Mourinho únicamente se permitió una apunte picante respecto al árbitro: "Veo, con los datos en la mano, que el Barça es feliz con Iturralde y el Madrid menos feliz". Al técnico portugués se le vio tan sereno que no tuvo reparos en anunciar que dispondrá la alineación de los últimos partidos, una prueba de confianza y autoestima: no hay motivos para cambiar de plan ni siquiera cuando el rival es el Barça y el escenario el Camp Nou.

Mourinho se remitió al campo de juego al igual que Guardiola, habitualmente comedido y educado, por más de que de vez en cuando parezca contenerse. Alguna de sus frases fueron tan sensibles como lógicas: "Espero de corazón que sea un partido fantástico", "nuestra gente vendrá a vernos porque sabe que el equipo casi nunca le ha fallado", "intuyo cómo jugarán y el Madrid sabe cómo jugaremos, así que que el partido es previsible".

Aclaró además que si había retrasado el entrenamiento a las seis de la tarde no era por saber del Madrid, sino porque durante la mañana del domingo se juegan varios partidos en la Ciudad Deportiva y, por otra parte, ayer se celebraban las elecciones catalanas: "Muchos de nuestros futbolistas son catalanes y así podían votar en familia. Yo, por mi parte, he aguardado al resultado de los sondeos antes de salir a la sala para responder a vuestras preguntas". Después de matizar que no tiene "del todo" decidida la alineación, el entrenador barcelonista advirtió que el Madrid "es el mejor equipo del mundo jugando al contraataque desde hace ya mucho tiempo. Es un rival espectacular, muy físico, potente, rápido y organizado. Llega con pocos toques". "Aun sabiéndolo", añadió, "atacaremos, iremos a buscarles. Seremos lo que somos porque de lo que más orgulloso se siente el club es de la admiración que ha generado el equipo por su juego".

A los dos técnicos, por tanto, les viene bien cómo llega el clásico y no hicieron nada para cambiar las circunstancias previas, solo alteradas por los incidentes registrados a la llegada de la expedición madridista al hotel de Barcelona: el lanzamiento de una litronarompió una de las lunas del autocar.

La expectación es máxima. Se calcula una audiencia de unos 400 millones de espectadores, se han acreditado cerca de 900 periodistas, el encuentro se podrá ver en 73 cines y competirán 13 campeones del mundo y los dos últimos ganadores del Balón de Oro, Cristiano Ronaldo y Messi. La estadística asegura que son los dos máximos artilleros del campeonato, con 15 y 13 goles, y también que el argentino aún no ha marcado un gol a un equipo de Mourinho y el portugués ha sido incapaz de batir a Valdés.

Los debates individuales, Messi-Cristiano y Guardiola-Mourinho, se presentan tan transcendentes como el colectivo. El Madrid siente que ha llegado la hora de ganar en el Camp Nou: es el líder invicto, juega como una bestia y cuenta con un entrenador que deja huella en los grandes partidos. Y el Barça se ha ido afinando conforme se acercaba el clásico: aunque nunca dejó de ser bello, ha ganado concreción. "Si los dos jugáramos a nuestro mejor nivel, empataríamos", zanjó Guardiola, deseoso de que "llegue el partido y... a ver qué pasa".

El clásico, definitivamente, se ha superado una vez más.

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