La relación entre el Gobierno central y la Generalitat catalana ya no está rota, las vías de contacto son varias
y muy discretas y el objetivo es común: encontrar una salida dialogada y
de consenso a la crisis política que ha llevado a vivir durante este
año uno de los momentos más críticos y tensos entre ambas
Administraciones y sus dos partidos ahora de gobierno.
El Gobierno central está muy satisfecho por el giro dado por Artur Mas, aunque no quiere decirlo en público precisamente porque puede ser contraproducente y complicarle la vida políticamente al presidente de la Generalitat, sobre todo en vísperas de la Diada del próximo 11 de septiembre,
que se prevé difícil y polémica. Sin embargo, en su estilo siempre
críptico, el presidente, Mariano Rajoy, trasladó ayer desde San
Petersburgo la imagen de que está en marcha una negociación con Mas, que
hay una relación muy fluida y él confía en que fructifique.
Rajoy confirmó, además, que el jueves de la semana pasada (29 de
agosto) mantuvo una reunión en Madrid con Mas, como adelantó ayer el
diario catalán Ara. El presidente catalán viajó a Madrid en coche, para no ser visto.
El presidente español quiso ir algo más allá en su afán por trasladar
una imagen de normalidad en unas relaciones que han sido estos meses
todo menos corrientes. Rajoy explicó que habla por teléfono con Mas con
bastante frecuencia y de manera tan secreta como la citada reunión de la
semana pasada, de la que el Gobierno no quiso dar información, incluido
el día de ayer, porque Soraya Sáenz de Santamaría la catalogó en el
ámbito de la agenda no pública del presidente.
Aunque Rajoy quiso restar en público ayer importancia a esa charla,
que enmarcó entre las que se producen de manera habitual con muchos
presidentes autonómicos, el presidente sí trasladó a conciencia una
imagen muy diferente de la enorme tensión que se provocó tras la misma
cita que ambos presidentes mantuvieron en septiembre de 2012, y que
impidió durante meses que pudiera haber una reunión. De hecho, ayer el
presidente español favoreció la idea de una posible negociación para
buscar una salida política a la situación catalana con una expresión
típica suya: “Yo hablo con Artur Mas y con otros presidentes con cierta
periodicidad. A veces son reuniones públicas y otras no. A veces se
habla por teléfono. Yo no voy a dar detalles, ni yo ni nadie, sobre con
quién hablo, a no ser que haya algo especial. Es una conversación más.
Es un asunto importante para los ciudadanos de Cataluña y de toda
España. Lo que voy a hacer es trabajar para que España continúe en un
proceso en el que juntos, durante más de 500 años, podamos hacer de este
país un gran país. Los retos que tenemos por delante son muy
importantes, espero que podamos hacer cosas razonables sobre la base de
mi posición, que todo el mundo conoce”.
Esa expresión de “hacer cosas razonables” y el detalle de que las
conversaciones son frecuentes, algo que venían diciendo fuentes
gubernamentales en las últimas semanas, es un reconocimiento claro de
que se está trabajando en una salida, algo que también detallan otras
fuentes del Ejecutivo. Todo el mundo asume que ahora es muy complicado
por la situación política de Mas, acorralado entre el frente de ERC, que quiere referéndum en 2014, y el de Unió,
que no ve con buenos ojos que un Gobierno de CiU pueda llevar a cabo un
referéndum ilegal. A la vez, Mas vive entre la presión de una parte de
su electorado, otra parte de su militancia y la mayoría del empresariado
catalán, que no ve con buenos ojos la deriva soberanista. En ese
contexto, Rajoy quiere dejar atrás la dureza contra Mas que exhibió en
la última campaña electoral. El lema es claro: hay que ayudar a Mas a
buscar una salida.
En esa línea de prudencia y optimismo controlado abundó ayer también
la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, pero tras el Consejo de
Ministros en Madrid, cuando se le preguntó por el presunto giro de Mas
al aceptar ahora que no podrá organizar una consulta independentista si
el Ejecutivo central no lo permite: “Como Gobierno, indudablemente solo
podemos valorar positivamente todas las iniciativas que respeten la ley y
tenemos que valorar negativamente las que no lo hagan. Todo lo que sea
respetar la Constitución tendrá respuesta favorable por parte del
Gobierno”.
Fuentes del Gobierno rechazaron ayer la posibilidad de que en una
hipotética negociación con el ejecutivo catalán o sus emisarios se hayan
podido intercambiar ya ideas sobre cómo plantear la citada consulta
sobre el derecho a decidir para que pueda ser legal o incluso qué tipo
de preguntas se podrían consentir en ese teórico referéndum.
Pero Rajoy, en ese afán por evitar ahora la confrontación, no quiso
ayer ni siquiera descartar tajantemente la posibilidad de que se pueda
buscar una fórmula para algún tipo de referéndum en Cataluña, por
ejemplo a través de una no vinculante ley catalana de consultas. Aunque
el Gobierno siempre ha descartado esa idea, Rajoy tenía ayer la clara
intención política de no echar ahí más leña al fuego, al menos por
ahora. Y tampoco quiso decir ni una palabra sobre el giro de Mas, que en
privado el Gobierno ve como una buena noticia, aunque traslada el
problema a 2016. Rajoy no contestó con claridad cuando se le preguntó si
está dispuesto ahora a aceptar esa consulta. Fue ahí cuando habló de
los puentes de San Petersburgo como una metáfora de la necesidad de dar
aire a Mas: “La vida demuestra que lo que hace falta es sentido común, y
hablar nunca es malo”.
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