Stratfor/Viento Sur
La sociedad china está en vísperas de una transformación estructural todavía más profunda que el largo y dificultoso proyecto de reequilibrio económico que el Partido Comunista de China (PCC) está impulsando con preocupación. La población china envejece con mayor rapidez que con la que se enriquece, generando un fuerte desequilibrio demográfico que tendrá importantes implicaciones en los esfuerzos del PCC por transformar la economía china y conservar su propio poder en la década que viene.
Dos reportajes
publicados en medios chinos destacan diferentes aspectos de la crisis
demográfica que está incubándose en este país. El ministerio de
Educación informó el 21 de agosto de que en 2012 habían cerrado más de
13.600 escuelas primarias en todo el país. El informe alude al cambio
pronunciado del perfil demográfico de China para justificar esos
cierres, señalando que entre 2011 y 2012 el número de alumnos de
primaria y secundaria descendió de casi 150 millones a 145 millones.
Confirmó asimismo que entre 2002 y 2012 el número de alumnos
matriculados en la escuela primaria descendió casi un 20%. El informe
ministerial se publicó un día después de que un artículo aparecido en el
Diario del Pueblo, el periódico del gobierno, advirtiera de la crisis
de la seguridad social que se cierne sobre China por el hecho de que el
número de ancianos aumentará previsiblemente de 194 millones en 2012 a
300 millones en 2025.
El PCC ya está planteando medidas para
contrarrestar o por lo menos limitar el impacto a corto plazo de los
cambios demográficos en la sociedad china. Por un lado, acaricia la idea
de relajar la política del hijo único en un intento de incrementar la
tasa de fertilidad, últimamente con un posible programa piloto en
Shanghai que permitiría a las parejas que tienen un único hijo tener un
segundo. Por otro lado, el gobierno ha propuesto aumentar la edad legal
de jubilación de 55 a 60 años para las mujeres y de 60 a 65 años para
los hombres. Si se aplica esta medida, la política de jubilación china
se alinearía más con los estándares internacionales y aplazaría algunas
de las presiones financieras y sociales generadas por el fuerte aumento
de jubilados dependientes de las pensiones públicas y del cuidado de sus
hijos.
Sin embargo, ni siquiera un cambio radical de la
política de hijo único o un ajuste drástico de la edad legal de
jubilación supondrían más que amortiguadores temporales y parciales
frente al problema del cambio demográfico. Ya no está claro que la
política de hijo único tenga algún efecto apreciable en el crecimiento
de la población china. La baja tasa de fertilidad del país (1,4 hijos
por madre, frente a un promedio de 1,7 en los países desarrollados y de
2,0 en EE UU) es por lo menos tanto un reflejo de la lucha de las
parejas urbanas por hacer frente al rápido aumento del coste de la vida y
de la educación en muchas ciudades chinas, como de la aplicación
estricta de la política.
De un modo similar, el retraso de cinco
años de la edad de jubilación no hará más que aplazar parcialmente lo
inevitable, y además chocará con una tenaz oposición de importantes
sectores profesionales, entre ellos numerosos funcionarios. Al ajustar
la edad de jubilación, el gobierno también corre el riesgo de agravar la
crisis de empleo entre el número rápidamente creciente de licenciados
universitarios en paro, muchos de los cuales esperan acceder al empleo a
medida que los trabajadores mayores abandonan el mercado de trabajo. En
este contexto, el PCC ha de sopesar con cuidado los ajustes de sus
políticas, ya que cualquier cambio que introduzca en un área generará
probablemente nuevas tensiones en otro sector de la mano de obra.
El dilema del reto demográfico en China radica en el hecho de que a
diferencia de Japón, Corea del Sur, EE UU y los países de Europa
occidental, la población china envejecerá antes de que la mayoría
alcance un nivel de renta media, por no decir alta. Esto no tiene
antecedentes históricos y sus implicaciones son todavía más
impredecibles por su coincidencia con el cambio forzado de la economía
china, que pretende abandonar el modelo basado en la explotación de una
mano de obra barata e inagotable y sustituirlo por otro en que los
jóvenes chinos sostengan la vida económica del país como trabajadores y
consumidores. Un aplazamiento temporal de la crisis demográfica será
difícil, pero posible, si se aplica la reforma, pero a largo plazo la
solución parece fuera del alcance.
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