Más allá de las razones públicas para renunciar al papado y más allá de las interpretaciones oficiales y oficiosas de su decisión, Benedicto XVI tiene sin duda otras más profundas…
Ratzinger, cardenal, Benedicto XVI, papa, han sido
dos personajes controvertidos dentro de su propia Iglesia. Pero casi del
mismo modo que, para los irracionalistas, es controvertido el
intelectualismo; como lo es el papado, tanto entre los cristianos de
base como para quienes no pertenecemos a ese tinglado histórico que
llaman "la Iglesia", vector de cultura pero también de sinrazón, de
crueldad y de intolerancia. ¡Ah!, la intolerancia...
Una Iglesia
que concita teóricamente a 1.200 millones de seres humanos que van
perdiendo el fuelle de su fe a pasos de gigante; una iglesia que pese a
su pretenciosidad afecta apenas a la sexta parte de la población del
mundo, desplazada además rápidamente tanto por el islamismo como por
otras iglesias cristianas más acordes al milenio; una Iglesia que se
proclama como la única titular de la verdad, cuando el mundo sabe que
sólo existen apariencias de verdad; una Iglesia que dice tener origen
divino sin dejar de ser una asociación de humanos (detalle éste, que
siempre le ha servido para justificar lo injustificable); una iglesia
que pese a tener inspiración divina se ha pasado gran parte de su
historia a lo largo de mil quinientos años, descargando todo el peso de
su poder sobre parte de la humanidad, mezclando falsas esperanzas con
brutalidad, directa o indirecta, y misericordia con abusos a la vista de
todos o en la sombra...
Con toda esta complejidad. más bien
prolijidad; con esta manera de explicar al mundo su presencia, su
potencia y su misión, esa Iglesia sigue pretendiendo que el orbe
entienda y disculpe sus miserias seculares y que las vocaciones no
retrocedan alarmantemente cuando, por si fuera poco, siempre se
posiciona al lado de los ricos y poderosos. ¿Es verdad que ni el uno ni
la otra, ni el papa ni la curia romana, se dan cuenta de que cada vez
quedan menos prosélitos que se dejan engañar; que, a menos que estemos
ofuscados o interesados o tengamos anulada nuestra inteligencia por su
influjo, no vemos claramente que lo que hace la Iglesia no es si no
traficar con una bella doctrina? ¿Les extraña que escaseen cada día más
las vocaciones? Se da plena cuenta el mundo, pero también sus propios
administradores, algunos cardenales y numerosos sacerdotes... con la
edad. Y Ratzinger no es una excepción.
Si en otros tiempos el
catolicismo, los católicos, los teólogos y los expertos en apologética
pudieron configurar la mente de la grey, del rebaño, es decir de los
dóciles y de los no pensantes, en estos tiempos todo eso estalla en
cualquier conciencia medianamente avisada. Y esto es lo que, a mi
juicio, le ha sucedido a Benedicto, a Ratzinger, al intelectual.
Benedicto ha llegado a la médula ósea del pensamiento sin confines que,
si en unos puede generar monstruos, para un verdadero intelectual
constituye el gran sentido de la vida más allá de la existencia
neurovegetativa.
Benedicto ha traspasado todas las paredes que
se interponen entre la vulgar erudición y el verdadero conocimiento. Y a
ese "conocimiento" se llega trascendiendo los cuatro niveles de
pensamiento que hay en cada uno de los tres planos del mismo: teórico,
práctico y empírico, que culminan en el quinto: en el silencio. Y más,
cuando uno se ha pasado la vida, antes y después, precisamente
pontificando, hablando y escribiendo en términos apodícticos
(apodíctico: lo necesariamente verdadero en filosofía, que propiamente
no existe). Así las cosas, Benedicto, a partir del día 28 de febrero se
dispone a entrar en el silencio en vida, antes de alcanzar el silencio
de la muerte, para que el tránsito a su muerte física enlace fluidamente
con la vida espiritual que ya no sé si cree le espera. Lo demás:
responsabilidades, efectos y efectismos frente al mundo, para él carece
de relevancia e interés.
Esta idea, y la luz cegadora sobre las
"verdades" que ha debido predicar y las "verdades" que encierra el
Vaticano, creo es lo que ha pesado como una losa en Benedicto. Y no sólo
lo creo respecto a Benedicto, antes hombre, cardenal y Prefecto para la
defensa de la fe que llegó a cuantificar los demonios y sus clases allá
por los años 86 y luego, en tanto que papa, arremetió contra el Islam…
Esto lo digo y lo creo respecto a todos los grandes intelectuales y a
todos los grandes pensadores de la historia cuyo pensamiento nos ha
asombrado, deleitado, divertido, formado u orientado. A través de una
intensa intelectualidad es cómo les llega la luz que acaba haciendo
irrisoria "la fe"; esa luz que exhalaba su connacional Goethe en el
lecho de muerte. Y esa misma luz es la que ha iluminado a Ratzinger
antes de su fin, haciéndole comprender que su Iglesia no tiene cabida en
esta nueva Era; que su Iglesia es una nave que va a la deriva y cada
día le dan la espalda más millones de seres humanos; que la fe no pasa
de ser una declaración de intenciones intermitente, mera intuición
momentánea y por eso el creyente de oficio (el cardenal y el papa) no
puede ser comprendido por el creyente ocasional (el hombre y el
intelectual); que el ser humano, para dialogar con el Dios real o
eventual no precisa de intermediaros ni de animadores; que no es que el
Vaticano esté ocupado por lobos, es que, salvo la mayoría de los
humildes párrocos del mundo, la curia y las prelaturas siempre han sido y
son quienes verdaderamente disponen, ordenan y deciden parapetadas tras
la estampa del poder nominal del papa. Esto es lo que ha "descubierto"
Ratzinger tras siete años como papa. Y ahora, al igual que los
esquimales cuando comprenden que ha llegado su hora se adentran en la
espesura de la niebla hiperbórea para que los osos acaben con su vida
natural, después de haber contado los demonios y de haber dicho otras
tonterías como humano que es, se va Benedicto para eludir la Pasión
innecesaria a que le sometían los lobos de su santa Iglesia. Pero
también, tras el Ratzinger que atisba su redención en vida en lo
inefable del silencio.
En suma, a mis expensas afirmo que
Benedicto se ha caído del caballo cuyas bridas conducía y sujetaba
Ratzinger, por motivos exactamente opuestos a los que hicieron caer del
suyo a San Pablo. Como debe ser. Estaba escrito...
Jaime Richart es antropólogo y jurista
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