Las tortugas son quizás uno de los animales domésticos preferidos por
 muchas familias con niños: pequeñas, seguras, bastante limpias... Sin 
embargo, lo que muchos padres desconocen es que estos pequeños reptiles 
pueden ser transmisores de una infección como la salmonelosis, 
especialmente peligrosa para los más pequeños.
Aunque la salmonelosis es especialmente conocida como infección alimentaria, la realidad es que existen otros muchos focos de contagio, y los reptiles son una de ellas.
 En el caso de las tortugas domésticas, el estrecho contacto con los 
niños, que las tocan y a veces besan, sin una adecuada higiene de manos,
 las ha convertido en una preocupación para las autoridades.
En España, este mismo verano, el Departamento de Sanidad del Gobierno
 Vasco emitió una circular informativa a sus facultativos, recordando 
que las redes de vigilancia epidemiológica habían detectado entre 
septiembre de 2010 y octubre de 2011, 11 casos de infección por 'Salmonella' (concretamente la variedad 'Paratyphi B var Java'), nueve de ellos en niños (entre los tres meses y los 10 años de edad).
De todos los pequeños afectados por la bacteria, el 67% había estado 
en contacto con tortugas acuáticas. Precisamente, esta misma semana, la 
revista 'The Journal of the American Medical Association'
 señala que en EEUU se han registrado 132 casos en niños entre agosto de
 2010 y septiembre de 2011 (con una media de edad de seis años), y el 
porcentaje que arroja es muy similar al caso español: el 64% de los pequeños había estado en contacto con estos animales.
"Es una cuestión muy desconocida, pero sospechamos que los casos que 
se ven pueden ser sólo la punta del iceberg", explica el doctor Santiago
 García Tornel, pediatra del Hospital San Joan de Deu de Barcelona. De 
hecho, EEUU ha registrado 11 brotes de salmonela por contacto con estas 
mascotas acuáticas desde el año 2006, con un total de 535 personas 
afectadas.
Como explica Concha Castells, subdirectora de Salud Pública de 
Bizkaia, los casos que llegan a los pediatras suelen ser los más graves,
 "a veces lactantes que no han tenido contacto con ningún alimento que
 pueda ser el origen el contagio, que ingresan con diarreas con sangre. 
Pero sospechamos que otros casos esporádicos, con simples 
gastroenteritis que no requieren cultivos, pasan desapercibidos". En la 
revista 'Enfermería Clínica', por ejemplo, se relata el caso de un bebé 
de 11 meses que resultó contagiado a través de su madre, que fue la que 
entró en contacto con el animal (que propaga las bacterias a través de 
las heces y la saliva).
El problema, admite Castells, es que las tortugas suelen ser portadoras intermitentes de la bacteria en su tracto intestinal,
 por lo que a pesar de los controles en las aduanas por parte de los 
servicios de Agricultura, puede ser difícil detectar partidas de 
animales enfermos.
Por todo ello, los pediatras recomiendan unas medidas básicas para no tener sustos con estas pequeñas tortugas. Evitar
 estos animales si en casa hay menores de cinco años (embarazadas o 
personas inmunodeprimidas también son grupos de riesgo), 
lavarse bien las manos después de manipular al animal, evitar lavar en 
la cocina el recipiente del animal, desinfectar las superficies por las 
que se pasee el reptil y no dejar que circule libremente por la cocina o
 por otras zonas de la casa.

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