Ni en el País Vasco ni en Galicia
las formaciones nacionalistas e independentistas han alcanzado su
récord de representación parlamentaria aunque han estado muy cerca. En
ambos casos, y con diferencias obvias, sus buenos resultados se engordan
con el hundimiento del PSOE
y la falta de movilización de los electores socialistas, más que con el
propio ascenso de los soberanistas. De hecho, en las comunidades
históricas, con presencia de formaciones nacionalistas fuertes, el
partido socialista suele ser el tapón que frena el ascenso de estas
opciones. Y la conclusión para el futuro inmediato, según el análisis de
los datos y el cruce con los sondeos previos, es que si en Cataluña el
PSC mantiene la tendencia al desastre del PSOE de Galicia y País Vasco,
el bloque nacionalista e independentista puede alcanzar datos históricos el 25-N.
Habitualmente, las subidas de los partidos nacionalistas van
acompañadas de descensos de los socialistas. El trasvase de sus votos
con los de otras opciones, como el PP, es más infrecuente y, en este
momento, además, todos los estudios indican que la fidelidad de voto del
PSOE está por debajo del 30%, en cifras récord. Eso se concreta en que
la mayor parte de la abstención del domingo procede de anteriores
votantes del PSOE, desencantados y desmovilizados, pero con un voto tan
solidificado que “no se atreve” a apoyar a otras opciones, como las
nacionalistas.
En este momento, además, en las tres comunidades con elecciones se
produce una situación de polarización, en la que los socialistas quedan
en medio, sin un discurso claro e identificable. En Cataluña esa
polarización es aún más evidente: entre los que defienden la
independencia y el PP, que mantiene el “discurso español”, con el PSC
explicando su propuesta federalista, difícil de concretar. Se añade la
ausencia de liderazgo de un candidato fuerte en Galicia y Cataluña.
En Galicia, si fuera posible sumar los escaños de BNG (7) y AGE (9)
se llegaría a 16 escaños con un voto del 25%. La suma es arriesgada,
porque dentro de AGE hay una parte importante de sus miembros que tienen
más que ver con la izquierda o la ecología, como IU y Equo, y su líder,
Xosé Manuel Beiras,
ha incidido más en el discurso social que en el territorial. Aunque se
considerara que todo es voto nacionalista, este seguiría lejos de sus
mejores resultados.
Beiras ha arañado votos en el nacionalismo del BNG, pero sobre todo
en la izquierda del PSOE, la que rechaza los recortes y la política del
Gobierno, y que, según los sondeos de Metroscopia para EL PAÍS, hace que
la formación de Cayo Lara duplique en toda España su resultado de las
últimas generales. Es decir, el ascenso de AGE se nutre sobre todo del
descenso de los socialistas.
El BNG,
la formación genuinamente nacionalista, baja, lejos de resultados
anteriores. Por sí sola llegó a tener 17 escaños en 2001 y 18 en 1997.
Si el PSdeG no hubiera perdido votantes en la abstención, BNG y AGE
hubieran obtenido peores resultados, porque ambas formaciones se llevan
escaños de los últimos restos en todas las provincias.
En el caso del País Vasco, el bloque formado por PNV y Bildu alcanza
el 59,6% y 48 escaños de los 75 en juego, una cifra notable, pero que no
llega a los 52 con el 67% de los votos que logró en 1986 la suma de los
nacionalistas, Eusko Alkartasuna y Herri Batasuna, la marca con la que
se presentaba entonces la izquierda abertzale. Si en legislaturas como
la de 1994 y la de 2001 se sumaran los escaños de EB, que realmente
actuó como partido soberanista, la suma de diputados no
constitucionalistas sería similar al resultado del 21-O.
Desagregando los datos, es obvio que Bildu sí logra el mejor resultado abertzale
de la historia, pero hay tres factores que lo distorsionan: el final de
la violencia hace que se sumen opciones que fragmentaban ante las urnas
ese sector ideológico y que no estaban de acuerdo con ETA; recibe votos
de independentistas alejados del terrorismo, y se beneficia de la
movilización social tras su ausencia de las urnas por las
ilegalizaciones.
También los líderes de Bildu han intentado en la campaña hacer un
discurso más social más territorial, para captar votos socialistas. Es
obvio que el desplome del PSE, que le ha llevado a perder más de cien
mil votos, ha suministrado apoyos a opciones nacionalistas y
soberanistas y también a la abstención. Aunque el PP vasco ha perdido
casi 15.000 votos, es de suponer que hayan ido a la abstención o en
menor medida al PNV para frenar a Bildu, pero no a UPyD, que ha
cosechado menos papeletas que en los anteriores comicios.
De cara a las elecciones catalanas, la interpretación de los datos de
este domingo indica que el hundimiento del PSC haría subir al bloque
nacionalista/independentista, cuyos electores están muy motivados ante
el horizonte que se les abre. Los del PP también lo estarán frente a la
secesión e, incluso, la dirección popular pretende beneficiarse del voto
útil constitucionalista. En esa situación, el PSC quedaría
“emparedado”, con riesgo serio de ser la tercera fuerza política. Si eso
fuera así, CiU sumaría a la obvia movilización en su favor el efecto de
la ley D’Hont, similar al que ha beneficiado a Alberto Núñez Feijóo.
El líder del PP gallego ha bajado y ha tenido menos votos que en las
anteriores elecciones, pero más escaños, porque el sistema de reparto
beneficia a los partidos que ganan si su diferencia con el segundo es
muy grande, y en ese caso el PSdeG se ha venido abajo.
El previsto hundimiento del PSC podría tener ese efecto, favorable para CiU, de darle más escaños con menos votos.
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