Common Dreams/Toronto Star
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
¿Recordáis Faluya?
Esa ciudad del centro de Irak fue escenario de dos furiosos ataques de
los marines estadounidenses en 2004. Esa primavera, realizaron
bombardeos y una matanza indiscriminada para vengar el asesinato y
mutilación de cuatro mercenarios estadounidenses. En lugar de atacar a
unos 2.000 insurgentes, los marines prácticamente arrasaron la ciudad de
300.000 habitantes, sin conquistarla. Siete meses después, volvieron a
atacarla con artillería y bombas en lo que se describió como la guerra
urbana más sangrienta de los estadounidenses desde la Guerra de Vietnam.
¿Recordáis Basora? Esa ciudad del sur de Irak sufre desde
la primera Guerra del Golfo, en 1991. Los residuos radiactivos de las
800 toneladas de bombas y del millón de proyectiles utilizados dejaron
su marca en los recién nacidos con enormes cabezas, ojos anormalmente
grandes, brazos atrofiados, estómagos hinchados y corazones defectuosos.
Más tarde, en los años noventa, volvieron a atacar Basora como parte
del mantenimiento de la zona de exclusión aérea estadounidense contra
Sadam Hussein. Y la atacaron otra vez durante la invasión
estadounidense-británica de 2003 y la subsiguiente ocupación.
Ahora
vemos que los niños de Faluya y Basora están sufriendo un aumento
alarmante de defectos de nacimiento causados primordialmente por los
metales liberados por bombas, balas y casquillos, el polvo que aparece
en alimentos, agua, aire, el suelo y los cultivos.
Un
estudio reciente de un toxicólogo medioambiental de la Universidad de
Michigan atribuye los defectos a la presencia de altos niveles de plomo,
mercurio y otros contaminantes en los cuerpos de los progenitores y los
hijos afectados.
El estudio confirma las cosas de las que
los doctores horrorizados del Hospital General de Faluya vienen
informando desde 2005. En septiembre de 2009 solicitaron a las Naciones
Unidas que investigaran por qué una cuarta parte de los 170 niños
nacidos allí murieron antes de cumplir una semana de vida y un alarmante
75% de los bebés muertos estaban deformados.
En 2010, la
Universidad de Ulster informó de que el incremento de defectos de
nacimiento congénitos, leucemia y mortandad infantil en Faluya eran
superiores qa los de Hiroshima y Nagasaki en 1945.
Durante
ese mismo año Mozhgan Savabieasfahani, de la Escuela de Salud Pública
de la Universidad de Michigan, publicó un estudio epidemiológico que
también muestra niveles sorprendentes de defectos de nacimiento en los
niños de Faluya.
Desde entonces, ella y su equipo de
doctores colaboradores en Irak y en el vecino Irán han ampliado su
investigación en Faluya y Basora. El mes pasado publicaron sus
resultados en el Boletín de Contaminación Medioambiental y Toxicología.
Monitorearon
a 56 familias en el Hospital General de Faluya y también miles de
expedientes en el departamento de obstetricia y ginecología del hospital
de maternidad de Basora.
Entre 2004 y 2006 casi la mitad de los
embarazos de esas familias de Faluya terminó en abortos espontáneos.
Entre 2007 y 2010 más de la mitad de los niños nacidos en esas familias
tenían algún tipo de malformación (en comparación con menos de un 2% en
2000). Las anormalidades incluían defectos cardíacos, extremidades
deformadas o inexistentes, paladares hendidos, cabezas hinchadas,
ausencia de ojos, estómagos hinchados y órganos corporales que
sobresalían de paredes abdominales defectuosas.
Entre los
niños con defectos de nacimiento los niveles de plomo eran cinco veces
superiores y los de mercurio seis veces superiores a los de niños
normales.
En Basora, los defectos de nacimiento aumentaron al 23 por 1.000 hasta 2003, un aumento de hasta 17 veces desde 1994.
Los
niveles de mercurio en niños con defectos eran tres veces superiores a
los de niños normales. La porción de esmalte de los dientes de leche de
un niño con defectos de nacimiento mostraba casi tres veces los niveles
de plomo que los de dientes de niños de otras áreas. Sus padres tenían
1,4 veces los niveles de plomo en el esmalte dental en comparación con
padres de niños normales.
En todo caso los datos
subestiman la epidemia, dice Savabieasfahani. Muchos padres tienden a
ocultar a sus hijos con defectos y anormalidades.
Los
gobiernos estadounidense y británico tratan de eludir estudios tan
incriminatorios diciendo que “no tienen conocimiento de ellos”, o que es
posible que los resultados no sean definitivos.
Pero
Savabieasfahani me dijo por teléfono desde Ann Arbor, Michigan, que hay
una “evidente huella de metal en la población” de Faluya y Basora. “Hay
evidencia convincente que vincula los alarmantes aumentos en defectos de
nacimiento en Irak con una contaminación neurotóxica de metales tras
los repetidos bombardeos. No existe otra explicación. No ha habido una
erupción de un volcán, por ejemplo”.
Mientras tanto, la
Organización Mundial de la Salud también estudia las crisis no solo en
Faluya y Basora sino también en otras ciudades iraquíes de “alto
riesgo”. Su informe se publicará el mes que viene.
Estos
estudios deberían ser de lectura obligatoria para todos los que todavía
se preguntan por qué el mundo árabe y musulmán sigue tan indignado con
EE.UU. y sus aliados.
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