Una huelga general que ha paralizado el país
y ha dejado un centenar largo de detenidos y varios heridos. Nuevos
recortes que amenazan con ahondar la recesión que dura ya cinco años.
Disensiones entre los que han prestado dinero al Estado… Cunde la
sensación de que Grecia afronta una de sus últimas oportunidades si
quiere escapar de los augurios más negros, que le sitúan fuera del euro y
en una situación muchísimo peor de la que ya vive. “Si la economía no
mejora corto plazo, el apoyo al Gobierno se evaporará rápido y el país
puede caer en el caos político. En este caso, veo muy difícil que los
acreedores europeos estén dispuestos a seguir con el programa de
ayudas”, resume Zsolt Darvas, analista del centro de estudios belga
Bruegel.
“Fuera la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional”,
gritaban este miércoles las decenas de miles de personas que se
manifestaban en Atenas, en la primera huelga contra el Gobierno del
conservador Andonis Samarás, que llegó al poder hace tan solo tres
meses. En una protesta convocada por los mayores sindicatos del país, la
policía usó gases lacrimógenos contra unos manifestantes que lanzaban
piedras y artefactos incendiarios en el centro de la capital mientras
llamaban a los agentes “traidores” o “cerdos de Merkel”. Pero los
problemas del primer ministro no acaban en las calles. También abundan
en los enmoquetados pasillos de los centros de poder.
Samarás y su ministro de Finanzas, Yannis Sturnaras, cerraron el
enésimo plan de ahorro con el que tratarán de satisfacer las exigencias
de Europa y del Fondo Monetario Internacional (FMI). “Alcanzaron un
acuerdo por la noche”, señaló una fuente gubernamental a la agencia Efe,
que explicó que el pacto aún no es oficial. El plan consiste, según
esta fuente anónima, en recortes presupuestarios por valor de 11.500
millones de euros y en aumentos de impuestos con los que pretenden
recaudar 2.000 millones más.
El Gobierno prevé presentar el acuerdo
el viernes para que los ministros de Finanzas de la zona euro den su
visto bueno en la reunión que tendrán el próximo 8 de octubre en
Luxemburgo. Las tensiones entre los dos bandos negociadores han llegado a
tal punto que los inspectores europeos, que querían más recortes en
salarios y pensiones, abandonaron Atenas ante la negativa que les dio el
ministro a sus exigencias. Fuentes europeas apuntan que regresarán a
Grecia a finales de esta semana o la próxima.
Pero está por ver que este acuerdo vea la luz. Por una parte, Samarás
tendrá que convencer a sus compañeros de coalición, los socialistas del
Pasok y el partido de izquierda moderada Dimar. Aun en el caso de que
el primer ministro venza este obstáculo, le quedará aún arrancar el
visto bueno a la troika. La Comisión Europea, el FMI y el Banco Central
Europeo esperaban unos recortes superiores (de 15.000 millones) para
desbloquear el pago de los 40.7000 millones que el país necesita
urgentemente si no quiere caer en bancarrota.
Por si fueran pocas las dificultades, aún quedan más. Porque en el
bando de los acreedores también crecen las tensiones. El FMI, según
señala la agencia Reuters, pretende que los países de la eurozona y el
BCE asuman pérdidas en los préstamos que hicieron a Grecia para rebajar
la deuda helena, algo que muchos expertos consideran imprescindible para
que su economía salga del agujero.
Pero la receta de Washington no convence ni en Bruselas ni en
Fráncfort. Los europeos prefieren dar más tiempo a Atenas para cumplir
su objetivo de déficit, una flexibilidad que ya han aplicado a los casos
de España y Portugal. Pero los europeos no quieren ni oír hablar de una
quita como la que se impuso al sector privado cuando diseñaron el
segundo rescate a Grecia. Bruselas y Berlín se niegan a esta posibilidad
por lo menos hasta el próximo año, cuando se celebren las elecciones
legislativas en Alemania. “Si queremos evitar que Grecia salga del euro
de forma inminente no bastará con concederle más tiempo. Habrá que
reducir el peso de su deuda, ya sea con quitas o con aplazamientos en el
pago. Y es imprescindible también un ambicioso plan de inversión para
que despegue la economía”, señala Darvas, el analista de Bruegel.
Samarás, que ganó las elecciones con la promesa de relajar las
condiciones impuestas por los prestamistas europeos, ha sufrido un
rápido desgaste tras su llegada al poder. Las sucesivas oleadas de
recortes, que ahora amenazan con ir a más, no han cumplido su objetivo
de sanear las cuentas públicas ni de enderezar la economía de un país
que ya tiene a un 55% de sus jóvenes en paro. “Los
españoles salieron ayer a la calle. Hoy lo hacemos nosotros; mañana
serán los italianos y al día siguiente, todos los ciudadanos de Europa”, arengaba ayer a los manifestantes un sindicalista desde las calles de Atenas.
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