La probabilidad de que los primeros brotes de vida en la Tierra, hayan surgido de fragmentos de meteoritos,
está más firme que nunca. La hipótesis considera que ello ocurrió en
los primeros momentos de existencia de nuestro sistema solar, cuando la
Tierra y los vecinos orbitaban alrededor de otros cuerpos celestes y
todos lo suficientemente cerca como para que la traslación de materia se
hubiera producido.
La “transferencia débil”
La “seguridad” que manejan ahora los científicos está basada en una
hipótesis distinta a la que manejaba hasta ahora la panspermia, y recibe
a su vez un nuevo nombre: la litopanspermia.
En la panspermia se consideraba la posibilidad que emisiones
volcánicas o colisiones con otros cuerpos celestes, lograran que
planetas con vida, emitieran fragmentos “tripulados” con cargas vivas,
pero la velocidad a que un objeto recorre el espacio hace que
las posibilidades de ser atraído por la gravedad de otro objeto, sean
muy bajas.
Ahora, la litopanspermia, afirma que en realidad los materiales no “viajan” sino que “deambulan” fuera de la gravedad del objeto emisor.
Con un coeficiente de velocidad 50 veces más lento que en las
anteriores hipótesis, cúmulos de material portadores de vida, podrían
pasar de una órbita a otra con alta posibilidad de llegar a la
superficie sin consecuencias últimas.
El modelo del cúmulo de estrellas del que nació el Sol, permite esa
transferencia de un modo mucho más probable a lo considerado hasta
ahora, entendieron los 600 investigadores reunidos en el recinto del
IFEMA en Madrid.
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