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miércoles, 30 de mayo de 2012

Romney se medirá a Obama en noviembre

Mitt Romney será el rival de Barack Obama en las presidenciales del 6 de noviembre. Todos lo daban por hecho desde la retirada de sus rivales. Pero su triunfo en las primarias de Texas le dio anoche los 58 delegados que le faltaban para lograr los 1.144 que le aseguran la candidatura republicana en la convención.

El ex gobernador de Massachusetts es el primer mormón que se cuela en la recta final de la carrera por la Casa Blanca. Nadie estuvo tan cerca de lograrlo como su padre, George Romney, que compitió sin éxito por la candidatura republicana en 1968. Romney apenas se refiere a su religión en los actos de campaña. En parte porque le apartaría de su discurso económico y porque es consciente del rechazo que todavía suscitan ciertos postulados mormones entre los votantes evangélicos de estados sureños como Alabama o Carolina del Norte.

Romney llega a la pugna con Obama precedido por unas duras primarias que le han obligado a doblegar al libertario Ron Paul y a los conservadores Newt Gingrich y Rick Santorum. Algunos analistas indican que la pugna ha obligado a Romney a escorar su discurso a la derecha. Pero otros apuntan que le ha fortalecido como candidato y le ha preparado para las elecciones del otoño.

El triunfo final sorprendió a Romney anoche en Las Vegas, donde celebró un acto de campaña con el empresario Donald Trump y cortejó al empresario judío Sheldon Adelson, influyente donante republicano y responsable del proyecto de Eurovegas, que aspira a construir un casino en Madrid o Barcelona. La irrupción de Trump podría desprestigiar a Romney por su insistencia en la polémica estéril sobre los orígenes del presidente. Pero su relación con Adelson se antoja fructífera para sus finanzas, que se proponen batir a la formidable maquinaria recaudatoria de su rival.

"Nuestro partido se ha unido con el objetivo de dejar atrás los fracasos de los últimos tres años y medio"; explicó Romney en un comunicado difundido justo después de asegurarse la candidatura. "Soy consciente de las dificultades que nos esperan. Pero no importan cuáles sean nuestros desafíos. Nosotros no nos conformaremos con nada que no sea devolver Amércia a la senda del pleno empleo y de la prosperidad".

Las palabras de Romney intentaban apartar el foco de asuntos sociales como el aborto o el matrimonio homosexual. Pero sobre todo recordar sus dotes como gestor y subrayar el perfil económico de su candidatura en un país donde la economía sólo despega a cámara lenta y es el asunto que más preocupa a los ciudadanos.

Obama sigue siendo un político más popular que Romney. Aunque la ciudadanía cree que el candidato republicano está mejor preparado para llevar el timón de la economía por su experiencia como empresario y como gobernador.

Aun así, los expertos apuntan que la ciudadanía no tiene una visión monolítica de la economía. La mayoría prefiere a Obama para gestionar para mejorar las condiciones de vida de los más pobres y a Romney para embridar el déficit y potenciar el crecimiento económico.

Los expertos auguran unas presidenciales muy ajustadas. Y no sólo por el desempleo y por la debilidad intrínseca de Obama. También por los puntos débiles de su rival: demasiado rico para conectar con el ciudadano de a pie y demasiado centrista para un partido republicano cada vez más radical.

Hoy por hoy los sondeos reflejan un empate técnico y preconizan una campaña salpicada de zancadillas. El presidente compite contra Romney pero sobre todo contra sí mismo. En 2008 venció a lomos del simbolismo de su candidatura y del rechazo que despertaba su predecesor. Esta vez el desafío es movilizar a unas bases decepcionadas por sus fracasos personales y por los compromisos inherentes al ejercicio del poder.

Sólo uno de cada cuatro americanos está satisfecho con la situación del país. Una cifra que refleja un estado de ánimo similar al que reinaba cuando Bill Clinton expulsó en 1992 a Bush padre de la Casa Blanca. La visión de la opinión pública es menos sombría que en agosto del año pasado. Pero los expertos recuerdan que sigue siendo peor que cuando fueron reelegidos Ronald Reagan (1984), Bill Clinton (1996) o George W. Bush (2004).

Muchos comparan la carrera que se avecina con la de 2004 por la impopularidad del presidente y por la debilidad de su rival. Obama no se parece a Bush pero está en una situación similar y Romney se parece demasiado a John F. Kerry: otro patricio de Nueva Inglaterra propenso a meter la pata e incapaz de conectar con el hombre corriente. Sólo el tiempo dirá si esos defectos son suficientes para tumbar al candidato republicano y si la opinión pública elige a un mormón como el próximo inquilino de la Casa Blanca.

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