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jueves, 22 de marzo de 2012

EN BICI por JORDI SALA.


Holanda con una flota de 18 millones de bicicletas y una ratio de 1,1 bicicleta por habitante, tiene un volumen de 900.000.- bicicletas robadas por año. Casi un millón.

Según un estudio de la activa Unión de Ciclistas holandeses realizado sobre 12.000 ciclistas, un 45% manifestaron que dejaron de utilizar la bicicleta en algunas destinaciones por miedo al robo, y que por la misma razón el 32% no estaban dispuestos a comprarse una bici nueva.

Delante de esta endémica situación han existido muchas iniciativas para luchar contra robo continuado, y cabe destacar la de la ciudad de Winterswijk, que ganó hace unos años el premio del mejor proyecto contra el robo de bicicletas, concedido por la asociación de ciclistas Fietsersbond.

El proyecto de Winterswijk, se basó fundamentalmente en la coordinación del municipio con la policía, con la administración de justicia, con los comerciantes de bicicletas, con las escuelas y aunque parezca extraño con los ayuntamientos de los pueblos alemanes colindantes donde se vendían muchas de las bicis robadas.

Como se concretó este proyecto. Se realizó una potente campaña de información de cómo se colocan correctamente los candados y sobre la importancia de denunciar los robos (en Holanda según estimaciones solo se denuncian un 45%) y las penas por robar bicicletas. De esto se encargó la Policía y el Municipio realizándose una campaña en escuelas, tiendas, restaurantes, etc.

En Winterswijk, se explicó que montar en una bici robada significaba que acabarías detenido.
Además a la policía se le ordenó el control activo de las zonas de riesgo y planes para la detención de los delincuentes. Lo segundo significó vigilar bicicletas hasta fueran robadas para detener a los ladrones. La cooperación policial fue tal que incluso se dedicaron a realizar comprobaciones en el vecindario del municipio alemán de Vreden, y de forma preventiva se dedicaron a aparcar los vehículos patrulla no ocupados, cerca de las zonas de más riesgo al anochecer.

Evidentemente se fomentaron los aparcamientos en las viviendas, escuelas y otras instalaciones. Incluso se planificó que los anclajes de las discotecas estuvieran dentro del control visual los porteros.

El Ayuntamiento, conjuntamente con la policía y los talleres de bicicletas se encargaron de fomentar activamente el registro de la bicicletas. Muchas de la bicis se registraron por primera vez.

Un punto básico fue la campaña “Hier geen gestolen fietsen” (no se venden bicicletas robadas) que significó que los talleres y comerciantes de bicicletas acordaron que no comprarían ni venderían ni repararían ninguna bicicleta sospechosa de haber sido robada. Las bicis con registró eran una garantía de que no eran robadas.

Con estas medidas y según el Ayuntamiento, los primeros resultados fueron casi inmediatos y se bajó de forma espectacular el robo de las bicicletas.

Holanda, sigue siendo uno de los mejores referentes mundiales, de lo que debe ser la política de la bicicleta. Su experiencia, sus logros y fracasos contra el robo de las bicicletas, son antecedentes valiosísimos, para que los países que aún no han implementado este sistema de transporte, eviten sus mismos errores.

Se desprende de los diversos informes técnicos, que en Holanda se cometieron dos graves errores. El primero y más grave fue menospreciar la gravedad de este problema y permitir que los municipios, la administración de justicia y sobre todo la policía, dejasen de responsabilizarse de la prevención y persecución de los robos. El segundo, no tener mecanismos para identificar y evitar la compraventa de las bicis robadas.

Por tanto, de la experiencia holandesa se desprende que la administración debe dejar de menospreciar las bicis y los derechos de los ciclistas y, sobretodo, la necesidad de que se promueva e implante de una dichosa vez el fundamental registro de bicicletas. La base indispensable de cualquier política contra el robo de nuestras bicicletas.

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