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sábado, 1 de octubre de 2011

Tiburón blanco, de estrella de cine a caldo de sopa


Hace 16 millones de años que habita en el planeta, pero el tiburón blanco es hoy una más en la larga lista de especies amenazadas que podrían acabar por desaparecer antes de llegar a conocerlas. Famosos en la gran pantalla, por el inolvidable filme y sus secuelas, de Steven Spielberg, estos feroces animales de tamaño descomunal son una parte importante de las muchas víctimas que cada año hay entre un género masacrado por una sopa o un insignificante colgante con uno de sus muchos dientes.

La debacle no sólo afecta a estos escualos. Un reciente estudio refleja el grave problema de pesca al que se enfrentan también otras especies de tiburones en la Gran Barrera de Coral australiana, y en general su declive en todos los océanos del mundo. Según publican en 'PLos ONE' los biólogos Mizue Hisano, Sean Connolly y William Robbins, de la Universidad de Cook, en medio siglo las poblaciones han caído en picado debido a la sobrepesca.

Connolly reconoce que es complicado tener cifras concretas sobre cuántos quedan, pero, como dice el biólogo, basta acercarse a las industrias pesqueras para saber que su situación es nefasta. El 75% de la pesca es ilegal, aunque ni siquiera es perseguida en sus países de origen. Tampoco se informa de capturas erróneas. Sencillamente se tiran al mar, ya muertos. ¿Cómo saber entonces cuantos quedan?

Estimaciones de población

Según los investigadores australianos, una alternativa es estimar cómo crecen, sus nacimientos y sus tasas de mortalidad, de forma que se pueda calcular sus poblaciones. Los dos primeros datos son relativamente fáciles de conseguir, pero no el último. Ante esta dificultad, el equipo desarrolló modelos estadísticos en dos subespecies: el tiburón gris y el gran tiburón blanco.

Pese a diferentes combinaciones de datos, el resultado fue siempre el mismo: los tiburones están disminuyendo en todos los océanos, pero si se protegieran podrían recuperarse sus poblaciones.

El problema es que estamos lejos de conseguirlo. En Tailandia, donde cada vez son menos los escualos que se ven, la sopa de aleta de tiburón continúa siendo un manjar habitual en los mejores restaurantes. Según la ONG tailandesa The Dive Tribes, la flota pesquera de este país cada año captura unas 22.000 toneladas de tiburones para abastecer su mercado interno y exportar a China. Con la subida del nivel de vida en este país, ahora son millones los que demandan un producto que antes sólo ingería una minoría.

En otras regiones los peligros son diferentes. En la costa de Sudáfrica, donde acuden los famosos de Hollywood a sumergirse con el gran tiburón blanco (algunos alcanzan los siete metros de largo), muchos acaban en las redes tan sólo porque sus dientes se han puesto de moda como colgantes. Así lo afirma Sara Andreotti, una joven bióloga marina italiana que trabaja en una empresa cerca de Hermanus (Sudáfrica).

Andreotti prepara una exhaustiva investigación sobre el comportamiento y la genética de los tiburones blancos, en un proyecto de la Universidad de Stellenbosch, mientras trabaja en una empresa de submarinismo con escualos.

Estudio genético en marcha

Mientras audaces turistas se meten en jaulas para observar a escasos centímetros las potentes mandíbulas de estos carnívoros marinos, Andreotti toma muestras del ADN de los numerosos ejemplares que se acercan a las barcas, atraídos por cebos. También les fotografía su aleta, cuyo perfil es su huella dactilar. "En dos años he logrado un censo de 375 y de 200 tengo muestras genéticas. Según mis cálculos en toda la costa del sur de África no quedarán más de 400, y aún siguen asesinándolos", señalaba hace unos días a ELMUNDO.es, en la sede de la empresa Shark Dive Unlimited.

Su fundador, Mike Rutzen 'Sharkman' (el 'hombre tiburón') es conocido por su participación en infinidad de documentales en los que bucea e interactúa entre estos gigantes del mar. Y sigue dedicándose a dar a conocer su brutal belleza con la posibilidad de sumergirse, dentro de una jaula para evitar accidentes, y observar de cerca su poderosa mandíbula.

Durante la salida de ese día, Andreotti pudo ver a un ejemplar que no se acercaba por esta costa desde 2009. Medía un metro más: un total, de 4,7 metros de largo. Pendiente de publicar sus investigaciones, que aún durarán años, la bióloga insiste en el mensaje de sus colegas: hay que protegerlos, porque puede llegar el día en que después de tantos millones de años, pasen a la historia.

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