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sábado, 1 de octubre de 2011

La vuelta al mundo en once años a pie

"El 13 de marzo de 2003, entró al país por Colonia el canadiense Jean Béliveau. El 22 había llegado a Montevideo caminando. El último día de ese mes durmió en Piriápolis. El 2 de abril en Maldonado y el 5 en Rocha. Salió por Chuy el 13, siempre a pié, dice, luego de recorrer 557 kilómetros.

Había cruzado de Montreal a EEUU el 18 de agosto del 2000, el día que cumplía 45 años, y el próximo 16 de octubre está por llegar a su casa luego de caminar 75.000 Km. a través de 64 países. No es poco. Si un kilómetro es la diez millonésima parte de un cuarto de meridiano, la circunferencia de la Tierra mide 40 mil kilómetros. Metro más, metro menos.

El tipo estaba bajoneado, porque acababa de quebrar su empresa de avisos luminosos. Eso, la "crisis de la mitad de la vida", como dicen en inglés, el nuevo milenio. Todo junto.

Dicen que Luce, la mujer, chocha. Que los hijos de su primer matrimonio, encantados. AFP consigna que su hijo Thomas Eric exclamó: "Es genial". Lo que es el Edipo. La agencia no dice qué opinaron los acreedores, ni si ahora ya prescribieron las deudas. Y no decimos esto de mente podrida. El cable especifica que, hasta Atlanta, en el Sur de EEUU, no caminó, sino que corrió.

Ahí, su mujer lo impulsó a seguir. "¿Para qué volver, el mundo es grande, Jean. Fijate en los personajes de los cuentos de hadas, que salían a recorrer mundo. ¿Quién te dice?". Se ve que el tipo dudaba, pero Luce le dio manija para inscribir su hazaña en el marco del decenio de la Unesco 2000-2010 por la no violencia y para el futuro de los niños del mundo. Como reaseguro, le armó una página web.

Cada tanto pasa alguno que quiere recorrer. Una vez, hace añares, me encontré en el puente de Jaureguiberry con unos de la India en bicicleta, que solo hablaban inglés y querían dormir en una celda. Mostraban una carta del Ministerio del Interior. El guardia, nada y casi me hospeda a mí. No pasa semestre si que venga alguno, en velero, en Meharí, en moto, patín. Pero siempre es por la paz del mundo. Nunca entendí en qué se beneficia la paz, el mundo ni los niños, de estos vagabundeos, pero menos mal que abundan los paseanderos, porque si no el mundo sería un relajo.

El pobre Jean ahora no podía parar: México, América Central. Pequeño vuelo sobre la costa pacífica de Colombia y vuelta a caminar: Perú Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay. Brasil hasta San Pablo. Vuelo a Sudáfrica y vuelta a remontar por la costa del Índico hasta Egipto. Sobrevuelo de Libia por las dudas, Marruecos, Europa, y dale. A esta altura, arrastrando una especie de carrito de bebé para llevar el sobre de dormir.

"Yo fui su Penélope y él es mi Ulises", dice Luce, que cada año se reunió con Jean en Navidad, durante una semana, independientemente de la distancia que debía recorrer.

Y le mandaba plata para que fuera a escalar el Himalaya y cruzara Insulindia y el desierto australiano; porque había salido con cuatro mil dólares.

Pero, todo lo bueno se acaba y ahora Luce está por recibir a Jean en su casa. Ya está ordenando todo. Jean no va a volver al negocio de los tubos de luz; ahora es todo con led, y de eso no sabe mucho. Por ahora, obviamente, va a escribir un libro para promover "la armonía entre la gente y escuchar al otro, negarse a rechazar al otro". Y piensa tirar un rato con eso.

Porque no vuelve sin nada, dice. ¿A que no saben qué? Once años después, vuelve "con bagaje intelectual".

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